Carta al director-Coronavirus

«Solo he visto cuatro horas en siete meses a mi madre, que está en una residencia»

María Asensi, enfermera, cuenta la dura experiencia de no poder estar junto a Ana, su progenitora

Una persona mayor, en una imagen de archivo

Sangre, sudor y lágrimas sería el título del artículo que yo escribiría en honor a nuestros progenitores. Sangre porque muchos de ellos sufrieron las consecuencias de la guerra civil. No importó el color político de sus familiares. Sudor porque tuvieron que trabajar muy duro para sacarnos adelante y, finalmente, lagrimas, por el pasado reciente, presente y, según parece, un futuro incierto.

Pero, como dije, mi objetivo no es escribir un artículo, sino una carta dirigida al corazón de aquellos lectores que estén sensibilizados por el bienestar de nuestros mayores.

Ana, mi madre, celebró su 93 cumpleaños el pasado mes de agosto. Vive en una residencia desde hace varios años. Muchas veces me pregunto si estoy haciendo lo correcto, pues su madre, mi abuela, vivió con nosotros hasta el día de su muerte, y a la que todavía la recuerdo con mucho cariño.

No puedo afirmar que mi madre es feliz en la residencia. Yo sé que está bien cuidada, que la comida es buena y que la tratan con cariño. Aún así, sé que su sueño sería vivir rodeada de todos nosotros, pero, desgraciadamente, a veces las circunstancias de la vida son otras.

Cuando en el mes de marzo se declaró oficialmente la pandemia del COVID-19, supuestamente nos cogió a todos desprevenidos. Las noticias que nos llegaban a través de las autoridades eran y siguen siendo confusas. Primero, que el COVID-19 es similar al virus de la gripe. Segundo, que las mascarillas no eran necesarias, y así un largo etcétera, mientras que el virus campaba libremente, colándose por todas las rendijas.

Todavía recuerdo con estupor cuando me llamaron para comunicarme que mi madre había contraído la enfermedad del COVID-19 . Mi primera reacción fue de incredulidad. ¿Cómo podía pasarme eso a mí?

Los días pasaron y, gracias a Dios, mi madre superó la enfermedad con mínimos síntomas y adquirió la inmunidad. Por aquel entonces entendí que se aislara a los residentes, porque las noticias eran dignas de una película de terror: «Los militares hallaban cadáveres en las habitaciones de los residentes, sin que nadie supiera que estaban allí». Y ahora, pasado el pico de la primera ola, ¿qué estamos haciendo para mantener su bienestar?

Yo vivo en Toledo, soy enfermera y tengo ciertos conocimientos de la COVID-19, sobre todo referentes a la prevención y precauciones que hay que tener con este tipo de virus respiratorios.

Mi actual preocupacion es referente a las soluciones que las consejerías de Bienestar social y Sanidad están implementando en las residencias. ¿No sería más efectivo hacer más pruebas PCR al personal auxiliar que, aunque está asintomático, se incorpora al trabajo después de unos días de descanso? ¿Cómo puede ser que sigan habiendo nuevos casos si las visitas están prohibidas?

Tomemos mi caso como ejemplo. Yo he visto a mi madre cuatro horas desde el mes de marzo; es decir, cuatro horas en siete meses . Ella, al igual que el resto de los residentes, está sufriendo las consecuencias de la soledad. Nuestros mayores están tristes, se sienten abandonados; ya no sonríen, están desorientados y aquellos a los que les resultaba difícil reconocer a sus familiares ya no conocen a nadie.

Recuerdo a Pilar y a su marido. Ella, con alzhéimer, y él iba todos, todos los días a verla. Siempre le llevaba algún detalle ¡Cómo me enternecía verlos juntos!

Mi pregunta es: ¿Se merecen nuestros mayores este trato? Bueno, al fin y al cabo, son el eslabón más débil de nuestra sociedad y, si los arrinconamos, no van a protestar, «ya no están en la lucha». Por favor, dediquémosles un poco de nuestro tiempo y pongámonos en su lugar, que tarde o temprano será el nuestro.

Finalmente, quiero hacer énfasis en la mala gestión de la pandemia realizada por el comité de expertos, expertos que aun a día de hoy desconocemos sus nombres. Señores políticos, pueden ustedes dormir tranquilos porque, a partir de ahora, la muerte de nuestros mayores no empañará su prestigio. Ya no será solo el COVID-19 lo que provoque su muerte, sino los efectos secundarios de vivir en soledad y sin el cariño de los suyos. Pero, eso sí, las estadísticas saldrán a pedir de boca, tal y como ellos, los políticos lo han planeado.

Sinceramente, creo que es ahora cuando deberíamos demostrarles nuestro incondicional apoyo a ellos, a nuestros mayores, porque se merecen eso y mucho mas! ¡No los olvidemos!

María Asensi

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación