VIVIR TOLEDO

La obra toledana de un fotógrafo aristócrata: Adolfo de Landecho

Estrenado el siglo XX selectos aficionados a la fotografía mostrarían en los salones creativas imágenes fruto de sus habituales viajes por España

Escena «conventual» preparada en el patio principal del Hospital de Santa Cruz. Adolfo Landecho (1914) ARCHIVO MUNICIPAL DE TOLEDO

RAFAEL DEL CERRO

En junio de 1900, gracias a unos vivos entusiastas, nacía la Sociedad Fotográfica de Madrid cuya actividad cautivaría pronto a la élite de la Corte, recibiendo de Alfonso XIII el título de Real en 1907. El científico Santiago Ramón y Cajal fue presidente de honor de aquella Sociedad que, según reseña Publio López Mondéjar al historiar la fotografía española (2005), de los primeros ciento cuarenta miembros, veinte contaban con títulos nobiliarios; el resto pertenecían a la alta burguesía entroncada con la clase económica, profesional y política como fueron los hermanos Máximo y Antonio Cánovas del Castillo . Éste último, conocido por el seudónimo de Kaulak , pasó de ser un «distinguido aficionado» a dirigir una acreditada galería. Y es que la acción de aquella Sociedad motivó que ilustres apellidos cultivasen la fotografía además de los modernos sports del siglo. Sus cosmopolitas relaciones sociales y su estatus les permitían disfrutar de tiempo, de relaciones y de las últimas cámaras portátiles en sus tours vacacionales.

De aquel escenario inaugural del siglo XX es un disperso legado fotográfico asignado a Adolfo de Landecho y Allendesalazar , un pudiente aficionado del que el Archivo Municipal de Toledo conserva varios positivos que en su día llenarían un antiguo álbum personal. Del autor sabemos su vinculación a una linajuda familia. La madre, Isabel Allendesalazar y Muñoz de Salazar , era ahijada de Isabel II, hermana de Manuel Allendesalazar , que fue alcalde de Madrid y presidente del Consejo de Ministros. El padre era Luis de Landecho y Jordán de Urríes , conde de Superunda, diputado a Cortes y senador en tres legislaturas, de profesión arquitecto, muy afecto a los estilos «neos» medievales y al moderno eclecticismo. Entre sus trabajos están el Ateneo de Madrid y diversos palacetes privados. Fue miembro de la Real Academia de San Fernando y cercano a personajes de la vida cultural toledana en las primeras décadas del siglo, como el Conde de Casal. El 1912, Adolfo de Landecho se casó con la también aristócrata María Gutiérrez de Maturana y Valcárcel , nieta de los marqueses de Medina.

La actividad fotográfica de nuestro personaje debió desplegarla al hilo de sus muchos viajes por España reflejados en las imágenes que han aflorado en internet en páginas de ventas y subastas. En ellas se visualizan paisajes alaveses, vizcaínos, valencianos, de Cataluña, Andalucía, Extremadura, Madrid, Segovia o La Alcarria entre otros lugares, en los que emergen personajes, escenas, monumentos, laboreos, etc. En la prensa de 1924 es asidua la mención de Adolfo de Landecho asociado a un concurso fotográfico promovido por la firma de cosméticos Gal , en torno al tema Jardines de España con el anuncio de varios premios en metálico. En el certamen intervino como miembro del jurado junto al vicepresidente de la Real Sociedad Fotográfica, el conde de la Ventosa, el fotógrafo profesional Antonio Prast y dos personas de la empresa. Digamos que dos premios menores recayeron en sendas fotografías de Luis Huidobro y de Otto Wunderlich que habían elegido como motivo el jardín de la Casa del Greco.

Las fotos toledanas de Landecho

En cuanto al material consultado en el Archivo Municipal de Toledo señalemos que el fondo reúne veintiséis positivos en papel, fechados entre 1916 y 1923 fruto de diversas visitas a la ciudad. El lote reúne cuatro páginas con dieciséis vistas (de 6,3 x 6,3 cm) montadas en hojas de un álbum; una cartulina más agrupa ocho pequeñas fotografías de contenido diverso. La mayoría parecen tomadas al paso de sus periplos urbanos y por su entorno. Faltan muchos enclaves del histórico patrimonio, tan solo dos tomas del claustro catedralicio y vistas de la puerta del Cambrón, del exterior de la iglesia de San Sebastián, del castillo de San Servando y de los dos puentes medievales. Más peculiares son dos fotografías de mayor tamaño, plenamente cercanas al pictorialismo entonces vigente. De todo este conjunto nos inclinamos ahora a seleccionar algunas imágenes a partir de ciertos detalles singulares o por su composición.

En una hoja de álbum, fechada el 14 de febrero de 1922, Landecho nos deja una animada plaza de la Estrella ante el pórtico enrejado que tuvo la iglesia de Santiago del Arrabal hasta 1958. En el borde izquierdo se atisba, seguramente, un acompañante del fotógrafo con una cámara en la mano, quizá una pocket de fuelle que entonces comercializaba la casa Kodak . En otra foto contigua, con el Palacio Arzobispal detrás, nos mira un personaje de blanca perilla, sombrero y gabán con otra máquina en ristre. Debajo un rotulo manuscrito le identifica como Manuel Amuriza , un activo fotógrafo aficionado de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, con quien debió coincidir en una misma visita a la ciudad. De este autor, en el blog Toledoolvidado, Eduardo Sánchez Butragueño incluye una vista del Hospital de Tavera y del barrio de las Covachuelas, tomada desde la orilla izquierda del Tajo, en marzo de 1914. Es una temprana imagen en color conocida como autocromo , un sistema patentado por los Lumière en 1903 que perduraría en el mercado largos años.

Escenas captadas y recreadas

Volviendo al legado toledano de Landecho, destacamos tres fotos fechadas el 3 de marzo de 1923 . La primera recoge un grupo de personas en la arenosa orilla del Tajo, bajo la Casa del Diamantista y, al fondo, el bastión rocoso del Cerro del Bu. La segunda es una escena tomada desde la parte baja de Arco de Palacio; detrás se ve parcialmente el Ayuntamiento al tiempo que una mujer, cuyo atavío semeja el de las vendedoras bargueñas que acudían a Toledo, inicia su fugaz paso hacia la cámara. La tercera instantánea presenta un carro cargado de sacos que arrastran tres mulas para bajar desde el puente de Alcántara hacia el paseo de la Rosa, mientras varias personas circulan por aquel lugar, obligado paso para los usuarios del ferrocarril.

Por último, elegimos dos positivos, (de 1914), deudores del referido pictorialismo con figurantes femeninas y elegidos atuendos. Así una figura enmarcada por un arco de herradura de la mezquita del Cristo de la Luz evoca una escena de exótico sabor moruno, algo muy patente en la época como lo demuestra la nueva Estación de Ferrocarril de Toledo que Narciso Clavería –arquitecto y fotógrafo- ideó en 1911. En el segundo positivo vemos a dos aparentes novicias de blanco hábito que nos acercan a la recoleta vida conventual en una galería del renacentista patio del Hospital de Santa Cruz. Con ambos ejemplos, comprobamos que Adolfo de Landecho, además de cultivar la instantánea callejera y paisajística, practicó la corriente pictorialista para demostrar que, más allá de la mecánica captura de la realidad con el disparador de una cámara, era posible otorgar a la fotografía una artística creación capaz de despertar las mismas emociones expresivas que había abordado la pintura romántica del siglo XIX.

Rafael del Cerro, historiador y autor de la sección 'Vivir Toledo' ABC
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