Una hora con el Rey Felipe VI

La doctora González Barderas y el apicultor Diego Jiménez son dos castellanomanchegos que han sido galardonados esta semana con la Orden del Mérito Civil en el Palacio Real

María Eugenia González Barderas recibe la condecoración de manos del Rey Felipe VI Casa Real

Iván del Dedo Martín

En ocasiones, por diversos motivos, el día a día nos recuerda que solo hay una persona que nos puede impedir llegar muy alto. Esa persona es la que nos mira todos los días desde el espejo. Sin embargo, en cada uno de nosotros está escondida la virtud de encontrar nuestras lagunas y convertirlas en bonitos parajes, donde acudir tan solo para coger fuerza y no para escondernos o alejarnos, solo momentáneamente, de nuestros miedos.

Y solo una vez conseguido el reto más difícil que se nos presenta, el de superar nuestras propias barreras y ser la mejor versión de nosotros mismos, podremos empezar a soñar con metas más lejanas, cosas que, a priori, ni nos planteamos; sueños que solo el tiempo convierte en realidad.

En este contexto de un sueño cumplido, como ver la meta tras una larga maratón, se encuentran la investigadora de Toledo María Eugenia González Barderas y el apicultor de Liétor (Albacete) Diego Jiménez García, que recibieron la Orden del Mérito Civil el pasado miércoles 19 de junio. En el acto, celebrado en el Palacio Real durante una hora, estuvieron presentes 41 ciudadanos procedentes de toda España por ser considerados un ejemplo para la sociedad civil. La entrega, de manos de Felipe VI, coincidió con el quinto aniversario de su proclamacióncomo rey de España.

La finalidad de esta distinción es premiar a aquellos que han prestado « relevantes servicios al Estado , con trabajos extraordinarios, provechosas iniciativas o con constancia ejemplar en el cumplimiento de sus deberes», según la propia Casa Real.

Una de esas personas es María Eugenia, doctora en Bioquímica y Biología Molecular, quien desde 2006 es la responsable de grupo del laboratorio de Fisiopatología Vascular del Hospital Nacional de Parapléjicos-Sescam. La toledana reconoce, muy emocionada, que ese momento ha sido uno de los más importantes de su vida. «Me siento muy afortunada, feliz y también, por qué no decirlo, nerviosa. Siento que la educación que nos dieron mis padres a mi hermana y a mí, basada en ser mujeres libres, independientes y autosuficientes, ha tenido su recompensa», declara González Barderas con orgullo. «Es uno de los mejores regalos que les puede hacer a sus padres», recalca la científica, quien recogió su condecoración en presencia de la Reina de España y de las infantas Leonor y Sofía.

«Cuando me llamaron de Protocolo de la Casa Real, no me lo podía creer -admite la científica-. Me siento muy afortunada de que se reconozca todo el trabajo que venimos desarrollando desde hace años en el laboratorio de Fisiopatología Vascular del Hospital Nacional de Parapléjicos». En este centro, la doctora González Barderas es también, desde 2013, la jefa del servicio de Proteómica, además de formar parte de la directiva de la Sociedad Española de Proteómica (Seprot).

«Siento que la educación que nos dieron mis padres a mi hermana y a mí ha tenido su recompensa»

Lejos del protagonismo individual que conlleva el premio, piensa que este reconocimiento « es algo bueno para la comunidad científica, en general, y para la de Castilla-La Mancha, en particular, ya que es importante que se sepa que fuera de Madrid y de Barcelona también se hace ciencia de calidad». Pero lamenta que « en España la ciencia no tiene el papel que se merece , la inversión de los planes nacionales es mínima y los laboratorios sobreviven como pueden, consiguiendo grandes resultados con mínimos recursos». No obstante, espera que «el apoyo de los Reyes a la ciencia se traduzca en más inversiones en I+D+I».

Sobre el deber que pueda conllevar esta insignia, la jefa del servicio de Proteómica del Hospital de Parapléjicos reconoce que «la responsabilidad es algo que se lleva en el ADN» . «Esta condecoración es un chute de energía y positivismo que nos han dado», proclama González Barderas, quien lidera también uno de los nodos de trabajo del Proyecto Proteoma Humano (HPP), en el que participan 25 países.

Este programa es un ambicioso estudio que tiene como finalidad principal la identificación y la cuantificación de todas las proteínas codificadas por los más de 20.000 genes que componen el genoma humano, tanto en tejidos normales como en patológicos. Además del Hospital Nacional de Parapléjicos, la participación española incluye otros 13 laboratorios, distribuidos por toda la geografía nacional y que pertenecen al CSIC, a diversas universidades, hospitales y centros de investigación.

«Esta condecoración es un chute de energía y positivismo»

Sin embargo, en el lugar de trabajo de Diego Jiménez García no se habla tanto de proteínas codificadas ni de genes. Este albaceteño del pequeño pueblo de Liétor (1.200 habitantes) se dedica a la producción, envasado, venta y reparto de miel. Es una pasión y una forma de vida que le viene heredada de su padre y de su abuelo. Además, cabe destacar que era el único del sector de la apicultura presente en el acto organizado por la Casa Real.

Diego, orgulloso de su trabajo, echa la vista atrás para recordar cómo no le gustaba estudiar y desde pequeño le inculcaron los valores del campo , por lo que decidió abrazar este sector. «Hay que conocerlo muy bien para saber las maravillas que hay en él», defiende el único apicultor que fue reconocido en el acto organizado por la Casa Real.

«Creo que mi apuesta por quedarme en el pueblo, en una zona desfavorecida, teniendo 24 años, una explotación de colmenas bastante grande y haber peleado mucho por conseguir las cosas, es lo que llevó a la Casa Real a creer que podría merecer este premio», intuye.

Diego Jiménez García, durante la imposición de la Orden del Mérito Civil Casa Real

«La apicultura es una herencia de mi abuelo y de mi padre, que siguió con el ejemplo»

«Es una satisfacción que el Rey de España te condecore con la Orden del Mérito Civil, y supone una felicidad muy grande », evidencia este joven de 24 años. Esta condecoración le hace sentir que ha estado haciendo bien su trabajo «y peleando cada día más por lo que te gusta». Para terminar, Diego concluye con una reivindicación: «Hay que apoyar mucho, sobre todo desde las instituciones, el mundo de la apicultura» .

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