«Ayudamos antes al ciudadano que a nosotros mismos»

Pablo y Ángel son conductores de una quitanieves de 24 toneladas en Toledo, donde el temporal Filomena ha dejado una descomunal nevada que no se recordaba desde 1904

Pablo retira con una pala nieve en un acceso al hospital Virgen del Valle antes de que el camión actúe con la cuchilla/ En la vídeo, Ángel explica una maiobra mientras conduce la quitanieves Manuel Moreno

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Vamos a ayudar antes al ciudadano que a nosotros mismos», sentencia Pablo horas después de comenzar su jornada de madrugada. Es uno de los dos conductores que se alternaban este domingo al volante de una pesada máquina quitanieves en Toledo. Es el mismo vehículo que lleva trabajando sin descanso en los accesos al hospital Virgen del Valle desde que el temporal Filomena empezó a azotar duramente la capital de Castilla-La Mancha y alrededores.

«Cuando la gente nos ve pasar, se alegra», cuenta este padre de dos hijas ya mayores (de 26 y 16 años), que apenas le han visto su poco pelo desde que la borrasca empezó a escupir una nevada histórica. Un fenómeno sin precedentes en la comunidad autónoma desde 1904 según Nacho Hernando, consejero de Fomento del Gobierno de Castilla-La Mancha.

Pero Pablo aclara que se trabaja según las prioridades y con el primer objetivo de abrir las vías principales de una ciudad, como en la capital regional, donde confluyen carreteras de cuatro titularidades: estatal, autonómica, provincial y municipal. «Yo, que vivo en el paseo de la Rosa en Toledo, me quedé atascado yendo a casa, me rescataron y hasta hoy, domingo, no he podido sacar mi coche», desvela Pablo.

Rubén, Pablo y Ángel, en el Valle este domingo Manuel Moreno

Eso de estar alejado de la familia estos días de tempestad lo lleva peor su compañero Ángel, padre de una niña de 10 años y un chico de 4. «Desde que comenzó el temporal, apenas los he visto», dice con anhelo tras la mascarilla de color rojo que su empresa le ha proporcionado para protegerse del covid-19.

Ha estado dos días sin pasar por casa, con jornadas larguísimas de trabajo, en las que ha descansado lo justo en las instalaciones de Lozoya. Esta empresa es una de las dos firmas concesionarias del mantenimiento de las carreteras -unos 1.000 kilómetros- que dependen de la Diputación provincial. «Se están las horas que se necesiten cuando es una emergencia», afirma Ángel, quien reconoce haber pasado mucha tensión estos días «porque no sabes lo que te vas a encontrar».

Es el otro conductor de la quitanieves, que alterna con Pablo al volante cada tres o cuatro horas. Sin embargo, no llegan a estar con los brazos cruzados cuando van de copiloto. Mientras uno arremete el camión contra su objetivo, el otro dobla el espinazo en la carretera y retira con una pala de aluminio la nieve que la máquina no puede echar a la cuneta con la cuchilla. También avisa de posibles obstáculos ocultos debajo de un manto blanco.

Cambio de cuchillas antes de la jornada Lozoya

Con seis años de experiencia conduciendo un vehículo de estas características, Ángel no se atreve a calcular cuántas veces habrá pasado por la carretera del hospital geriátrico del Valle limpiando y echando sal con un esparcidor para evitar el hielo.

Su camión quitanieves, el más curtido de la flota de la empresa en estas lides, pesa unas 24 toneladas cuando va cargado de sal, por lo que requiere pericia al volante y conocerse cada palmo de una carretera. Y uno se da cuenta de ello al ver cómo maniobran el vehículo en pocos metros cuadrados para girar en una curva nevada y cerrada, o en una zona donde la nieve se resiste y la cuchilla del camión no llega. Salvando las distancias, a uno se le viene a la cabeza la doma de un caballo cuando la máquina se mueve hacia adelante y hacia atrás, como si fuera un baile. Porque perder el control de esta máquina es más fácil de lo que un lego pueda imaginar. Aunque no lo crean, este mastodonte también derrapa en el hielo y se queda atascado en la nieve. Entonces tiene que ser remolcado por otros elementos esenciales en estas tareas en las carreteras: las palas cargadoras y las motoniveladoras, sin olvidarse de los tractores que están ayudando a limpiar calles de los pueblos sacudidos por Filomena.

Empujar con mucha fuerza

Dentro de la quitanieves de Ángel y Pablo el ruido es muy alto cuando trabajan. Porque la embestida contra su enemigo requiere una subida de revoluciones del motor que ensordece. «Tenemos que ir lanzados, no se puede parar; por eso la gente verá que las quitanieves circulan muy deprisa», recalca Ángel. «Pero si hay un buen tomo de nieve y no se puede mover, «no queda otra que dar marcha atrás y empujar de nuevo con mucha fuerza», como comprobó ABC.

Carga de sal antes de salir a las carreteras este domingo Lozoya

Pero detrás de una quitanieves no sólo están los dos conductores. Ángel contabiliza hasta una veintena de profesionales. Uno de ellos es Rubén, ingeniero civil y coordinador en Lozoya. Natural de Huete (Cuenca), a sus 36 años no recuerda un temporal de nieve como el de Filomena. Asegura que, en casos así, las empresas dedicadas a la conservación de carreteras se aprovisionan de medios y aumentan sus reservas de sal.

«Sin embargo, cuando hay una nevada de estas dimensiones, es imposible llegar a todos los sitios», constata Rubén, quien anoche preparaba la jornada del lunes y apenas ha pisado su casa estos días. Tan poco, que su hija de 4 años le telefoneó este domingo, después de salir de madrugada, para preguntarle por qué trabaja tanto ahora. «Porque hay que quitar la nieve de las carreteras para que la gente pueda circular», respondió a su pequeña, quien le había pedido que no retirara el manto blanco de su acera para poder jugar con él.

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