Rubén Pinar, saliendo a hombros de la plaza de toros de Albacete el 17 de septiembre
Rubén Pinar, saliendo a hombros de la plaza de toros de Albacete el 17 de septiembre - EFE
TOROS

La remontada de Rubén Pinar

El torero de Tobarra ha sido el triunfador de la reciente feria de Albacete tras cortar seis orejas y salir a hombros dos tardes. Este domingo torea en Madrid y su nombre vuelve a sonar

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Con 14 años, Rubén Pinar Rubio (Tobarra, 1990) cogió el macuto y se fue a torear a México, ya que en España era demasiado joven para ponerse delante de un toro. Con 18, Pinar tomó la alternativa en Nimes (Francia) y tocó el cielo en Madrid: abrió la Puerta Grande en la plaza de Las Ventas. Con 23, una cogida en la ganadería de Nazario Ibáñez, toreando a puerta cerrada, le produjo un coágulo en el cerebro que estuvo a un tris de llevarle al otro mundo.

Con 26, y tras varios años en los que se ha vestido de luces poco o nada, Pinar ha sido el triunfador de la reciente feria de Albacete al cortar seis orejas y salir a hombros dos tardes.

Ha ganado todos los premios posibles: el Trofeo Dámaso González, que otorga el Ayuntamiento de Albacete; el del mejor toreo al natural, del Club de Abonados, o el premio «Pedrés» al mejor toreo con el capote, que concede la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid.

«Ojalá la remontada que estoy llevando se consolide y podamos abrirnos camino de nuevo en todas las ferias», dice el protagonista, que este domingo torea en Madrid. Con este último paseíllo, Pinar concluirá la temporada con nueve festejos. Una cifra modesta para quien hace seis años toreaba 40 tardes al año, pero aquella era otra etapa. El torero de Tobarra es consciente de que ahora hay que «ir subiendo escaleras poco a poco». Quizás porque antes las subió todas demasiado rápido y el tortazo llegó a la misma velocidad.

—¿Le perjudicó triunfar con 18 años?

—Totalmente. No me benefició. Tuvo sus pros y sus contras, y cometí errores. A lo mejor creía que ya había conseguido ciertas cosas, aflojé sin darme cuenta y me pasó factura. También debido a decisiones que uno toma fuera de la plaza en las que se equivoca y, sobre todo, a querer acomodarme inconscientemente.

El 7 de junio de 2009, Rubén Pinar salió a hombros de Las Ventas tras cortar dos orejas a un lote de Alcurrucén. Llevaba pocos meses como matador y en dos años toreó más de 80 corridas. Un éxito tan repentino como difícil de asimilar que le hizo caer en un bache. Cuando estaba saliendo del pozo, en diciembre de 2013 llegó el segundo mazazo con el coágulo, este mucho más fuerte ya que su vida estuvo en juego.

Ataques de epilepsia

A Pinar todavía le quedan secuelas de aquel percance. «Por la cicatriz que tengo en el cerebro, me dan ataques de epilepsia cuando no llevo una vida ordenada, aunque con el tiempo cada vez estoy mejor. Tengo un tratamiento fuerte. Al principio también me costó mantener el equilibrio, los reflejos, pero ahora estoy prácticamente al cien por cien», dice.

Su vuelta a los ruedos le deparó un sitio diferente al que tenía en su primera etapa como matador. Ahora es habitual verle con las corridas más duras: las de Samuel Flores, Victorino Martín, Cuadri... Pinar se lo toma como parte de esa remontada con la que quiere llegar a la meta. En su caso, ser figura del toreo.

«Si para serlo tengo que matar este tipo de corridas, lo haré. Si pudiera elegir, que ahora mismo no puedo, me gustaría matar las ganaderías que más me propiciasen hacer mi toreo, pero ahora mismo me agarro a un clavo ardiendo», explica.

Que el de Tobarra consiga o no su sueño, lo dirá el tiempo. Lo que dice el presente es que se trata de un torero «feliz, porque veo que todos los momentos que he vivido han merecido la pena. Esperamos rematarlo en el futuro».

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