La música de Bach se pasea por Canarias

El festival dedicado al barroco en Las Palmas cumple cinco años con un concierto que resume todas sus buenas motivaciones

Cathaisa Perdomo

El Festival Bach es una rara muestra de sensatez en materia de gestión cultural y quizá deba atribuirse sus mejores virtudes al hecho tan simple de que sus directores artísticos sean foráneos. En su quinta edición, ha vuelto a ser una esperada cita de Semana Santa en Las Palmas, con un repertorio centrado en el barroco y con la clara vocación de ser escaparate de nuevas figuras.

El programa de «Bach concertante» fue ameno e ilustrativo de las intenciones declaradas por Michael Gieler desde hace cinco años. Arias de «Rodelinda» y «Tamerlán», de Haendel, con previa explicación de su intérprete, el siempre correcto Manuel Gómez Ruiz, son una acertada forma de empezar con buen pie un día memorable.

A ello le acompañó un Vivaldi en su vena más espléndida, con una ejecución de humor excepcionalmente variado en las manos del canadiense Kerson Leong, que a sus apenas 22 años ya ha debutado en el Carnegie Hall. Su vigor en el violín, si consigue sofocar ciertos excesos testosterónicos, lo puede llevar a muchos otros grandes escenarios de la escena mundial. Los tonos suaves y el resplandor de las ideas musicales de mayor ternura del cura veneciano aparecieron junto con los grandes gestos en la digitación que requería la partitura. Gran aplauso del público, más sabedor y conocedor –casi no había políticos– que en otras citas más financiadas con dinero del contribuyente.

El debut en Gran Canaria del tándem Julie Moulin-Lucie Horsch (33 y 20 años), francesa la primera, holandesa la segunda, fue la buena excusa elegida para traer al siempre generoso Telemann, que en vida fue más reconocido que el propio Bach y para quien era una prioridad hacer llegar la música al gran público. Las flautistas firmaron una catarata de ritmos maravillosamente elásticos, con articulación clara y precisa, entonación perfecta, gran refinamiento en la formación de frases y un verdadero dominio de la lógica de la música.

Otra muestra de tino fue la inclusión de Giuseppe Sammartini (no Giovanni Battista, su hermano, como señalaba con error el programa de mano), para lucimiento sin estridencias de la joven Horsch, siempre con un soporte orquestal sólido, de la bien escogida formación que se ha reunido para el festival. En resumen, una sesión inmensamente agradable, con un programa mucho más libre de clichés de lo que a veces se espera en intérpretes de tanta juventud.

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