Panorámica de Lanuza
Panorámica de Lanuza - F. SIMÓN
SOCIEDAD

Lanuza: el pueblo resucitado

Lanuza fue expropiado para la construcción de un pantano que iba a anegar el casco urbano. Finalmente no fue así y sus vecinos compraron el pueblo para rehabilitarlo. Han puesto de su bolsillo más de medio millón de euros para salvarlo de la desaparición

ZARAGOZA Actualizado: Guardar
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En el corazón del Valle de Tena, enmarcado por los Pirineos y bañado por el pantano de Lanuza se encuentra el pueblo que le da nombre. Un pequeño municipio, que a penas superaba el centenar de habitantes, y que el siglo pasado fue expropiado para la construcción de un embalse. Como ocurrió en otros pueblos pirenaicos, su casco urbano iba a quedar sumergido bajo las aguas del pantano. Sin embargo, la de Lanuza no es una historia al uso, ya que muchas de sus casas se salvaron de la inundación y sus antiguos propietarios, tras años de trabajo e inversiones, han logrado resucitarlo.

Lanuza era una localidad próspera, eminentemente ganadera, y con las expectativas de futuro puestas en las estaciones de esquí que por aquel entonces comenzaban a perfilarse en el Valle de Tena.

Era la década de los 60 y en el pueblo vivían unos 200 vecinos. Sus vidas dieron un giro de 180 grados cuando se anunció la construcción del embalse de Lanuza para regular el río Gállego, con una cota 1.286 metros. El pueblo iba a ser anegado y por tanto tenía que ser expropiado.

Poco a poco, los vecinos fueron abandonando sus casas, dejando atrás el pueblo que les vio nacer y crecer. Todos sus recuerdos y su pasado se quedaban en Lanuza. Sallent de Gállego, Sabiñánigo, Jaca o Huesca fueron los destinos elegidos por la mayoría. Se marchaban de la que había sido su casa, pero lo hacían con la idea de regresar más pronto que tarde.

El 6 de mayo de 1976 se cerraron las compuertas del embalse. Comenzaba entonces la fase de carga. Y a la par que el pantano se iba llenando poco a poco de agua, el pueblo se vaciaba de vecinos. Un año después, la carretera que daba acceso al pueblo quedó cortada y en 1978 Lanuza pasó a ser un pueblo fantasma, deshabitado. Sus calles se quedaron vacías. Fue el 21 de enero de 1978 cuando los últimos vecinos abandonaron sus casas.

Se cerraba así un capítulo de la historia de Lanuza, un pueblo que estaba llamado a sucumbir ante las aguas del pantano. Con su construcción quedaron anegadas 114 hectáreas de terreno dedicadas principalmente a pastos, además de una parte del núcleo urbano de Lanuza. Sin embargo, las previsiones de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) no se cumplieron, y el agua solo inundó las casas más bajas del pueblo. La cota máxima pasó de 1.286 metros a 1.275,5, es decir el núcleo urbano que quedaba por encima del nivel de seguridad del embalse y Lanuza salió a flote.

«Nosotros nunca le perdimos la pista ni al embalse ni al pueblo y cuando vimos que las previsiones iniciales no se cumplían y que el casco urbano se salvaba decidimos recuperar lo que era nuestro». Quien habla es uno de los vecinos que impulsó, junto con otros propietarios la recuperación de Lanuza.

El renacer del pueblo

La década de los 90 comenzaba a vislumbrarse cuando estos vecinos iniciaron una dura batalla legal para volver a sus casas. No lo tuvieron fácil, pero la ilusión por regresar al pueblo que les vio nacer pudo con todo. En 1992 la CHE inició la reversión de los terrenos. Se fijaron unos precios y los vecinos poco a poco fueron recuperando sus casas. Eso sí, pagando por ellas. Lo primero que solicitaron fueron los terrenos de la iglesia. «Para nosotros era un símbolo y por nada del mundo queríamos que se viniera abajo».

Habían pasado quince años lejos de Lanuza y la estampa que se encontraron al regresar no fue nada alentadora. El pueblo había sido expoliado y todos los elementos de valor desaparecieron del mapa. Madera, puertas, ventanas, rejas, piedras... No dejaron nada. Así que tocaba empezar de cero.

Crearon una asociación de vecinos con los antiguos propietarios para impulsar la rehabilitación. Eran quince socios. «Pusimos el dinero de nuestro bolsillo y con nuestras manos en los fines de semana comenzamos a recuperar Lanuza», explica. Calcula que en todo este tiempo habrán invertido más de medio millón de euros cada vecino. A esto hay que sumar lo que cada uno de ellos ha gastado en comprar y rehabilitar su vivienda particular.

En los primeros años recuperaron la iglesia, realizaron la traída de agua potable al pueblo, construyeron un depósito nuevo y rehabilitaron el antiguo ayuntamiento y las escuelas. Desde entonces no han parado de trabajar y ya hay 32 edificios rehabilitados y 68 viviendas. Además, Lanuza cuenta con un hotel, un restaurante y una casa rural. Todo ello fruto del esfuerzo y la tenacidad de sus vecinos que no dejaron morir a un pueblo que estaba condenado a ello.

Y por eso se han convertido en todo un referente para otros pueblos que están en su misma situación. «Han venido de otras zonas de España, como Burgos o León, para interesarse por lo que hemos hecho en Lanuza, que es algo pionero en España», asegura este vecino. «Somos un ejemplo para muchos, pero nosotros lo único que pretendíamos era volver a llenar de vida nuestro pueblo».

Y en ello continúan. En los últimos años han hecho una ludoteca y un parque para los más pequeños. «Y todo esto sin una sola subvención. Todo viene del dinero de los vecinos y de lo que obtenemos por la venta de la lotería de Navidad». A lo largo de estos años, el Gordo les ha dejado algún pellizco que han utilizado para dotar de nuevos equipamientos al pueblo.

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