Testimonios del adoctrinamiento: Diez años de «lluvia fina» independentista

«La tensión en el ambiente pesa y el miedo ha llegado a existir, al menos en mi instituto», narra una estudiante

El adoctrinamiento ha creado situaciones de aislamiento y violencia para los no independentistas PEP DALMAU

Esther Armora y Miquel Vera

(El texto es transcripción del testimonio de Joana R. P., estudiante de Bachillerato en Barcelona)

Después de más de diez años dentro del sistema educativo público catalán me he percatado de que estoy tan acostumbrada a la contaminación política en la educación que a veces no asumo la gravedad del asunto. Redactando estas palabras he rememorado experiencias escolares que ahora mismo me resultan inaceptables. Para empezar considero que es directamente una imposición el hecho de ver carteles en las paredes de mi escuela primaria que dicen «juguem en català!» . Yo con ocho años no lo comprendí, ahora me doy cuenta gracias a este ejemplo, que este adoctrinamiento ha estado desde el primer curso. Es una lluvia fina que va calando en la piel de los alumnos durante toda su escolarización. Esto se percibe también en los contenidos de las materias que se imparten; El castellano solo está presente en las clases de español. Se imparten clases en inglés como lengua vehicular de otras asignaturas pero no en español. Además, en la ESO no se llega a hacer una asignatura de historia de España como tal, esta solamente existe en el último año de bachillerato. Me da la sensación de que en primaria todo se centra más en la lengua, pero afecta impacta hasta en las fiestas escolares. Recuerdo que los niños queríamos hacer Halloween en otoño, y el centro y la exaltación tradicional catalana constante nos forzaba a celebrar la «castanyada». Alumnos y profesores la hacíamos cada año sin ninguna emoción.

En el instituto las cosas empezaron a torcerse aún más de lo que ya estaban en la primaria. Una profesora, el primer día de clase, pidió que los alumnos que se consideraban independentistas levantaran la mano . Posteriormente, procedió a explicar su ideología política. Habló mucho de sus experiencias (mañas) en España. En las asignaturas, más. No aprendemos de la historia del país en general, todo se centra en Cataluña, aunque creo que no se puede entender Cataluña sin hablar España. Los profesores y los libros de las asignaturas de historia son los que tienen un tono político más descarado. Nos daban una visión de un tema (la revolución industrial, por ejemplo) y dedicaba horas a relatar cuánto mejor había sido en Cataluña que en el resto de España, como sobresalía. Así casi con todo. Llegaron a decirnos que Cataluña había sido independiente en momentos de su historia. Los mapas son un tema aparte. Hay planos en los que se marca las diferencias Cataluña-España por todas partes, también en los libros de lengua se usa bastante el concepto «países catalanes». En un examen de literatura catalana se nos pidió que utilizáramos poemas de autores catalanes de «la Renaixença» que exaltaba los valores nacionalistas del siglo pasado para conectarlos con la situación actual y dar nuestra opinión. Algunos alumnos nos negados a contestar. Decíamos que eso era una pregunta política y no queríamos dar nuestra opinión. Seguramente teníamos razón porque la profesora de literatura catalana aceptó quitar la pregunta del examen. Más adelante, otra profesora también de literatura proyectaría un video de otro poema clásico catalán, recitado por un político independentista, Artur Mas.

Sí que es verdad que se agudizaron las cosas a partir del uno de octubre de 2017. Justo al día siguiente, los alumnos de muchos institutos se organizaron a través de una cadena de Whatsapp donde llamaban a no entrar a los edificios escolares ese día y quedarse en la puerta bloqueando el paso. Algunos alumnos intentaron entrar en el edificio mientras que otros se los impedían y los amenazaban con la inacción de los profesores. Ese día tampoco se les puso falta. Esa misma semana estaban convocados varios paros laborales. Mi instituto los realizó, no solo interrumpiendo las clases si no haciendo bajar a los alumnos al patio para que se manifestaran. Muchas veces bajé obligada a las concentraciones. No nos daban la opción de quedarnos en clase. Otras, algún profesor nos preguntaba mientras en el patio los alumnos y profesores gritaban a favor de la independencia sin parar.

Un año más tarde, celebrando el aniversario del 1-O, más de la mitad de los profesores llevaban lazos amarillos colgados de sus chaquetas y daban clases con ellos. Se permitió colgar en la entrada del edificio diversos carteles con fotografías de las manifestaciones del año anterior y con eslóganes como “Tu on eres l’u d’octubre?”. Me sorprende en parte que pocos o ningunos alumnos vieran todo esto como raro. Quiero pensar que es por falta de atrevimiento. La tensión en el ambiente pesa y el miedo ha llegado a existir, al menos en mi instituto.

En bachillerato comprobé como todas las huelgas convocadas por el «Sindicat d’Estudiants», un sindicato totalmente politizado, se aceptaban sin problemas por el profesorado. La dirección aseguraba que habría servicios mínimos sin ser eso cierto ya que al asistir al instituto esos días los profesores no daban clases con la excusa de que «faltaban demasiados alumnos». Las faltas siempre estaban justificadas. La última huelga general del 18 de octubre, la persiana del instituto estaba totalmente bajada. Hace días que no se avanza temario, y hora a hora, día a día, nos estamos quedando atrás. Algunos alumnos venimos a clase igualmente pero nos encontramos sin profesor, o sin temario que dar. Me da miedo el efecto que todo esto tenga en la selectividad que haré este año.

Una de mis últimas experiencias fue el 14 de octubre, el día que se publicó la sentencia del «procés». Todo el mundo estaba pendiente del teléfono en clase. Al salir la sentencia se paró la clase golpe y los alumnos quisieron salir del recinto justo cuando se supo la noticia. Los profesores los dejaron sin problema, de hecho los alentaban al no ponerles faltas. Dos semanas después, la normalidad aún no ha vuelto a mi instituto.

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