Acto promovido por la izquierda abertzale ayer en Bayona
Acto promovido por la izquierda abertzale ayer en Bayona - ÁNGEL DE ANTONIO

El supuesto desarme etarra apenas moviliza a 3.000 personas

Los «artesanos de la paz» apostaron por la vuelta a casa de los presos

ENVIADOS ESPECIALES A BAYONA Actualizado: Guardar
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Veintiséis grados y un sol espléndido acompañaron ayer en Bayona el «día del desarme». La izquierda abertzale estaba convencida de que movilizaría una vez más a miles de personas, y lo cierto es que las condiciones metereológicas facilitaban su apuesta. Y sí, movilizaron a unas 3.000, pero en el fondo había decepción porque la cifra era más modesta de lo esperado.

La verdad es que la jornada se había planteado como solemne, pero pronto derivó en festiva. Las calles estaban repletas y las terrazas a rebosar, especialmemnte en la zona de la Petit Bayonne, donde se concentra tradicionalmente el sector de la población más abertzale. A simple vista, desde luego, los bares hicieron una caja importante, lo mismo que los puestos callejeros.

Familias enteras, veteranos y también jóvenes aunque en menor medida que en otras convocatorias fueron llegando a una ciudad cuya mayor parte de ciudadanos vivió absolutamente ajena a lo que sucedía, a pesar de que su alcalde, Jean René Etxegaray, tuvo un papel destacado en los actos.

Para el gran público la cita era a las tres en la que se conoce popularmente como plaza de Santa María, pues ahí se levanta la Iglesia de ese nombre. Estaba llena, sí; pero no a rebosar, de modo que aunque las cifras de los organizadores llegaban a afirmar que se concentraban hasta 10.000 personas, un cálculo más objetivo, dada la zona ocupada por el público, se situaría en el entorno de las 3.000. Venidas, es verdad, de todos los puntos del País Vasco.

La izquierda abertzale había pedido a sus bases que no convirtiera la concentración en un acto de exaltación de ETA, pues el acto estaba organizado por la «sociedad civil». Éstas, justo es admitirlo, respondieron. Hubo, claro, algunos gritos a favor de los presos, pero ninguna referencia a la banda. Y tampoco dominaban las ikurriñas –se veía asimismo alguna estelada–, ni lashabituales banderas que piden el regreso de los reclusos al País Vasco.

La representación política fue asimismo discreta. Se vio, claro, a Arnaldo Otegui, con compañeros como Pernando Barrena, Joseba Álvarez o Martín Garicano. También estaban Pako Arizmendi (PNV) o Pello Urizar (EA), –personas con no demasiada proyección pública– así como representantes sindicales y miembros de Gure Esku Dago, así como el expreso de ETA, Josu Zabarte, conocido como el «carnicero de Mondragón». Este siniestro personaje, que subió al escenario, fue condenado a 615 años al imputársele 20 atentados y 17 asesinatos.

Precisamente los presos fueron buena parte del «leit motiv» del comunicado leído por los «artesanos de la paz», que abogaron por un cambio legislativo para que se solucione su situación, lo mismo que la de los refugiados y huidos. Y pidieron hacer a las víctimas –«a todas», claro, equiparándolas una vez más con sus verdugos– el centro del nuevo proceso que se abre ahora.

Los cierto es que no parece que sus anhelos hayan conmovido al Gobierno español, que una vez más reiteró ayer, en un comunicado, que solo espera el anuncio de la «disolución definitiva» de ETA, que debe «pedir perdón a sus víctimas y desaparecer, en vez de montar operaciones mediáticas para disimular su derrota e intentar sacar un rédito político de la misma». Por supuesto, el Ejecutivo no modificará su política hasta que eso no se produzca.

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