Sánchez «forever»

Es indiscutible que Sánchez acertó al colocar las elecciones generales antes que las locales

Pedro Sánchez, la pasada semana, durante un mitin de precampaña EP
Luis Herrero

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Si Sánchez no hubiera dado el golpe de mano de convocar las elecciones generales antes del 26 de mayo ahora estaríamos inclinados como exégetas sobre el libro de los muertos tratando de avizorar cadáveres políticos en los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas. Las sucias manos de mister d’hont no estarían distorsionando la proporcionalidad del voto y la voz de alarma de las encuestas habría convertido la sede de Ferraz en un lugar de llanto y crujir de dientes. La hipótesis de que los socialistas pueden perder todo el poder territorial que acumulan —Extremadura, Castilla-La Mancha, Valencia, Baleares, Aragón, Asturias— aún sigue sobre la mesa. El bloque de centro-derecha le saca cinco puntos al del de la izquierda. No olvidemos que en las elecciones locales apenas hay voto inútil. Tampoco refuerzos independentistas que desequilibren la balanza a lo Frankenstein.

No es en absoluto descartable que el 26 de mayo por la noche el mapa electoral que muestren los programas televisivos se quede sin los localizadores de color rojo que identifican las plazas gobernadas por el PSOE. En tal caso —de haberse mantenido el calendario inicialmente previsto— Sánchez se habría convertido en el gran culpable de la debacle de los suyos y hubiera tenido que encarar la campaña de las generales cargando a cuestas con un partido abatido y furioso. Los barones no le habrían dejado las manos libres para hacer y deshacer las listas a su antojo y se hubiera tenido que conformar con un grupo parlamentario plagado de diputados hostiles dispuestos a reeditar, corregidos y aumentados, los episodios rebeldes de 2016 que le costaron el cargo.

Es indiscutible que Sánchez acertó al colocar las elecciones generales antes que las locales. La prueba evidente es que estos días ha podido pararle los pies a Susana Díaz y a Javier Lambán, que pretendían colocar a sus hombres de confianza en las candidaturas del 28 de abril, y que hoy domingo el Comité Federal bendice unas listas sin moscas cojoneras que certifican el desarme total de los críticos. Al garantizarse el control de los grupos parlamentarios en el Congreso y en el Senado, Sánchez se asegura que en el peor de los supuestos —que la victoria en las generales no le alcance para seguir en Moncloa— su liderazgo no vuelva a convertirse en motivo de disputa. Y si gobierna, que nadie impugne su derecho a decidir sobre la vida y la muerte de los líderes territoriales que pierdan el poder que ostentan.

No hay duda, además, de que las perspectivas socialistas en las elecciones de mayo mejorarán notablemente si 28 días antes el partido es capaz de certificar, como predicen las encuestas, una victoria contundente. La alegría es contagiosa. Si la aritmética parlamentaria le abre las puertas del Gobierno, el efecto arrastre soplará a favor de los candidatos locales. En caso contrario, la victoria de una coalición a la andaluza llamará al electorado de la izquierda a una movilización masiva. Para muchos de ellos, el horror de la amenaza de Vox sobrepuja al de una nueva coyunda con el separatismo catalán. La alerta antifascista que ha provocado la estampida de votantes de Podemos hacia el PSOE —creen en Ferraz— aún puede sacar de su molicie a muchos abstencionistas.

En todo caso, pase lo que pase, con su apuesta por el adelanto de las elecciones Sánchez ha conseguido darle la vuelta a su situación personal. De ser percibido hace solo tres meses como la rémora que le costó la presidencia de la Junta de Andalucía a Susana Díaz ha pasado a convertirse en el principal activo electoral de la izquierda. Ya no hay quien le tosa. Pincho de tortilla y caña a que en esa nueva condición de amo y señor de la mitad del arco parlamentario tendremos que soportarle durante muchos años. Sánchez forever. Que sea en el Gobierno o en la Oposición dependerá de la inteligencia de los votantes de la derecha. No tiene los mismos efectos votar con las vísceras que con la cabeza .

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