¿Otro «sorpasso» prematuro?

Carece de sentido negar la evidencia de que la «marca PP» sufre un deterioro palpable y un desgaste alarmante para Génova

Saludo entre Albert Rivera y Mariano Rajoy EFE
Manuel Marín

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Ni la histeria colectiva es buena consejera, ni a estas alturas de la trayectoria política de Mariano Rajoy se va a dejar llevar por calentones demoscópicos improvisando soluciones. Son legendarias en el PP la lenta sedimentación de sus crisis y la digestión de los fracasos. El tiempo siempre fue un aliado para Rajoy y no es previsible que cambie de golpe su concepción de la política y la composición de sus equipos. Sin embargo, la sesuda reflexión del porqué de la pérdida progresiva de votantes y la teoría de no actuar nunca en caliente son compatibles con la exigencia de reformas porque el declive así lo demanda. El mensaje, como herramienta ideológica y de transmisión de valores y creencias conservadoras, le está siendo arrebatado por un partido… ¡de origen casi socialdemócrata! Algo falla .

Las encuestas han errado mucho en los últimos tiempos. Demasiado. Especialmente, cuando se publican tan alejadas de unos comicios. Pero carece de sentido negar la evidencia de que la «marca PP» sufre un deterioro palpable y un desgaste alarmante para Génova, que en algunas comunidades como Cataluña o la Comunidad Valenciana amenaza con ser crónico. Descubierta la pólvora, la sempiterna paciencia de Rajoy –nunca le fue mal, es la verdad- conduce a una primera conclusión: hace dos años había un pronóstico que se dio por hecho, el «sorpasso» de Podemos frente al PSOE. Ese «sorpasso» nunca existió… y faltan otros dos años para las elecciones.

El PP dispone de margen de reacción para conjurar sus males si es capaz de asumir un diagnóstico sincero, autocrítico y realista. La simple vía de atacar por atacar a Ciudadanos carecerá de efectos porque convertirá a Albert Rivera en una víctima . Rajoy deberá idear modos más sutiles de denunciar las debilidades y contradicciones de Ciudadanos, que no son pocas. La política va mucho más allá de la mera imagen. Pero Rivera es visto como un líder empático y Rajoy, no, de modo que el PP ha decidido fiarlo todo a la recuperación económica como gancho electoral, y ya no es suficiente. Es grisáceo.

Es cierto que a menudo los sondeos sobredimensionan las expectativas de Ciudadanos. Pero el PP ya no puede confiar en ello, ni en la apelación al «voto del miedo» como única opción ante un Podemos hundido, ni en el voto útil para la única derecha posible. Si son tantos los dirigentes del PP que en privado dicen exigir cambios a Rajoy, es poco explicable que en público callen. La disciplina de partido y la procedencia de lavar los trapos sucios en la intimidad son comprensibles. Pero si el debate es confuso a la vez que intenso, malo. El PSOE lleva así quince años.

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