«Nunca me habían escupido por hacer mi trabajo, por cumplir una orden»

Varios guardias civiles relatan episodios concretos de la violencia sufrida el 1-O

Banquillo de los acusados durante la declaración de varios guardias civiles EFE

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No se lo podrá quitar de la cabeza. Recibió puñetazos por la espalda, sufrió arañazos y vio a un compañero derribado por una silla metálica. Es teniente de la Guardia Civil con treinta años de profesión a sus espaldas , pero sigue marcado por el 1 de octubre de 2017, cuando se celebró el referéndum ilegal en Cataluña. «Lo que viví aquel día no se me va a olvidar nunca, una muestra de odio y desprecio... y he estado en sitios que no quiero nombrar». declaró uno de los diez guardias civiles que ayer testificaron en el juicio contra el plan secesionista ilegal.

Una nueva sesión en la que los agentes que estuvieron en el terreno, en los centros de la votación suspendida, describieron en primera persona la violencia que sufrieron en su actuación para impedir el referéndum ilegal. Otro testigo condensó esa sensación en una frase que resume la jornada: «Nunca me habían escupido por hacer mi trabajo, por cumplir una orden judicial».

Los guardias civiles continuaron relatando ayer la resistencia que encontraron para impedir el 1-O y detallaron los hostigamientos que sufrieron por cumplir la orden judicial. Estas acciones son los hechos concretos que sustentan la acusación por rebelión de la Fiscalía, que considera que los acusados aceptaron la violencia como un medio para alcanzar sus fines, la secesión catalana por la vía ilegal, uno de los debates centrales del juicio.

«Aquello derivó en una violencia inusitada. No había pacifismo por ningún lado, nos impedían que cumpliéramos el cometido que nos había encomendado la magistrada», manifestó un agente de la Guardia Civil que aquel día intervino en un instituto de Sant Joan de Vilatorrada, un municipio de la provincia de Barcelona. Este agente denunció que los Mossos d’Esquadra siguieron a la caravana policial de la que formó parte y aseguró que tuvieron que apartar a dos agentes autonómicos «con escudos» para poder entrar en el centro de votación.

Protesta en el instituto

La tensión acumulada ha llevado a este testigo a plantearse un cambio de destino. Sobre todo porque llegó a afectar a su hijo, alumno del instituto Sant Andreu de la Barca , donde se realizó una protesta contra la actuación policial el 1 de octubre, hecho que el agente denunció. «Mi hijo está orgulloso de su padre, quiere seguir mi profesión y no puedo consentir que le hagan salir a protestar por lo que hice el 1-O. El colegio está para enseñar».

Con su testimonio coincidió el agente que recibió varios escupitajos, que aquel día actuó en un punto de votación en la localidad de Sant Andreu de la Barca. «Nos empezaron a insultar: “asesinos, hijos de puta, fuera las fuerzas de ocupación"... Lo que más miedo me dio fueron las miradas. Me escupieron varias veces» , narró el guardia civil. «Yo fui a cumplir una orden judicial. A mí me ha quedado cómo me miraban, no sé si por desprecio o por odio, por mi condición de Guardia Civil», añadió. También criticó que ocho mossos les ignoraron al llegar, sin prestarles ninguna ayuda, y describió como un «muro infranqueable» la concentración de personas en el interior del centro, «con gente tumbada y tirada por el suelo». Un individuo se enzarzó «en una pelea» con un antidisturbio y le mordió en una mano, recuerda el testigo.

Otra agente que intervino en un centro de votación en San Martín de Sasgayolas relató también «el ambiente hostil y enrarecido» que se vivió aquella jornada. «Te insultaban, se burlaban de ti, como si se hubiera perdido la vergüenza, como si el sentido del respeto y de la autoridad se hubiera evaporado en horas» . Esta guardia civil narró ante el tribunal cómo les cortaron el paso con camiones y tractores y cómo a la entrada del colegio la gente, en línea con los brazos entrelazados, había colocado «mesas y sillas en forma de barricada».

Otro guardia civil puso como espejo de lo que sucedió en aquel otoño caliente la historia del País Vasco. «Compañeros veteranos me dijeron que en los principios del conflicto vasco (esto) se asemejaba muchísimo», manifestó sin aportar más detalles. «Se me grabó bastante la cara de odio extremo de un señor mayor, como si le estuviéramos quitando algo de su familia», relató sobre la incautación de casi 10 millones de papeletas en una nave industrial en Bigues i Reills, en el interior de la provincia de Barcelona. «Os mataremos», les llegaron a gritar según el guardia civil. Y aseguró que les escupieron y zarandearon los coches. Un relato que gota a gota ha ido derribando la tesis pacifista, de cánticos y claveles, que lanzaron los líderes secesionistas en sus interrogatorios en la primera fase de la vista.

Especialmente conflictiva fue la salida de la comitiva judicial de la sede de Unipost en Tarrasa. Dos guardias civiles aseguraron ayer ante el tribunal que el dispositivo de salida que diseñaron los Mossos les acabó metiendo en una «ratonera» , una calle en obras donde los manifestantes tiraron vallas al suelo y levantaron placas de aluminio que tapaban zanjas para que los coches policiales cayeran allí.

Agencia tributaria propia

También declaró ayer uno de los guardias civiles encargado del registro al al exsecretario de Estado de Hacienda de la Generalitat Lluís Salvadó. El testigo ratificó que el Govern ya había puesto en marcha toda la infraestructura para la creación de una Agencia Tributaria propia y que había encargado a IBM un programa informático de 240.000 euros. Entre la documentación intervenida a Salvadó, el agente reveló que se encontró un correo electrónico en el que la Generalitat pedía 11.000 millones de euros de financiación al gobierno chino. Este dinero, sumado a los 6.000 millones que recaudaban de los ayuntamientos, 4.500 de las empresas y 1.300 millones de ingresos propios era la cantidad que los gobernantes calculaban que necesitarían como punto de partida en la agencia que echaría andar tras la declaración de independencia.

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