Huelga en Cataluña

«A mí no me sufragan el paro»

Los piquetes fuerzan a numerosos comercios a bajar las persianas para aumentar el seguimiento de la huelga

El Mercado de La Boquería, en Barcelona, este martes durante la jornada de huelga Jaime García

E. ARMORA

Tres días después del referéndum ilegal, en plena oleada de protestas por las cargas policiales del domingo, Cataluña vivió ayer una jornada a medio gas por la huelga convocada por los sindicatos minoritarios y el «paro de país» promovido por CC.OO. y UGT.

La mayoría del pequeño comercio -un 90 por ciento según las patronales- cerró sus puertas o las dejó medio abiertas por temor a represalias y solo algunas grandes superficies optaron por levantar la persiana en un ambiente de máxima crispación. Fue un día difícil para los agnósticos de la causa independentista que decidieron abrir sus negocios y que tuvieron que cerrar por las acciones de presión de algunos manifestantes.

Uno de los momentos de máxima tensión se vivió a primera hora de la tarde cuando un grupo de personas con banderas de la CNT irrumpió violentamente en un Caprabo situado en el 538 de la Gran Via. Según testigos presenciales, «los alborotadores exigieron el cierre del local e incitaron a la gente a robar productos ».

En otros comercios, el acoso fue menos violento pero también lo hubo. Júlia, la encargada de una frutería de la calle Comte d’Urgell, explica que tuvo que resguardarse junto a su esposo en el trastero de la tienda cuando varios manifestantes golpearon la puerta y les gritaron: « ¡Persianas abajo ya! ». «He pensado que era mejor cerrar», dice la tendera a ABC. Frente a su frutería, Toni, empleado de una droguería, asegura que ha endulzado la versión. «Les han obligado de malas maneras a bajar la persiana», puntualiza. Los motivos que le han llevado a a él a trabajar son, según dice, económicos. «No soy funcionario ni estudiante. Si no trabajo me descuentan 100 euros. No me sufragan el día», dice.

La presión de los piquetes provocó que una empleada de una tienda de la Rambla de Cataluña se negara a comentar si apoyaba o no la huelga. « No podemos hablar », respondió a ABC. En la misma zona, dos trabajadores de una multinacional de zapatillas deportivas explicaban que la dueña les descontaría el sueldo si no trabajaban.

«Y hay que comer», aseguraron. Hubo comercios que se quedaron a medias, como la tienda de ropa infantil de Yolanda, de 41 años, que abrió por la mañana pero cerró por la tarde. Apoyaba los motivos del paro a medias: cerró por las cargas, pero abrió por que el 1-O «es una chapuza».

En los alrededores de la plaza Universidad, donde estaban citados los independentistas, la decisión de los comercios estuvo marcada por su presencia. Las tiendas de la calle Pelaio, sobre todo las grandes cadenas, funcionaron con normalidad a primera hora, entre las diez y las once. Cuando la masa de miles de jóvenes se congregó en dicha calle, desbordada de gente, todos los comercios bajaron sus persianas.

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