Muere Rubalcaba, el hombre al que el PSOE recurrió en sus peores momentos

En directo, últimas noticias de la capilla ardiente de Rubalcaba

Alfredo Pérez Rubalcaba Vídeo: Adiós emocionado en el Congreso a Pérez Rubalcaba (ATLAS)
Víctor Ruiz de Almirón

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El exvicepresidente del Gobierno y antiguo secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba falleció ayer a los 67 años de edad después de no superar el infarto cerebral que sufrió en la tarde del miércoles. Con Pérez Rubalcaba se va el último líder del viejo PSOE. El último dirigente socialista que desplegó su influencia y su poder en la última década del siglo XX y los primeros lustros del siglo XXI. Se despidió de su partido en 2014, tras tres décadas acumulando experiencia, poder e influencia .

«El PSOE no me debe nada. Yo se lo debo todo al PSOE », dijo en julio de ese año en el Congreso de su despedida. Una lealtad al partido que le llevó a evitar las declaraciones públicas contra la línea de la dirección política de Pedro Sánchez, que no compartía. Su malestar era conocido y se evidenció en su rechazo a ser el candidato a la alcaldía de Madrid cuando se lo propuso el presidente del Gobierno.

El Gobierno aprobó ayer un Real Decreto por el que se oficializaba el luto con motivo de su fallecimiento . Desde las 20 horas de ayer y durante todo el día de hoy la bandera española ondeará a media asta en todos los edificios públicos y en los buques de la Armada. Su capilla ardiente se instaló en el Congreso de los Diputados. El Salón de los Pasos Perdidos lo acogerá hasta las 14 horas de este sábado.

Desde la Casa del Rey se manifestaron «hondamente entristecidos» por la pérdida y se le agradecía «su permanente y profunda visión institucional y su alto sentido del Estado en su vida política de servicio a España». Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias transmitieron su pésame a la familia y reconocieron su trayectoria.

El esperado desenlace sumió en el luto al Partido Socialista Obrero Español, al que dedicó toda su vida desde que se afilió en 1974 y en el que lo fue absolutamente todo. La admiración y la animadversión que despertaba en sus propias filas se reproducían en las filas rivales. Con el ingrediente común del respeto que en casi todos sin excepción producía su figura. Algo que quedó demostrado ayer con el recuerdo y el pésame que se trasladó desde el resto de formaciones políticas. El arranque de la campaña electoral del 26 de mayo queda marcada por una pérdida que llevó a los partidos a suspender sus actos de campaña o reconvertirlos en homenajes.

La lenta y tensa espera

A las 15:30 horas de la tarde de ayer, quien fuera su jefe de gabinete, Gregorio Martínez, comparecía ante los medios de comunicación que esperaban a las puertas del Hospital Puerta de Hierro Majadahonda, donde el exvicepresidente del Gobierno permanecía ingresado en la UCI desde la tarde del miércoles .

Martínez comunicó la noticia y trasladó el agradecimiento en nombre de su esposa, Pilar Goya, del conjunto de su familia, de sus compañeros de la universidad, de sus alumnos y del conjunto de la familia socialista, «las muestras de respeto y de afecto que ha tenido a lo largo de los dos últimos días». A primera hora de la mañana fuentes médicas apuntaban a que todo seguía igual respecto a la víspera, cuando se había anunciado que su estado era de «extrema gravedad» y se apuntaba a lo crucial de las siguientes 48 horas.

Fuentes de su entorno ya reconocían por la mañana que no había ninguna mejoría y que solo quedaba esperar el desenlace. Y recordaban a «su corazón de atleta», que se resistió hasta el final. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, modificó su agenda para suspender su visita a Barcelona para seguir los acontecimientos desde Madrid. Poco antes de conocerse la noticia, la portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, comparecía con la voz quebrada tras el Consejo de Ministros para destacar a quien ocupara esa misma silla como «una persona excepcional, un hombre de Estado».

Ese fue el adjetivo que más se repitió ayer en los recuerdos a su figura por parte tanto de sus compañeros de partido como por sus rivales. El pesar en el PSOE es enorme, sin atisbo alguno de la animadversión que él y las personas que configuraban su entorno despertaban en la actual dirección. Un sentir mutuo. No en vano, fue Rubalcaba el autor de la expresión «Gobierno Frankenstein» para referirse a un pacto con Podemos y los independentistas. Lo cierto es que su malestar en los últimos años siempre se dejó sentir por cómo se apartaba a quienes habían sido sus lugartenientes. Vease Elena Valenciano o Soraya Rodríguez. Pero nada de eso se escuchó estos días. «Alfredo ha estado en la vida de todos nosotros. Como aliado, como padrino o como rival interno. Pero siempre como un referente», se confesaba ayer un dirigente socialista.

En las causas perdidas

De una trayectoria que arrancaba en la Secretaría de Estado de Educación en 1986 hasta su final, lo que más recordaban ayer los socialistas fue su papel protagonista en la lucha contra la banda terrorista ETA. «Su principal obsesión fue la de acabar con ETA y, pese a las múltiples dificultades, lideró este complicado proceso y lo logró», manifestó ayer el PSOE en un comunicado.

A Rubalcaba solo le faltó la presidencia del Gobierno. Al margen de eso lo fue absolutamente todo en política. Su condición de ministro de Interior (2006-2011) y su papel en la lucha contra ETA es lo más recordado. Fue su gran obsesión. Para ello guardaba en su despacho dos habanos para cuando fueran detenidos Txeroki y su sucesor.

Fumárselos fue su mayor logro en una carrera política plagada también de sin sabores y de episodios cuestionables. Para la derecha fue el gran archienemigo desde que el 13 de marzo de 2004, tras los atentados y en plena jornada de reflexión pronunció aquella frase demoledora: «Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta». Su poder como ministro de Interior y posteriormente como vicepresidente contribuyeron a incrementar una fama de maquiavélico y conspirador. Tampoco se ocupaba en exceso de confrontar esa idea.

Sus dotes para la comunicación, muy visibles en el parlamento, le sirvieron para sobrevivir a todo en el partido. Fue felipista, nunca dejó de serlo, luego apoyó a José Bono en el Congreso del año 2000 pero Zapatero terminó convirtiéndolo en su portavoz y sucesor. Y es que la historia del PSOE en las últimas tres décadas no puede escribirse sin mencionar a Alfredo Pérez Rubalcaba. Ministro de Educación y portavoz con Felipe González en la última parte de su mandato. Fue el hombre que afrontó cada viernes las ruedas de prensa en las que se preguntaba por los GAL, por Roldán, por la corrupción y por una incipiente crisis económica. Y aquello no lo calcinó. Aunque esos hechos alejaron al PSOE del Gobierno durante ocho años. Fue ministro de Interior, vicepresidente y portavoz con José Luis Rodríguez Zapatero en una promoción que se leyó como última carta de un Gobierno a la deriva. Y finalmente, candidato de un partido en unas elecciones perdidas de antemano y en las que pagó en sus carnes la gestión de la crisis económica. Rubalcaba fue así el hombre al que el PSOE recurrió en sus peores momentos.

De él se destacaba ayer su papel en la transición del reinado de Juan Carlos I a Felipe VI. Dimitió como secretario general por el mal resultado en las elecciones europeas de 2014 en las que surgió el fenómeno de Podemos. Pero gestionó los tiempos, conocedor de que la abdicación iba a producirse, para que el proceso se desarrollase con el PSOE en un momento de estabilidad y no en un proceso de división interna.

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