El pacto de los estreñidos

Ninguno de los socios protegidos de Sánchez le apoya y quienes sí se prestan a ello son tratados con indolencia y sin respeto

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en La Moncloa Jaime García
Manuel Marín

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Toda esa fanfarria aduladora que protege a Pedro Sánchez como una coraza contra su desgaste ha dado por inaugurada la operación de blanqueo del Gobierno para intentar readaptarlo a una legislatura tóxica de la que se intuye un final prematuro . Pero se trata de un blanqueo artificial e inútil, basado en la enésima operación cosmética ante la impotencia y la ineficacia. Sánchez no quiere reinventar los Pactos de La Moncloa, y aunque realmente su empeño fuese sincero -¿los habría despreciado con un ninguneo enfermizo a la oposición y a los empresarios?-, tampoco tendrían una sola opción matemática de prosperar.

Ya ni siquiera en la estética resulta creíble la parodia ideada por Sánchez. Hasta en los heroicos vídeos que difunde la propaganda oficialista aparece abúlico ante el ordenador, con gesto descreído, consciente de que su oferta es tan virtual como su cita con los partidos. Sus tres principales socios, esos gracias a los cuales es presidente, han desechado pactar de antemano. Quizás porque Podemos, ERC y el PNV ya sabían que todo es una impostura, o quizás porque hayan empezado a intuir en Sánchez los andares de un pato cojo . Sea cual sea el motivo, es irrelevante en lo que atañe a sus socios porque Sánchez nunca los va a culpar de nada. Para escupir, ya está la sopa de la oposición constitucional, que sí aprueba a Sánchez -¡y a Iglesias!- sus decretos económicos. Es el artilugio de La Moncloa para ganar tiempo y presentar a Sánchez como la víctima propiciatoria de una intransigencia colectiva orquestada contra él. Todo es una pérdida de ese tiempo que los españoles dejan de tener.

ERC ridiculizó ayer a Sánchez, y el PNV ha empezado a emitir sus míticas señales mercenarias. El separatismo, como Vox, seguirá a lo suyo, del mismo modo que el PSOE y Podemos han afinado sus terminales para culpar a la oposición del dramático fracaso colectivo que representará no haber compartido culpas patrióticas ante una pandemia. La gran paradoja de esta operación casi patológica es que ninguno de los socios protegidos por Sánchez le apoya en su campaña de blanqueo y, sin embargo, quienes sí se prestan a una «reconstrucción» emocional de España son tratados con indolencia y sin respeto. Como escoria.

Sánchez no gana tiempo . Lo pierde mientras minimiza a sus ministros más leales y convierte a La Moncloa en un versalles de conspiraciones. O mientras consiente a Iglesias presidir España con 35 escaños, que es el único pacto de La Moncloa que existe. Desde el primer momento, alguien los bautizó como los «pactos del estreñimiento». Porque no van a salir…

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