Iglesias se jacta de impedir que el PSOE «vuelva a aliarse con la derecha»

Defiende en una entrevista al diario italiano 'La Stampa' que su retirada de la política no es una derrota: «Ahora trabajaré en un lugar donde mi contribución será más necesaria»

Pablo Iglesias, en la rueda de prensa en la que anunció su retirada de la política tras el fracaso electoral en la Comunidad de Madrid EFE
Ángel Gómez Fuentes

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El exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias Turrión (Madrid, 1978) declara, en una entrevista a 'La Stampa', que su adiós al Ejecutivo «no fue una derrota», pero subraya su desgaste político: «Está claro que hay un precio político cuando se hace un acuerdo legislativo con las fuerzas vasca y catalana y efectivamente se cierra la posibilidad de que el Partido Socialista vuelva a aliarse con la derecha» .

La entrevista al diario turinés se enmarca en el 20 aniversario del G8 de Génova, una dramática cumbre celebrada entre el 18 y el 22 de julio de 2001 en la que estuvo presente Iglesias y que fue, en su opinión, «más importante que el 68» [el mayo francés que cambió ideas y valores]. Más de 200.000 personas se manifestaron en esos días para decir no a la globalización y pedir un cambio radical. Génova estuvo bloqueada, se desplegaron entre 10.000 y 13.000 policías, hubo violencia en la calle e irrupción violenta de las fuerzas del orden en la escuela Díaz-Pertini, donde había muchos jóvenes antiglobalización.

Aquella cumbre del G8, organizada por el gobierno de Silvio Berlusconi, acabó en tragedia: durante las manifestaciones del 20 de julio, una bala disparada por un carabinero mató al joven Carlo Giuliani en la plaza Alimonda . Hace 20 años los jóvenes se manifestaron en Génova por la crisis ambiental, el drama de los inmigrantes, los impuestos a las finanzas globales, la batalla LGTBI… Muchas de aquellas reivindicaciones se han convertido en patrimonio común. El G8 de Génova fue una inmensa manifestación de jóvenes que se decían antiglobalización, pero de hecho fue el primer gran movimiento global que luchaba por algunos de los temas que luego entraron en la agenda de las principales instituciones internacionales.

Iglesias ha señalado a 'La Stampa' que la experiencia de aquellas jornadas en Génova y del movimiento antiglobalización le sirvió cuando llegó al Gobierno: «La represión organizada en Génova me hizo comprender que una parte del Estado no acepta la democracia cuando va en contra de sus propios intereses» .

Uno de los protagonistas de aquellas jornadas fue Luca Casarini , conduciendo el movimiento antiglobalización como líder del movimiento 'Tute Bianche' [trajes de faena, monos blancos] y portavoz de los Desobedientes, en el que estaba integrado Iglesias. Al diario turinés el exvicepresidente ha explicado por qué la movilización contra el G8 lo marcó profundamente: «Génova fue un momento político decisivo para mí. Es una de las experiencias que me representan, políticamente soy italiano. Recuerdo todo de aquellos días: llegué a la ciudad unos días antes, hablaba italiano, tenía una buena relación con los líderes de los desobedientes, con Luca Casarini, Francesco Caruso y con Nicola Fratoianni de los jóvenes de Rifondazione [comunista]. Los desobedientes tuvieron un papel protagonista, los ataques premeditados de la policía fueron dirigidos contra su cortejo y el homicidio de Carlo Giuliani respondió a un plan de represión preciso. Destruyeron la posibilidad de organizarse colectivamente , utilizando un dispositivo de violencia política».

Según Pablo Iglesias, aquel movimiento del G8 «anticipó muchas cosas: las movilizaciones contra la guerra, el 15M en España…». De aquellas jornadas, Iglesias se trajo un recuerdo que llevó consigo cuando entró en el Gobierno: «Una foto. Cuando tomé posesión de mi despacho quise poner una foto mía con el escudo, para no olvidar nunca que una «tuta bianca» había llegado a la vicepresidencia del Gobierno de España , para mí es una identidad fundamental. A mis compañeros, en broma, les decía: «Chicos, cuando me tengan que enterrar, pongan una bandera republicana y un mono blanco».

Al ser preguntado sobre si las ideas de Génova tienen puesto en los palacios del poder, Iglesias responde que fue recibido con hostilidad: «Algunas ideas, cuando llegan a lo más alto, tienen que chocar con el poder. Llegar al gobierno no significa tener poder, sino desafiar el poder con más herramientas a su disposición . Es evidente que un veterano de Génova, que había llegado al gobierno, habría sido recibido de manera hostil. Ya lo sabía».

Al final de la entrevista, Pablo Iglesias señala que no quiere entrar en la política española y analiza así su adiós al Gobierno: «Me di cuenta de que tenía que estar donde pudiera ser útil. No es una derrota, ahora trabajaré en un lugar donde mi contribución será más necesaria. Está claro que hay un precio político cuando se hace un acuerdo legislativo con las fuerzas vasca y catalana y efectivamente se cierra la posibilidad de que el Partido Socialista vuelva a aliarse con la derecha. Hay un precio, pero no importa […] Seguiré trabajando como militante en otras áreas, un compañero puede caer, pero lo fundamental es que el colectivo avance. Génova me enseñó eso».

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