El giro migratorio de Sánchez: de recibir al Aquarius a devolver docenas de inmigrantes a Marruecos

El Gobierno trabaja para que la UE compense económicamente a Rabat por frenar las pateras y custodiar las vallas

Algunas de las personas que entraron en España tras un asalto a la valla de Ceuta en agosto de 2018 Efe | Vídeo: CEAR pide al Gobierno «protección efectiva» a los migrantes del Aquarius (EP)

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Pedro Sánchez inició su mandato dando acogida al Aquarius y luego, por cuatro veces, al Open Arms, al que en enero bloqueó en el puerto de Barcelona. Entre medias, el Ejecutivo negó permiso al pesquero español Nuestra Señora de Loreto para desembarcar a 11 subsaharianos y, en el ámbito ya de la inmigración por tierra, ha tomado decisiones que nunca se atrevió a adoptar el PP, como devolver a Marruecos decenas de asaltantes de la valla , amén de entregárselos en caliente en la frontera, una práctica siempre demonizada por el PSOE mientras estuvo en la oposición.

El gobierno es otra cosa. Puede especularse sobre si el Aquarius tuvo o no un efecto llamada, y sobre si la sospecha de que así fue llevó a Sánchez a dar un violento giro a sus políticas. Los datos son que al día siguiente de la recepción en Valencia del barco de la ONG SOS Mediterranée, se rescató en pateras una cifra de personas pocas veces vista, –1.115 en 24 horas , según consta en las estadísticas de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM)– y que ese junio se inició una escalada que culminaría en el peor año de la inmigración ilegal en nuestro país: 65.325 incursiones registradas, 58.525 de ellas por mar, más del doble que en 2017. Desde primeros de agosto hasta marzo pasado, España ha estado ininterrumpidamente por encima de Grecia en cuanto a número de inmigrantes. Italia, con el cierre impuesto por su vicepresidente Matteo Salvini, simplemente ya no pertenece a ese ranking.

Con las distintas crisis de los buques humanitarios vagando por el Mediterráneo, en Bruselas comenzó a hablarse el verano pasado de «centros controlados» en países extracomunitarios, una idea que no prosperó. Lo que sí lo ha hecho, sin duda gracias al empeño y las presiones del gobierno de Sánchez, es la apuesta por compensar económicamente a Rabat por contener la inmigración, a imagen de como se hace con Turquía para frenar los refugiados que van rumbo a Grecia. La UE ha pagado 30 millones y tramita otros 110 para Marruecos, que está rescatando cada vez más y más pateras directamente en sus aguas, entre otros debido a que muchas de ellas van repletas de sus propios jóvenes, que huyen del país.

Resultado de este factor, y de otros, como la frenética desarticulación de mafias que está propiciando la Policía Nacional, es que la inmigración entre febrero y mayo ha sido más baja que en 2018. Queda el verano, siempre crítico, pero Sánchez ha activado como nunca la «frontera exterior» para alejar a la inmigración de nuestras costas y alambradas.

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