Fernando Morán: el ministro culto, blanco de chistes en la década de los 80

Con un dilatado currículum en política, diplomacia y como escritor, sus despistes le convirtieron en un personaje popular

El político fallecido en su etapa como ministro de Asuntos Exteriores EFE

M. J. Álvarez

Más vale caer en gracia que ser gracioso. O cría fama y échate a dormir. Eso es lo que le sucedió a Fernando Morán (1926-2020), uno de los ministros más populares y brillantes del primer Gobierno socialista de Felipe González con una amplia y dilatada carrera en la política, en la diplomacia y como escritor, una faceta desconocida para muchos. No en vano es autor de una docena de novelas y ensayos.

Este asturiano licenciado en Derecho, f allecido la noche del 18 de febrero a los 93 años , estaba casado con una hermana del expresidente del gobierno Leopoldo Calvo Sotelo (UCD) y tenía tres hijos . Se retiró de la vida pública en 2000 «por motivos personales y familiares» cuando era portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid. Perdió la batalla contra José María Álvarez del Manzano (PP), en 1988, pero había ganado otras.

Morán culminó la entrada de España en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) -hoy UE- el 29 de marzo de 1985, una fecha para la historia y dio una gran proyección exterior a la diplomacia española desde el inicio de la democracia. Propició el acercamiento a Francia y con ello, que empezaran a combatir el terrorismo de ETA, por aquel entonces una gran asignatura pendiente. Negoció la reducción de la presencia militar de EE.UU. en suelo español y durante su mandato se abrió la verja de Gibraltar (a su pesar) y nuestro país entró en la OTAN ; su postura contraria motivó su relevo por parte de un presidente que había recalcado durante la campaña por activa y por pasiva: «OTAN de entrada no» .

Directo y honesto

Fue cónsul, embajador en la ONU, eurodiputado y estuvo al frente de un sinfín de puestos relevantes. Sin embargo, sus despistes, su sinceridad y algún que otro exabrupto, le convirtieron en blanco de los chistes en la década de los 80. No se andaba con rodeos. Un ejemplo de su claridad fue cuando preguntado sobre uno de los últimos escándalos que comenzaban a salpicar al PSOE, Morán respondió al periodista de turno: « Cáguense ustedes en mi madre, pero no me pregunten por ese tema », dijo, sin ambages.

Muchos consideraron los ataques a su persona una campaña de la derecha. En sus filas sentían alivio al ver que otro se llevaba todas las bofetadas

Sobre las gracietas sobre él, decía: «No me cuentan muchas. Son tontas, parecidas a las de otros países»

Sin embargo, las gracietas que le ridiculizaban al tratarle de simplón y torpe le hicieron destacar y ser el ministro más popular del gabinete de Gónzalez. Hombre de fuertes convicciones, con una gran vocación de servicio público, sencillo, amable, honesto e inteligente, a decir de quienes le conocieron y conocen, no fueron pocos los que consideraron esos ataques a su persona como una campaña de la derecha. No faltaron los que decían que a sus compañeros de gabinete les causaba un gran alivio que alguien (en este caso él), se llevara todas las bofetadas.

Una de sus últimas imágenes EFE

Su sempiterna pajarita , además de su carácter, no le hacían pasar desapercibido. Él hacía caso omiso a las bromas. «No me cuentan muchas. Son tontas. Parecidas a las que hacen en otros países», respondió en una ocasión. Y era cierto. En esa época eran famosos los chistes de Lepe y era habitual que cambiaran al protagonista onnubnense para mofarse por él.

Como muestra, un botón: «En el colegio, un profesor pregunta a un alumno:

-Ejemplo de Producto Nacional Bruto.

Y el niño contesta:

-Fernando Morán.

Pero, como hemos dicho al principio: «Más vale caer en gracia que ser gracioso». Y Morán no lo era. Ni tampoco respondía al refrán de: « Cría fama y échate a dormir ». Despistes o meteduras de pata las cometemos todos los seres humanos. Y como tales, los políticos de antes y los de ahora. «Mañana estaré en Huesca y luego iré a Aragón », dijo, por ejemplo Pedro Sánchez en la pasada campaña electoral. O, Pablo Iglesias, cuando se las dio de culto e intelectual y dijo que había leído: « Ética de la razón pura» , de Kant en lugar de «Crítica de la razón pura». Sin embargo, nadie hace bromas con eso. O se desvanecen como un suspiro. Ninguno de ellos es Morán.

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