Manuel Marín

La duda Rivera

Entre los socialistas aumenta la tensión por que pueda producirse una fagocitación sociológica de Sánchez a manos de Rivera

Manuel Marín
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Hace apenas diez meses, Ciudadanos irrumpía en el panorama nacional con el pronóstico de ser la cuarta fuerza en número de votos y escaños. Un éxito facilitado por el suicidio político de UPyD. Después de las elecciones municipales y autonómicas de mayo, y de manera especial con el impulso de las catalanas, los sondeos le fueron consolidando como tercera fuerza. Hoy ya surgen encuestas que lo igualan al PSOE como segundo partido más votado, con expectativas incluso de superarlo. Por eso, entre los socialistas aumenta la tensión por que pueda producirse una fagocitación sociológica de Pedro Sánchez a manos de Albert Rivera que termine por desinflar definitivamente al líder del PSOE.

Hasta el momento –y es lo razonable– se percibía a Rivera como la bisagra política imprescindible para condicionar la gobernabilidad.

La única incógnita que astutamente se ha negado siempre a revelar es a quién apoyaría en una hipotética investidura: si al PSOE, como hizo en Andalucía avalando a Susana Díaz; o al PP, como ha hecho en Madrid, Murcia o Castilla y León. El líder de Ciudadanos ha encrespado los ánimos en Génova por decir públicamente que no apoyará una hipotética investidura de Mariano Rajoy…, pero Rivera no es del todo creíble. Todo lo que se predice en campaña está para ser revocado tras las urnas. De hecho, Rivera sólo tenía reservadas para Susana Díaz la abstención o, directamente, la negativa. Nunca el «sí»…, pero 82 días después Ciudadanos votó afirmativamente. Rajoy lo sabe.

No obstante, esa duda de Rivera empieza a quedar desfasada porque íntimamente siente factible la opción de presidir el Gobierno. Si el PSOE queda segunda fuerza y sus escaños sumados a los de Ciudadanos superan la barrera de los 150-160, Sánchez no dudaría en gobernar aun no siendo el más votado. Su intención es pública y notoria. Sería su única opción de sobrevivir porque de no lograr como mínimo los 110 escaños que tiene hoy –su suelo histórico–, en el socialismo habrá muchas noches de cuchillos largos, vendettas, dimisiones y fechas para un congreso de refundación.

La novedad no utópica sería que Ciudadanos arrebatase al PSOE el segundo lugar, porque Rivera también se ve presidente del Gobierno con el apoyo de los socialistas. Para Sánchez, sería sin duda demoledor: la crónica de un relevo anunciado por haber convertido al PSOE en el tercer partido de España. Todo un fracaso. La duda metódica que ahora asalta a Rivera es si, en ese caso, impediría por primera vez en democracia que gobierne el PP y proclamarse como el presidente con menos escaños de la historia; o bien, consolidarse como líder de la oposición para asaltar definitivamente a PP y PSOE en las siguientes elecciones generales sin necesidad de que su presidencia fuese sociológicamente discutida. Gobernar con menos de un centenar de escaños, acompañado además por un PSOE en proceso autodestructivo, entrañaría muchos riesgos para Rivera. Pero se le percibe muy crecido, y en el PP y en el PSOE creen que ha cogido carrerilla porque tiene demasiada prisa y ambición.

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