Batallón de mujeres de Daesh en la ciudad siria de Raqqa
Batallón de mujeres de Daesh en la ciudad siria de Raqqa

Daesh entrena mujeres en escuelas de terroristas «para atentar en Occidente»

Fuentes de la lucha antiterrorista trabajan ya con la hipótesis de que el próximo ataque lo ejecute una mujer

Madrid Actualizado: Guardar
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Los siguientes atentados islamistas que se registren en Occidente pueden ser ejecutados, por primera vez, por mujeres, según fuentes de la lucha contra el terrorismo consultadas por ABC. Es la hipótesis sobre la que trabajan ya las Fuerzas de Seguridad españolas, resultado de la detección de un importante giro en el papel que el Daesh otorga a la llamada «yihad femenina», hasta la fecha alejada de la primera línea de combate.

La labor de información desarrollada por los expertos de la lucha antiterrorista ha certificado la existencia en Siria de campamentos dedicados en exclusiva a instruir militarmente a mujeres «para atentar en Occidente» y convertirse en mártires, según asegura a ABC una fuente de máxima solvencia, que añade que su preparación física es «igual a la de los hombres».

Tal papel las convertiría definitivamente en agentes estratégicos de la yihad, y no en meras víctimas o espectadoras marginales. La existencia de esos centros de adiestramiento era también confirmada el pasado 28 de abril por el director de Europol, Rob Wainwright, que aseguró que «por primera vez» disponían de informes acerca de mujeres que están «siendo entrenadas para la experiencia de batalla». El rotativo The Times citaba poco antes el testimonio de una tunecina que aseguraba que muchas son adoctrinadas «para llegar a ser suicidas».

Ocultación

Las ventajas de la utilización de la mujer por parte de los grupos terroristas son múltiples. A saber, la multiplicación del impacto mediático que se produce cuando la atacante es una de ellas, a lo que hay que unir que la participación femenina lleva a la población la sensación de que el enemigo puede ser cualquiera y «no hay nadie capaz de garantizar una seguridad completa».

Pero por encima de todo, los promotores de los atentados valoran su capacidad de movimiento; es decir, cuentan con que los controles de seguridad sobre las mujeres son menores y más difíciles de llevar a cabo cuando las vestimentas son amplias, y además hay que respetar los rigores del Islam, que impide a un hombre cachearlas.

La incorporación de la mujer como miembro activo del ejército asesino del Daesh chocaría con los preceptos establecidos por la Brigada al-Khansaa —la brutal «gestapo» femenina del Daesh que vela por una aplicación fundamentalista de la sharía— que limita el papel de la mujer a lo «sedentario» del interior del hogar, y advierte que ellas no pueden ni luchar ni entregarse como mártires. Juntarse a los hombres en el frente entrañaría «corrupción». Salvo que la situación del califato proclamado por Abu-Bakr al Baghdadi hace ahora casi dos años fuera desesperada y una fatua lo determinara así.

La «primera mártir»

No han faltado voces de líderes radicales que han justificado que se dé ese paso con las mujeres, pero un edicto religioso en ese sentido no se ha emitido. Aunque los entrenamientos indicarían que algo se está moviendo en esa dirección. En los atentados más recientes que han golpeado Francia y Bélgica ya salió a relucir el nombre de una mujer, que muchos se apresuraron a baurizar como la primera kamikaze en terroritorio europeo. Se trata de Hasna Ait Boulahacen, muerta en el piso de San Denis asaltado por la policía una semana después de los atentados de París del 13 de noviembre, si bien la investigación cree que ella nunca detonó el cinturón bomba que llevaba puesto, sino que fue víctima de la explosión del que portaba otro terrorista que estaba con ella. En su revista oficial de propaganda «Dabiq», Daesh homenajeó en abril a nueve «mártires» que perpetraron aquella masacre dedicándoles reseñas y un fotomontaje en el que Hasna no figuraba por ningún lado.

En España no existe precedente similar. Sí casos de reclutamiento de mujeres por mujeres, con especial mención al de Silvia C.C., de 44 años, detenida el pasado julio en Lanzarote por reclutar jóvenes, algunas casi niñas, para la yihad. Y es que, como subraya la Fundación Quilliam, dedicada al estudio del extremismo islamista y con sede en el Reino Unido, en el contexto del Daesh son «específicamente mujeres» las que promueven entre otras mujeres las «promesas» del califato, una labor de proselitismo más eficaz cuanto más compartan unas y otras: sufrimiento, experiencias, grupo de amigos, ciudad...

Doctrina y engaño

Fuentes antiterroristas españolas constatan que el islamismo radical dispone de una retórica diseñada expresamente para ellas y que los argumentos a los que se recurre para radicalizarlas están «mucho más ideologizados». «Llegan a estar muy convencidas de las "bondades" que entraña unirse a la organización», certifican, aunque evalúan por separado la estrategia que se utiliza con las más jóvenes. «Las niñas son engañadas», aseguran, seducidas por la fantasía de un proyecto de vida idílico. La oferta para todas ellas incluye, en cualquier caso, la maternidad: «Esforzarse por la causa y parir yihadistas» como mejor forma de contribuir a la construcción del pretendido Estado. En marzo, la revista Newsweek cifraba en 31.000 el número de embarazadas dentro del territorio Daesh en Siria e Irak.

Hasta donde se conoce, la regla más controvertida que el Daesh ha proclamado con respecto a la mujer alude a lo que se ha dado en llamar la «yihad sexual», pensada para que satisfagan en zona de conflicto las necesidades sexuales de los combatientes, incluso por la fuerza, fuera del matrimonio o como «esposas exprés». La noticia de la ejecución en Mosul (Irak) de 250 jóvenes que rechazaron someterse a esas prácticas dio la vuelta al mundo el pasado mes de abril.

La posibilidad de la mujer de participar en la yihad ha consistido en «prepararse» mediante disciplinas como la cocina, costura o enfermería, pero también es tradición que fabriquen cinturones explosivos. Su formación militar se considera accesoria, aunque para muchas de ellas —como para los varones— la posiblidad de intervenir en actos violentos ha sido un incentivo para unirse a Daesh.

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