Cuando matar una vez no basta

Anglés, conmocionado por la detención por el doble crimen de Susqueda de un vecino que en 1997 asesinó a su mujer

Vídeo: Prisión sin fianza para Jordi Magentí, presunto autor del doble crimen de Susqueda ATLAS

JESÚS HIERRO

Pese a que todo el pueblo conocía su pasado, no tuvo reparo en volver. Jordi Magentí regreso a Anglés (Gerona) cuando salió de prisión tras pasar más de 12 años entre rejas por haber acribillado a tiros en plena calle a su mujer en 1997. En 2009 dejó la cárcel en régimen de semilibertad y en 2012 de forma definitiva . El que era su abogado consiguió que la Audiencia de Gerona le condenase a la pena mínima estipulada para un delito de asesinato porque el tribunal aceptó el atenuante de alteración psíquica. Una vez saldada su deuda con la Justicia intentó rehacer su vida en su pueblo natal, un pequeño municipio de poco más de 5.000 habitantes. Allí residió hasta que el lunes los Mossos d’Esquadra lo detuvieron como único sospechoso de haber asesinado a finales de agosto del año pasado a una pareja del Maresme en el cercano pantano de Susqueda.

¿Qué vida llevó el exconvicto durante este lustro en el pueblo? ¿Cómo se relacionó con un entorno que sabía perfectamente lo que había hecho años atrás? Los vecinos explican que Magentí siempre ha sido una persona reservada. Ya lo era de niño . Tenía pocos lazos con los jóvenes de su edad del pueblo. Tras el crimen, después de pasar más de un decenio en la prisión, y superados los 50 años de edad, se ensimismó todavía más. La relación con su madre se enfrió y se fue a vivir con su tío anciano a su casa del número 1 de la calle Nou de la localidad. Una modesta vivienda a pocos metros de la calle donde mató a su mujer. Un domicilio en el que el jueves -tras tres días de intensos registros de los Mossos por el crimen del pantano- todavía lucía, aunque ya roto, el precinto policial. Su tío, «el Cuixa», un hombre de 86 años con problemas de movilidad, intenta recuperar la normalidad en su casa tras una vorágine mediática que puso su vida y su casa bajo los focos durante la última semana. En esta casa Magentí ha vivido los últimos años.

Un vecindario distante

El exconvicto, que estaba en tratamiento psiquiátrico, tenía una pensión de unos 800 euros, según explicaron a ABC fuentes de su entorno. Al menos de cara a la galería, era con esta paga con lo que subsistía, pero los investigadores creen que, junto a su hijo, que actualmente vive en Salt (Gerona), se dedicaba al cultivo y venta de marihuana. Lo hacían, por así decirlo, a modo de «negocio familiar».

Magentí mantenía un trato correcto pero distante con sus vecinos. Pocos querían relacionarse con él más de la cuenta. El crimen de su mujer pesa como una losa sobre el imaginario colectivo de los lugareños. Palabras de cortesía, «hola», «adiós», «parece que va a llover». Y poco más. El propio Magentí lo lamentaba de vez en cuando hablando con uno de los pocos vecinos con los que se le veía intercambiar más de cuatro palabras: «Lo voy a pagar todos los días de mi vida». Le dijo un día sentados en una terraza tomando un café, según explica la mujer de este vecino.

Vivía con su tío en el pueblo pero el exconvicto rehizo su vida con una mujer colombiana. Ella pasó varias temporadas en Anglés aunque no se acabó de adaptar. Él viajó varias veces al país latinoamericano. Tenía planificado volar de forma inmediata a Colombia , y ya tenía los billetes comprados. Fue una de las causas que motivaron que la detención se precipitase esta semana. Los Mossos querían evitar ante todo su huida.

Con su mujer en Colombia , Magentí generalmente por el pueblo andaba solo. Otras veces acompañaba a su tío «el Cuixa». En ocasiones se le veía también con su hijo. El joven es uno de los dos descendientes que tuvo con la mujer a la que asesinó. Su hermana, casi 20 años mayor, vive fuera del pueblo. Él tenía siete años cuando su padre mató a su madre. Magentí vivía pendiente de su tío , cada vez con más achaques y menos movilidad por su edad. Iba al ultramarinos a comprar pienso para las gallinas de «el Cuixa» y era el encargado también de abastecerlo de puros. Se movía en el Land Rover blanco de su tío, un coche que el anciano ya no podía utilizar en los últimos días por sus problemas de movilidad y que los investigadores sitúan en el pantano de Susqueda aquel fatídico 24 de agosto en que Marc y Paula desaparecieron. Este automóvil es una de las pruebas que incriminan a Magentí junto a unas conversaciones intervenidas con familiares en las que supuestamente, sin querer, confiesa el crimen . También hay imágenes suyas en una gasolinera cercana que le señalan.

Magentí, que tiene 60 años, frecuentaba sobre todo dos cafeterías de Anglés. Una situada enfrente de su casa y la otra en la entrada del pueblo, a la que habitualmente acompañaba a su tío. Lo llevaba en el Land Rover. Últimamente, iba Magentí solo. Compraba puros para «el Cuixa», tomaba un café y se volvía en el todoterreno.

Es gran aficionado a la caza y a la pesca e iba con asiduidad a la montaña. Con su caña, los fines de semana frecuentaba el pantano, normalmente junto a su hijo, que tiene 26 años. Solían hacer un alto en el camino para tomar un café en un bar de carretera, La Parada, el último que hay antes de enfilar la sinuosa carretera que conduce al embalse.

El último bar

Decían que iban a pescar, pero los Mossos sospechan que utilizaban esas salidas para cuidar una plantación de marihuana que supuestamente tenían en el entorno. Ambos están siendo investigados por un delito contra la salud pública en el mismo juzgado que indaga sobre el doble crimen de agosto. El hijo también fue detenido el lunes y el miércoles quedó en libertad con cargos por tráfico de drogas.

Este bar fue el último lugar donde el 24 de agosto se vio con vida a Marc y Paula, cuyos cadáveres se hallaron un mes después en el pantano con signos de violencia. Los jóvenes llegaron en su coche azul con un kayak para disfrutar de las tranquilas aguas del embalse. Tomaron unos refrescos, compraron una botella de agua y preguntaron sobre el mejor camino para llegar al embarcadero. Luego desaparecieron. Al día siguiente, unos amigos iniciaron la búsqueda y se presentaron en el bar para preguntar por ellos, porque llevaban 24 horas sin dar señales de vida. En días sucesivos también acudieron los padres de los jóvenes y los investigadores. El lunes, en conversación con ABC en el bar, la responsable del local no podía salir de su asombro: los Mossos habían detenido a uno de sus clientes habituales por presuntamente haber matado a los dos jóvenes a los que ella fue la última persona en ver con vida. Lo recordaba entre lágrimas.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación