Elecciones municipales Sevilla 2019

Juan Espadas, el hombre tranquilo

Tras su aire de profesor de instituto y su tono de gestor gris ha crecido la que ya es principal divisa del candidato socialista: la tenaz búsqueda de acuerdos

Espadas, en uno de los ventanales del Ayuntamiento sevillano Raúl Doblado

Eduardo Barba

En 1985, Juan Espadas Cejas , un prometedor estudiante de Derecho de la Hispalense de 19 años, corrió la primera edición del maratón de Sevilla . Para él también fue el primero. Y el único. Aunque no hiciera mala marca, cuatro horas y cuarenta y cinco minutos, no le sirvió para proyectarse en el mundo del atletismo, pero sí para curtirse físicamente, comprobar en sus carnes el desgaste que supone ser corredor de fondo y percatarse con tiempo de que era necesario armarse de tres elementos fundamentales para cualquier otro objetivo: paciencia, perseverancia y cálculo . No parecía tener la mordiente ni el colmillo suficiente, pero aún así optó por la política y esos tres conceptos han sido la columna vertebral de su carrera, de larga distancia y ritmo constante, sin grandes acelerones, sin titulares de relumbrón ni agresivas campañas en las redes, sin alharacas ni estridencias y con mucha labor de despacho y segunda fila. En su interminable lista de reuniones lejos de los focos acabó encontrando su cuarta virtud teologal: la capacidad de diálogo hasta la extenuación , estén o no de acuerdo sus interlocutores, y la búsqueda del consenso. Esa es su divisa.

Su propia venida al mundo en el arranque del otoño de 1966 se antojaba ya como una señal, pues se produjo en el Hospital de las Cinco Llagas , luego convertido en Parlamento de Andalucía. Hasta que se casó vivió con sus padres en Santa María de Ordaz, junto al barrio del Retiro Obrero y la avenida de Miraflores. Su padre era de Linares, aunque siempre dijo que era «más sevillano» que su madre; ella sí, hispalense de nacimiento. Estudió en los Salesianos de la Trinidad, en la Ronda, en cuyas aulas han cursado estudios también su hijo y su hija. Esas raíces salesianas calaron hondo en Espadas, cristiano practicante y sin complejos pese a las hipotecas de las formaciones políticas actuales. Va a misa los domingos y no lo oculta ni ante los laicos más fieros de la rosa y el puño. Sus hijos son hermanos de la Hiniesta, cofradía que, curiosamente, él ahora preside como alcalde. Viendo la Semana Santa linarense conoció a su esposa, natural de ese municipio de Jaén.

Licenciado en Derecho con 22 años en la Hispalense, estudió el temario de quienes preparaban oposiciones a la Fiscalía para tener después mejores conocimientos con los que poder defenderse. Desde 1990 pertenece al Colegio de Abogados de la capital andaluza y fue uno de los primeros letrados medioambientalistas tras un máster en la Carlos III. También es diplomado en Alta Dirección de Empresas por el Instituto San Telmo. Se afilió al PSOE en 1997, aunque ya llevaba varios años colaborando con el partido en cuestiones de gestión medioambiental, lo que le llevó a ser coordinador de Medio Ambiente en la Ejecutiva Federal durante 12 años.

Fue subiendo escalón a escalón en la Administración pública siendo primero asesor, luego jefe de gabinete de su admirado Manuel Pezzi en la Consejería de Educación, más adelante director general, después secretario de Egmasa, viceconsejero y se convirtió así en consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía antes de ser senador durante tres años y pasar luego a la política municipal para erigirse en alcalde en 2015 pese a no ser el aspirante más votado.

Espadas, en el momento de su graduación en Derecho por la Hispalense en 1988 ABC

Sus detractores creen que hay algo de impostura, pero quienes mejor lo conocen destacan que llega a ser desesperante su voluntad para alcanzar acuerdos . Y cuanto más compleja es la misión, más la excita esa posibilidad de llegar a convencer de sus tesis, aunque haciéndolo de un modo sosegado. Es, en definitiva, el hombre tranquilo, pese a que termine llevándose a su terreno al más enconado oponente. No en vano, ha logrado gobernar Sevilla con apenas once concejales de treinta y uno mediante acuerdos con todos los grupos, a la izquierda y a la derecha, desde su investidura hasta las ordenanzas y los presupuestos justo en una etapa histórica en la que la crispación es la nota más característica de la política.

El ascenso sostenido de Espadas no es sino el éxito de un g estor calmado, hasta plomizo y gris , alejado del canon de lo que es un dirigente de moda. Con aire de profesor de instituto y empeñado en explicar al que tiene enfrente cada detalle de su siguiente plan, llega a resultar por momentos hasta un tipo aburrido y de otra época. Una persona normal, en resumidas cuentas. Pero en los tiempos que corren, eso es probablemente lo anormal. Lo ordinario es ya extraordinario . Nunca sitúa las expectativas en niveles que sepa que no va a alcanzar, con lo que ahorra decepciones y frustraciones al resto. Así, sin grandes anuncios ni proyectos faraónicos, ha ido labrando su camino entre quienes piensan que él, al menos él, no mete la pata ni tiene grandes errores ni dice grandes mentiras ni, que se sepa, es infiel a su compromiso con lo público. Suele recordar él mismo a veces al levantarse y ante el espejo del baño una vieja frase que en su familia se repetía con insistencia. Para no olvidar de dónde viene y, sobre todo, a dónde no debe ir: «El que tiene cara honrada no encuentra puerta cerrada».

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