La derecha o el día de la bestia

La noche más dura del PP y, curiosamente, el peor enemigo no ha estado a su izquierda

Elecciones 2019, sigue las reacciones a los resultados en directo

Pablo Casado, Suárez y Egea, tras conocer los resultados de las elecciones IGNACIO GIL
Juan Fernández-Miranda

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A los 66 escaños del PP sólo les faltó otro 6 para formar el número diabólico. Los populares han sido la única víctima de Vox

A la noche más demoníaca del PP y sus exiguos 66 escaños sólo le faltó un seis más para conseguir la cifra de la bestia: 666. El 28-A fue la noche más dura del PP desde su refundación, y curiosamente, el peor enemigo no ha estado a su izquierda, sino a su derecha. Quién se lo iba a decir a José María Aznar y aquel partido cohesionado que viajó al centro para llegar al poder. Pero claro, Aznar también contribuyó a alimentar a la bestia señalando las abulias ideológicas del marianismo. Esa es su peor herencia, y, así, las responsabilidades son, cuando menos, compartidas.

La tragedia del PP consiste en que sólo ellos han sido incapaces de sobreponerse al efecto de Vox. Todos los demás partidos han sacado réditos electorales de la irrupción de la derecha radical en el panorama político español. Los socialistas con su «viene la derecha» han movilizado a su votante de siempre; Ciudadanos y su «no pactaré con Sánchez» ha frenado la supuesta sangría hacia Vox; los independentistas y su «viene el centralismo» han mantenido activos a los fanáticos del lazo amarillo; hasta a Bildu y al PNV les ha venido bien la polarización que los de Santiago Abascal han traído a la política española.

Pero el desaguisado que Abascal ha provocado en Génova 13 no sólo hay que medirlo en cifras, la herida es mucho más profunda. Si observamos los datos, el PP y Vox suman un porcentaje de votos muy cercano al 28 por ciento del PSOE, pero lamentar una fragmentación ya irrevocable conduce a la melancolía. La pregunta es por qué el PP no ha conseguido sobreponerse al discurso implacable de Vox contra ellos. El apelativo de «derechita cobarde», brillante hallazgo para el marketing político, es un misil en la propia esencia del PP, la que Aznar ahormó manteniendo satisfecha a la derecha más ortodoxa del partido mientras dirigía la nave popular hacia La Moncloa. Cómo se cocina ese bálsamo de Fierabrás es la incógnita que no consiguen averiguar en la planta séptima, ni siquiera con el consejo, la participación y la implicación activa del propio Aznar.

Culpar a Casado con sólo nueve meses en el cargo puede resultar injusto, pero cuando presides un partido también presides las herencias. Y la peor herencia de Rajoy fue el descontento de la militancia más ideológica del partido.

Al final, Albert Rivera ha sido más listo y su arriesgada apuesta de cercenarse el brazo izquierdo le ha permitido no sólo mantener a los votantes que ya le robó al PP hace tres años, sino además crecer un 80 por ciento.

Si Pablo Casado quiere renovar el éxito del pasado mes de julio en el congreso del PP y permanecer al mando deberá pasar a la ofensiva y liderar la derecha valiente, porque ni Rajoy ni Aznar le van a sacar del atolladero. Y Rivera y Abascal tienen la vista puesta en lo más alto. El liderazgo de la derecha española está, por primera vez, en juego.

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