Mariano Rajoy jura el cargo de vicepresidente primero y ministro de la Presidencia en el 2000
Mariano Rajoy jura el cargo de vicepresidente primero y ministro de la Presidencia en el 2000 - JOSÉ MARÍA BARROSO
RETRATO DE LA VIDA PÚBLICA DE RAJOY

Cuando la experiencia política y profesional era un grado en España

A diferencia de lo que ocurre en otros países, los rivales de Rajoy le reprochan su bagaje

Madrid Actualizado: Guardar
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En la campaña de 1980 a Ronald Reagan su rival, Jimmy Carter, al que saca 13 años, le espeta que es mayor para presentarse a la Casa Blanca. El exactor está a punto de cumplir 70 años. Pese a disfrutar de la tarjeta dorada, vence al presidente saliente. Una legislatura después es el demócrata Walter Mondale, diecisiete años más joven que el ya mandatario, el que se lleva una preventiva bofetada sin manos de parte de Reagan, nada más comenzar el debate: «Descuide, no me voy a aprovechar de su inexperiencia, señor Mondale...». El resultado se cuenta por otra victoria, la segunda del republicano. Aquella fue la última vez que un candidato identificó en público su músculo político con el calendario vital.

En España nunca Felipe González le reprochó a Adolfo Suárez que tuviera diez años más que él; ni a Aznar que le sacara once; ni siquiera José Luis Rodríguez Zapatero se jactó de ser cinco años más joven que Mariano Rajoy. Si acaso, aquellas canas de más eran recibidas -incluso por los adversarios- como signo de experiencia. La campaña que acaba en cinco días en España ha traído a nuestra escena un argumento político inane pero celebrado: cuanta menos experiencia se tiene, mejor para gobernar. Sorprendentemente, en el país más longevo del mundo, solo superado por Japón, algunos candidatos a La Moncloa creen que el presidente actual es, con 60 años, demasiado mayor para seguir.

Estudiaba con su padre

Lo que no han podido negar sus rivales es que, de los cuatro contendientes, es el único que presenta una biografía vital y política tupida.Mariano Rajoy, que compartió colegio en León con Zapatero, cuenta así cómo decidió estudiar para ser registrador de la propiedad, su primer destino profesional antes de optar por la política. «Lo decidí en quinto de Derecho -rememora-. Mi padre se levantaba a las cinco de la mañana para ayudarme con derecho hipotecario, que él conocía bien, como juez que era». Estudiaba de nueve y media a dos y de cuatro a ocho, camino que siguieron sus tres hermanos: otros dos también registradores y el tercero, notario.

Con 23 años el joven Rajoy saca la oposición y elige el Registro de Villafranca del Bierzo, hasta que tuvo que hacer la mili en Valencia. Allí, cuenta el candidato del PP, «estuve hasta 1980. Cuando el sargento me preguntó mi profesión y dije que era registrador, me enviaron a limpiar y allí estuve seis meses». En ese año empieza a coquetear con la política. Entra en el antiguo AP y vive sus primeras elecciones autonómicas gallegas en 1981. Aunque iba en puesto de no salida, finalmente consiguió acta en el Parlamento regional por Pontevedra, su tierra, a pesar de haber nacido en Santiago.

Nacimiento de las autonomías

Su primer cargo político es el de director general de Relaciones Institucionales de la Xunta. El propio Rajoy cree que «ese cargo me sirvió para conocer y participar en el nacimiento del Estado de la autonomías». Entonces no lo sabe pero, cuando sea nombrado ministro de Administraciones Públicas, aquel modesto puesto le será de gran utilidad. De hecho, su partido le envió a La Moncloa en 1992 a negociar con el Gobierno de Felipe González los pactos autonómicos.

En el arranque de la campaña del 20-D tanto Albert Rivera como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se han defendido, atacando, de la máxima que puso sobre la mesa el líder del PP hace unos días: «Para llegar a presidente está bien que se haya sido por lo menos concejal, que es donde se conoce desde abajo la política». De sus contrincantes, solo el secretario general del PSOE puede ostentar ese título, desarrollado en el Ayuntamiento de Madrid de 2004 a 2009. Rajoy sí presenta en su expediente experiencia en la política municipal. Fue en 1983, cuando se celebraron en toda España las segundas elecciones locales de la democracia, el momento en que el registrador de la propiedad metido a político se convierte en edil de Pontevedra, desde donde optará después a diputado y finalmente a presidente de la Diputación Provincial.

Tendrían que pasar tres años para que Rajoy entrara por primera vez en el Congreso de los Diputados. Lo relata con emoción. «Recuerdo que llegué con una enorme ilusión y también con plena conciencia de lo que significaba representar a la voluntad popular». Las crónicas cuentan que le asignaron un escaño junto al de Jon Idígoras, electo por HB, que no apareció nunca por la Carrera de San Jerónimo.

Lo cierto es que en seguida tuvo que abandonar Rajoy su escaño para volver a Galicia, donde asumió la vicepresidencia de la Xunta como mano derecha de Gerardo Fernández Albor. Una moción de censura y cinco tránsfugas le arrebataron al PP el poder que cayó en manos de los socialistas. «De presidente de la Diputación y diputado en el Congreso, pasé a vicepresidente de la Xunta y de ahí a perder cargo electo», recuerda orgulloso aquella decisión que se tomó para ayudar a apaciguar su entonces convulso partido. En ese periodo se incorporó a su actividad profesional como registrador en Santa Pola. Para poco después volver como jefe de la campaña que llevó a Aznar a la presidencia en 1996. La última etapa de su vida política es más conocida: ministro de Administraciones Públicas, de Educación y de Interior, y finalmente vicepresidente. Tras la travesía en la oposición de 2004 a 2011, al perder con Zapatero, llega a La Moncloa que ahora quiere revalidar.

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