Ciudadanos gana, pero el independentismo mantiene el control del Parlament

Cs logra un resultado histórico a costa del desplome del PP y gana en las diez mayores ciudades de Cataluña

Puigdemont vence en el duelo a Junqueras, y PDECat y ERC ya no necesitarán el apoyo de la CUP

Vídeo: Así quedó la jornada electoral. David del Río

ÀLEX GUBERN

La fractura entre el secesionismo y el constitucionalismo vuelve a presentar una comunidad partida en dos mitades. La rasa sigue ahí y la Cataluña de los bloques sigue sin encontrarse. Ni el bloque independentista consiguió anoche superar su techo, ni el constitucionalista logró dar el vuelco que permita contemplar un horizonte de gobernabilidad. Polarización y fractura.

Video. Vídeo: Victoria para Arrimadas y mayoría independentista en el Parlament ABC

Ciudadanos ganó los comicios pero el secesionismo retiene la mayoría absoluta del Parlament y PDECat y ERC pueden desprenderse de la tutela de la CUP. No hay vías intermedias.

El partido de Inés Arrimadas ganó con el 25,38% de sufragios (17,9% en 2015), una cifra espectacular pero insuficiente en el actual escenario político. No hay mayoría constitucionalista. El partido naranja logró un importantísimo avance, pasando de los 25 diputados de 2015 a los 37 de anoche. En cuanto a voto absoluto, los naranjas superaron el millón de votos frente a los 736.364 de las «constituyentes» de hace dos años.

El avance de Ciudadanos es proporcional al desplome del PP , que con un resultado catastrófico -4,23%- se asoma incluso al grupo mixto con tres escaños. La formación naranja, por contra, con apenas una década de presencia en las instituciones -entraron por primera vez en el Parlament en 2006 con tres diputados-, lograba anoche alzarse con una victoria histórica. Victoria en cualquier caso de sabor agridulce porque no les servirá para gobernar .

Por su parte, y frustrando todas las expectativas de cambio, el bloque independentista logró imponerse de nuevo, aunque con un resultado que refleja que incluso en una situación de excepcionalidad no logra ampliar su base, quedándose en el 47,5% de los sufragios, cifra prácticamente idéntica a la de 2015 (47,7%). La suma de la lista de Oriol Junqueras (ERC), Carles Puigdemont (Junts per Cataluña) y la CUP no consiguió superar en ningún caso la barrera del 50% de los sufragios, ni tampoco ampliar la base de 72 diputados con que gobernaron en el Parlament la pasada legislatura (la mayoría absoluta está en 68 diputados).

Vasos comunicantes

Dentro del bloque soberanista, y en lo que ha sido una dinámica de vasos comunicantes, las grandes expectativas con las que partía de inicio Esquerra se han visto finalmente frenadas por el empuje de la lista de Puigdemont, que yendo de menos a más logró pasar por delante de los republicanos por muy poco. Al margen de su partido, en ocasiones enfrentado a él, Puigdemont le pasó la mano por la cara a un Oriol Junqueras que llegó acariciar la presidencia .

Configurando una lista de aluvión, con muy pocos líderes del PDECat y algunas caras conocidas -un grupo parlamentario ciertamente difícil de gestionar-, el presidente cesado, desde Bruselas, celebró los resultados como una victoria. Al PDECat lo dieron por desahuciado y quedó segundo, por delante de ERC, partido en el que ayer la depresión era absoluta: sensación de oportunidad perdida , quizás para siempre.

En las próximas semanas se verá cuál es el tono y la decisiones que adopte el independentismo, pero lo que sí queda claro es que la realidad política catalana entra muy probablemente en una nueva fase. El «proceso» sigue vivo , pero ha entrado -de hecho lo hizo ya con la aplicación del artículo 155 de la Constitución- en otra dimensión, más matizada, quizás con la misma retórica, pero necesariamente dentro de los cauces de la legalidad. Al menos eso es lo que han asegurado sus principales líderes.

Aquí, la aplicación del 155 ha servido para varias cosas: en primer lugar para convocar los comicios de ayer -los mismos que no se atrevió a convocar Puigdemont-, y en segundo lugar para encauzar aparentemente la política catalana por un terreno no necesariamente menos tenso, pero distinto. Los políticos independentistas no van a dejar de serlo ni renunciarán a sus ideas y objetivos -así lo remarcaron ayer con gran prosopopeya-, pero sí parece claro que nadie, o al menos muy pocos, dentro de esas formaciones está dispuesto a regresar al escenario del 27 de octubre, fecha de la fallida proclamación de la república y aplicación del 155.

Según han confirmado a este diario fuentes tanto de ERC como del PDECat a lo largo de esta campaña, pese a toda la retórica empleada en las últimas semanas -especialmente por parte de la candidatura de Junts per Catalunya, «facción Bruselas» -, nadie está dispuesto a regresar a la cárcel, nadie está dispuesto a seguir por el camino de la ruptura y el choque frontal que sí sigue preconizando la CUP. Del unilateralismo al gradualismo: el procesismo sigue vivo, pero sin avanzar previsiblemente hacia un horizonte penal. Este es ahora el escenario, sostienen en ambos partidos.

Al respecto, será clave conocer cómo el PDECat gestiona el «problema» Puigdemont, no de otra manera puede definirse lo que tiene ahora entre manos la formación heredera de Convergència. A diferencia de un Oriol Junqueras que en pocas semanas podría abandonar la prisión preventiva y tomar posesión de su acta de diputado, el horizonte del presidente cesado es mucho más complicado. Se le plantean dos alternativas: o quedarse en su «exilio» -condenado a la inanidad política y a poner en aprietos la ajustada mayoría «indepe» si no renuncia- o regresar a España para acabar en prisión preventiva -el riesgo de fuga no sería una suposición de la Fiscalía-. En el partido tienen claro que se abre una nueva etapa, pero Puigdemont les encadena a la anterior.

Como principal novedad -muy relevante desde el punto de vista del tono de la próxima legislatura-, el bloque secesionista ya no queda en manos de la CUP, formación que se diría que buscaba este escenario. Por perfil del candidato presentado , y por planteamiento, los antisistema prepararon un 21-D de perfil bajísimo. La realidad les expulsa del centro del tablero al perder casi todo el capital logrado en 2015, cuando fueron capaces de forzar la renuncia de Artur Mas y acelerar los plazos del proceso soberanista. Ayer sacaron cuatro diputados frente a los 10 de 2015. Ya han anunciado que solo investirán a un presidente que abogue por la ruptura, unas condiciones que colocarían de nuevo Cataluña en el terreno del 155. Pero ERC y el PDECat ya no les necesitan. La suma del resto de partidos, CUP al margen, no es mayor a la de republicanos y neoconvergentes.

La política de bloques pues se impone, y las posibles vías o aventuras intermedias como las que preconizaba el PSC o los «comunes» de CatComú. Con los resultados sobre la mesa la llamada vía Iceta no es realista . Apenas ha ganado un escaño con respecto a 2015 (de 16 a 17). Los «comunes» de Domènech, que presumieron de tener la llave, fracasan al pasar de once a ocho actas.

Los resultados de ayer, en cualquier caso, se apoyaron en una participación histórica, del 81,94%, una cifra nunca antes alcanzada en unos comicios autonómicos en Cataluña, y acercándose a la marca histórica de las generales constituyentes de 1977 (83,14%). La movilización fue espectacular, y generalizada, sin que se pudiese atribuir un avance de la participación a zonas más o menos nacionalistas, o más o menos constitucionalistas . A la vista del resultado, ambos bloques lograron despertar a los pocos electores que no estaban movilizados ya desde los comicios de 2015, de participación también histórica.

Realizada la votación, el calendario de la investidura comienza a correr. El Parlament tiene hasta el martes 23 de enero como plazo máximo para constituirse, en una convocatoria que, 155 mediante, corresponde a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Dicha sesión constitutiva, en la que se elige al presidente del Parlament y a la Mesa , abre un plazo de 10 días hábiles para que se proponga la investidura de un candidato. Esto situaría el plazo máximo en el martes 6 de febrero: se sometería a una primera votación y, si no lograra la mayoría absoluta de los votos, dos días más tarde se celebraría una segunda votación, donde bastaría con la mayoría simple. Si en dos meses no hay nuevo presidente, se convocan nuevos comicios, que serían a finales de mayo. No es ahora un escenario probable. Habrá presidente independentista.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación