Las elecciones de hoy son importantes, pero es entrar en el marco mental del independentismo decir que son graves. Mejor que salgan bien, pero si salen mal no pasa nada. Del mismo modo, y aunque España está sujeta a la imperfección humana, no hay que precipitarse en el desprecio a lo que juntos hemos construido, ni dar tanto crédito a los discursos regeneracionistas, ni pensar que cualquier solución pasa por reformar la Constitución y admitir por lo tanto el relato, inexacto, e injusto, de lo mal que lo hemos hecho.

Siempre dentro de la justicia, la democracia, la compasión e incluso la ternura, España es una historia de éxito y tiene derecho a proclamarlo: es rendirse no estar orgulloso y avergonzarse de este proyecto. Y no por ningún afán patriotero sino porque La Civilización, cuando no avanza, retrocede, y la libertad necesita una vigilancia diaria, entusiasta, como si nos fuera -porque nos va- la vida en ello.

Un poco de calma, mucho amor, y algo más de consistencia. Y permanecer en el marco mental del inequívoco Estado de Derecho, y no dejarse anonadar por la propaganda catastrofista, siempre interesada e incierta.