Las tormentas solares pudieron convertir a Marte en un infierno helado

La NASA presenta cuatro estudios en la revista «Science» realizados a través de la misión MAVEN. Apoyan la idea de que las eyecciones de masa coronal acabaron con la atmósfera del planeta y quizás con los océanos que había en su superficie

MADRID Actualizado: Guardar
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El ocho de marzo de 2015, la sonda espacial MAVEN, de la NASA, fue testigo de un hecho inusual. En las solitarias alturas de la atmósfera de Marte, los sensores de iones pudieron captar un potente estallido de partículas y radiación proveniente del Sol. Era resultado de una eyección de masa coronal, un evento de liberación de gas y magnetismo producido en la estrella, a cientos de millones de kilómetros, pero aún así capaz de alterar la tranquilidad del planeta rojo. El fenómeno fue tan potente, que generó flujos magnéticos de 5.000 kilómetros de longitud y obligó a los científicos a replantearse lo que sabían sobre la atmósfera de Marte.

Este jueves, la NASA ha presentado a la vez cuatro estudios en la importante revista «Science» para explicar este y otros fenómenos hasta ahora desconocidos.

Gracias a la misión MAVEN («Mars Atmosphere and Volatile Evolution»), la agencia espacial ha investigado la atmósfera superior y la ionosfera de Marte, la capa más exterior e influída por la radiación solar, con el objetivo de entender cómo este mundo pasó de ser un planeta quizás recubierto por océanos, hace unos 4.000 millones de años, a ser una roca helada y reseca en nuestros días. Y también, en último término, los científicos esperan averiguar qué tipo de clima tendría que soportar allí la vida, en caso de existir, o qué condiciones meteorológicas afrontaría una tripulación humana que llegara en nave espacial.

La atmósfera que se esfumó

Una de las investigaciones, capitaneada por Bruce Jakosky, se centra en la eyección de masa coronal que perturbó Marte el pasado ocho de marzo. Durante este fenómeno, la MAVEN detectó los resultados de una violenta distorsión en el campo magnético que rodeaba al planeta. Se formaron cuerdas magnéticas que se adentraron 5.000 kilómetros en el espacio, y se registraron enormes perturbaciones en la ionosfera. Como resultado de estos hechos, se produjo un flujo de iones (partículas cargadas eléctricamente) en dirección al espacio, que al final supuso la pérdida de parte de los materiales que forman la fina atmósfera marciana.

Gracias a este evento, los científicos han aprendido mucho acerca de cómo el Sol puede desnudar a un planeta de parte de su atmósfera. Además, se cree que, cuando el Sistema Solar era joven, el Sol estaba más activo y se producían más eyecciones de masa coronal. Por ello, los científicos de MAVEN sugieren que este podría ser el mecanismo que desnudó a Marte de su atmósfera y de un clima más suave. En teoría, la esfera marciana, menor que la terrestre, se enfrío y perdió su actividad tectónica. La influencia del Sol luego le privó de su «traje de gas».

Más oxígeno del previsto

El proyecto de investigación dirigido por Stephen Bougher ha medido a qué temperaturas está la atmósfera y qué gases se encuentran a distintas alturas. Gracias a eso, se ha averiguado que hay más oxígeno del que se pensaba, y que el comportamiento de la atmósfera de Marte cambia cada poco tiempo. Según estos investigadores, tanto el Sol como la propia corteza marciana, crean distorsiones magnéticas responsables de este efecto.

Este curioso diálogo físico entre el Sol y el planeta también produce un efecto similar a las auroras terrestres. De hecho, gracias a MAVEN, el equipo de Nick Schneider detectó una aurora en el hemisferio norte (se podría decir por eso que era boreal), a una altura de «apenas» 60 kilómetros. Lo curioso es que, a diferencia de la Tierra, Marte solo tiene hoy un mínimo campo magnético que oponerse al empuje del Sol, por lo que la aurora observada fue más lisa y difusa que sus congéneres terrestres.

Polvo interplanetario

Por último, el equipo de Laila Andersson analizó la presencia de partículas de polvo desde los 150 a los 1.000 kilómetros de la superficie de Marte. Esta capa no solo tiene una extensión considerable, sino que además es relativamente uniforme. Por ello, los científicos han concluido que su origen está en el espacio y no en el propio planeta Marte.

A la vista de estas publicaciones, se puede decir que los científicos pueden entender un poco mejor qué condiciones climáticas pueden darse en Marte. Los nuevos datos refuerzan la hipótesis de que el planeta rojo pudo perder su atmósfera a causa del viento solar, y, por ende, se sabe más acerca de cómo este flujo podría afectar a la Tierra en el futuro. Los siguientes datos recogidos por MAVEN permitirán seguir en este camino y las próximas misiones seguirán analizando la «habitabilidad» del planeta, para saber si puede albergar vida y cómo podría ser esta. Por últmo, queda esperar, al menos hasta 2030, a que una misión tripulada o cargada de robots se desplace hasta allí para buscar agua o vida de forma más directa.

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