Tolkien, el señor de los piojos

El famoso escritor sufrió la «fiebre de las trincheras», una enfermedad provocada por estos parásitos que diezmó ejércitos durante la Primera Guerra Mundial

Tolkien, con 24 años Archivo

Pedro Gargantilla

Si en algún momento la especie humana desapareciese de la faz de la tierra, ¿quién gimotearía nuestra desaparición? ¿Las ballenas azules? ¿Los leones marinos? ¿Los osos panda? ¿Los pingüinos de Magallanes? Ninguno de ellos derramaría una sola lágrima.

En esa hipotética y apocalíptica situación tan sólo cuatro especies llorarían nuestra extinción , aquellas que no pueden vivir sin nosotros, las que no pueden parasitar a ningún otro ser vivo: tres clases de piojos y un parásito vaginal. Sus nombres son: Pediculus capitis (el piojo de la cabeza) , Pediculus corporis (el piojo del cuerpo) , Phthirus pubis (el piojo del pubis) y Trichomona vaginalis.

El piojo es un parásito obligado del homo sapiens, esto significa que no puede alimentarse de la sangre de ninguna otra especie . Por este motivo, ha evolucionado de forma paralela a los humanos. Cada vez que hemos dado un paso en la evolución, el piojo lo ha dado en el mismo sentido. Además, su ciclo reproductivo está totalmente adaptado a la perpetuidad de la especie, puesto que el 90% de las liendres se convierten en hembras, las cuales serán fecundadas por el 10% restante de los machos.

De los tres piojos, el Pediculus corporis -el piojo del cuerpo- es el vector de tres enfermedades que han causado una elevada mortalidad a través de los siglos: la fiebre recurrente, la fiebre de las trincheras y el tifus. Se calcula que a lo largo de la historia el piojo se ha cobrado, al menos, cincuenta millones de vidas.

La fiebre de las trincheras

John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), más conocido como JRR Tolkien , nació en Bloemfontein (Sudáfrica), ciudad a la que sus padres habían emigrado desde Birmingham en busca de las oportunidades que la metrópoli les negaba. Cuando John cumplió cuatro años su padre falleció, y Mabel, su madre, decidió regresar a Inglaterra.

En 1915 Tolkien se graduó con honores en el Exeter Collage de la Universidad de Oxford, con un título de primera clase en la modalidad Lingüística Inglesa y Literatura hasta Chaucer. Un año después se enroló con la graduación de teniente segundo, especializado en lenguaje de signos, en el 11º batallón de los Fusileros de Lancashire.

Ese año el Viejo Continente se encontraba inmerso en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Corona Británica no dejaba de enviar efectivos al frente. Entre los llamados a la gloria estaba el batallón al que pertenecía Tolkien. De esta forma, el 6 de junio de 1916 nuestro protagonista desembarcó junto con sus compañeros en Calais.

Entre el 1 de julio y el 18 de noviembre de 1916 se libró una de las batallas más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, la batalla del Somme. Para que nos hagamos una idea de la elevada mortalidad tan sólo un dato: el primer día de la contienda hubo 57.740 bajas en el ejército británico, de las que 19.240 fueron mortales.

Durante la contienda, la artillería alemana contó con dos aliados excepcionales: la insalubridad y las infecciones . Ranas, babosas, cucarachas, ratas y piojos compartieron las trincheras con los soldados aliados. Los piojos encontraron un campo de cultivo excepcional en los indecorosos uniformes y las costuras de las guerreras fueron su improvisado domicilio. Estos parásitos provocaron la aparición de una enfermedad no conocida hasta ese momento, a la que se bautizó como fiebre de las trincheras.

Uno de los afectados de esta nueva enfermedad fue el oficial de comunicaciones JRR Tolkien, la sintomatología fue tan manifiesta que tuvo que ser evacuado del frente y trasladado , muy a su pesar, a Inglaterra, salvando la vida. Muchos de sus compañeros de unidad murieron, bien como consecuencia de la artillería enemiga o bien debido a las infecciones. Durante su convalecencia en Staffordshire Tolkien comenzó a escribir un libro al que bautizó inicialmente como «El libro de los cuentos perdidos».

Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos al Pediculus corporis, gracias a él hemos podido disfrutar de las aventuras de Bilbo Bolsón, el mago Gandalf o el siniestro Gollum.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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