Las ventajas de la fidelidad para toda la vida y la receta para mantenerla

Los machos de ciertas aves monógamas siguen exhibiendo su atractivo tras la conquista para que su compañera sea una madre más eficiente

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ABC Ciencia

Trevor Price, biólogo de la Universidad de Chicago, tuvo en una ocasión una experiencia con una pareja de jilgueros que ejemplifica muy bien la fortaleza de los lazos «amorosos» entre estas aves: «Cogí una hembra, la puse en una bolsa para pájaros y la llevé de regreso a la estación de anillamiento. Durante todo el camino, su compañero me siguió, llamándola. El macho esperó con impaciencia en un árbol cercano mientras yo desataba a la hembra, y cuando la solté, la pareja se fue volando junta, trinando», recuerda. Muchos otros investigadores de aves pueden contar historias parecidas. Este tipo de uniones, en las que se forma un vínculo muy estrecho y emocional, también suceden en otras especies. «Evidentemente, el apego entre un macho y una hembra no es solo una característica de los humanos», dice el investigador.

Resulta algo curioso, porque las teorías de la selección sexual , uno de los mecanismos defendidos por Charles Darwin para explicar la evolución de las especies, predicen que los machos tienen más que ganar al buscar la mayor cantidad de compañeras posibles. De esta forma, se garantizan dejar su legado genético frente a otros competidores. Sin embargo, algunas especies optan por la monogamia. En estos caso, los machos no solo son fieles , sino que dedican un gran esfuerzo por contentar a la hembra. Como el biólogo británico Julian Huxley ya avanzó hace más de 80 años, en la mayoría de las aves monógamas el «pavoneo» comienza solo después del apareamiento. Por ejemplo, continúan haciendo elaboradas exhibiciones privadas de plumaje, colores y danzas. ¿Para qué? ¿Por qué tanta atención a la media naranja? ¿No sacarían más rédito dedicando sus energías a cuidar a su descendencia?

Un nuevo estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) explica el motivo de estas exhibiciones de conquista entre las parejas fieles. Resulta que alientan a la hembra a invertir más energía en la crianza .

Más rojo, más entusiasmo

Muchos experimentos en aves, y algunos en peces, han demostrado que un macho que se muestra más vigoroso, canta una canción más dulce o tiene un color más atractivo estimula a su pareja a invertir más en su prole. Por ejemplo, en la década de 1980, la investigadora Nancy Burley demostró que la colocación de bandas de color rojo en las patas de un pinzón cebra macho hace que su pareja trabaje más duro para la cría y, en consecuencia, críe a más polluelos.

Los hallazgos parecen extraños, pero tienen una explicación sencilla: son señales que una hembra ya está usando en otros contextos. Por ejemplo, los pinzones cebra ya tienen picos rojos; quizás, cuanto más se muestra el color rojo, mayor es la emoción porque eleva los niveles hormonales de la hembra. Pero si bien la apariencia llamativa que estimula a las hembras puede ser buena para el macho (él tiene más descendencia), es probable que sea malo para la hembra invertir más (tiene que trabajar más duro, lo que afecta sus posibilidades de criar con éxito más descendencia en el futuro).

Machos azules, tres huevos

Usando un modelo genético de población matemática, los investigadores mostraron cómo estos escenarios podrían ser ventajosos para la especie al sopesar los costes de su inversión con la cantidad de crías que pueden sacar adelante a lo largo de muchas generaciones.

Por ejemplo, digamos que las hembras de una especie generalmente ponen tres huevos y su pareja ayuda en la crianza, pero un macho con una mayor coloración azul hace que su pareja ponga cuatro huevos. Los machos azules tienen más descendencia que los machos más apagados, por lo que los azules se vuelven cada vez más comunes durante generaciones.

Sin embargo, dedicarse a una cría extra tiene un gran coste para las hembras, por lo que una hembra que solo pone tres huevos tiene una ventaja sobre una que pone cuatro, y estas hembras se vuelven cada vez más comunes. Al final de este proceso, todos los machos son azules y todas las hembras ponen tres huevos. Pero ahora, si el macho no se exhibe, las hembras solo pondrían dos huevos, lo que no es bueno para ninguno de ellos.

Quedarse y presumir

En otras palabras, los machos tienen que quedarse y presumir para que tanto él como la hembra obtengan los máximos beneficios. El proceso evolutivo puede repetirse muchas veces con otro color o tipo de exhibición. Al final, la hembra puede volverse tan dependiente de múltiples aspectos de la exhibición del macho que sin ella apenas ovula, como se ha demostrado para las palomas.

«Los modelos nos permiten ver el amplio rango de condiciones que pueden causar que las exhibicioness se queden atrapadas en la población, evolutivamente, y que puedan conducir a este resultado», dice Maria Servedio, de la Universidad de Carolina del Norte.

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