La perra Reya y el lobo Etu, en el Centro de Ciencias del Lobo
La perra Reya y el lobo Etu, en el Centro de Ciencias del Lobo - Robert Bayer

Los lobos se la juegan; los perros van a lo seguro

Un curioso experimento demuestra cómo los animales salvajes son más arriesgados que los canes en un juego por comida

MADRID Actualizado: Guardar
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Los humanos preferimos ir a lo seguro. Ante la opción de obtener 100 euros o jugársela al 50% por 200 o nada, la mayoría elegirá la primera opción. Eso dice la ciencia de la Psicología. Es la aversión al riesgo, que puede ser fruto de la selección natural: para nuestros antepasados, perder todas sus reservas de alimentos podía ser catastrófico, al tiempo que aumentarlas quizás no suponía una gran diferencia en sus posibilidades de supervivencia.

¿Pero qué pasa entre los animales distintos a los primates? ¿Son temerarios o también prefieren no tentar a la suerte? Científicos austríacos han observado las diferencias de comportamiento a este respecto entre perros y lobos, y han concluido que los primeros son consistentemente más propensos a tomar riesgos en situaciones de juego por comida que nuestros mejores amigos.

Cuando se enfrentan a la elección entre una bola de comida insípida y la posibilidad al 50% de una carne sabrosa o una piedra no comestible, los lobos casi siempre eligen la opción arriesgada, mientras que los perros son más prudentes.

«Comparamos la propensión a asumir riesgos en un contexto de búsqueda de comida entre los lobos y los perros planteado en las mismas condiciones», dice Sarah Marshall-Pescini, del Instituto de Investigación Messerli en la Universidad Veterinaria de Viena. «Encontramos que los lobos prefieren la opción arriesgada significativamente más a menudo que los perros. Esta diferencia, que parece ser innata, es consistente con la hipótesis de que la preferencia del riesgo evoluciona en función de la ecología».

El estudio se realizó en el Centro de Ciencias del Lobo en Ernstbrunn, Austria, un instituto de investigación donde los científicos estudian las diferencias y similitudes cognitivas y conductuales entre lobos y perros. Aquí, ambas especies viven en manadas, en condiciones casi naturales en grandes recintos.

Carne sabrosa o una piedra

Marshall-Pescini dejó que cada uno de los siete lobos y siete perros eligieran 80 veces entre dos cuencos puestos boca abajo, colocados lado a lado en una mesa móvil. Los animales habían sido entrenados para indicar el plato de su elección con su pata u hocico, después de lo cual recibirían el artículo que estaba oculto debajo de ella.

Los investigadores habían enseñado a los lobos y los perros que debajo del primer cuenco, la opción «segura», había invariablemente una bola de comida insípida, mientras que por debajo del segundo, la opción «arriesgada», había o bien un elemento no comestible, una piedra, en el 50% de los ensayos, o bien comida de alta calidad, como carne, salchichas o pollo, en el otro 50%. Como control, el lado de la opción «segura» y el de la «arriesgada» cambiaban en cada prueba, pero a los animales siempre se les mostraba qué lado correspondía a qué opción: si se les daría una piedra o un alimento de alta calidad si elegían la opción «arriesgada», era la única incógnita. Ensayos de control rigurosamente diseñados confirmaron que los animales entendían esta regla, incluyendo el elemento de azar, explican los científicos.

Buscar en la basura

Los lobos eligieron la opción arriesgada en el 80% de los ensayos, mientras que los perros sólo lo hicieron en el 58%. Los investigadores creen que los perros evolucionaron un temperamento más cauteloso después de que experimentaran un cambio evolutivo de su ancestral estilo de vida cazador a su estilo de vida actual de husmear en la basura, que ocurrió hace entre 18.000 y 32.000 años, cuando los seres humanos los domesticaron de entre los lobos. Investigaciones anteriores han sugerido que las especies que dependen de fuentes de alimentos irregulares y con incertidumbre son más propensas al riesgo. Por ejemplo, los chimpancés, que se alimentan de árboles frutales y de caza de monos, son más propensos al riesgo que los bonobos, que se basan más en la vegetación, una fuente de alimento temporal y espacialmente fiable.

«Los lobos salvajes cazan grandes ungulados -una estrategia arriesgada, no sólo porque las cazas a menudo fracasan, sino también debido a que los animales de los que se alimentan pueden ser peligrosos, mientras que los perros criados en libertad, que constituyen el 80% de la población de perros del mundo, se alimentan principalmente de la basura humana, un recurso omnipresente, ilimitado. Así que los perros ya no tienen que correr riesgos para buscar alimentos, y esto puede haber influido en la preferencia por jugar de forma segura», concluye Marshall-Pescini.

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