La epopeya de la armada de los 29.000 patitos amarillos

Desde hace más de dos décadas este juguete de baño se ha convertido en un aliado excepcional de los oceanógrafos

Después de un accidente, miles de juguetes se desperdigaron por los océanos del mundo, ayudando a los científicos ae estudiar las corrientes FOTOLIA

PEDRO GARGANTILLA

En el año 2001 el diario The Sun filtraba la indiscreción de un pintor que trabajaba en el Palacio de Buckingham y que había visto el típico patito amarillo de hule en el baño privado de la reina Isabel. Los británicos, lejos de mofarse de la soberana, se lanzaron a comprar de manera impulsiva e irracional el juguete, de modo que las ventas aumentaron en el Reino Unido un 80% en las siguientes semanas a la publicación.

Para entender el éxito del patito amarillo , que en el imaginario colectivo es el rey de las bañeras infantiles, nos debemos remontar a comienzos de los años cuarenta , cuando el escultor ruso Peter Ganine (1900-1974) expuso en el Metropolitan Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York la escultura gigante de un pato. La exposición tuvo un éxito tan arrollador que los organizadores decidieron recrear la escultura a escala reducida, vendiendo 50 millones de patitos de hule en un tiempo record. Poco después los comerciantes repararon en el potencial económico del pedazo de caucho amarillo y añadieron en la parte inferior del pato un hoyo, el cual le permitía flotar en el agua. Fue precisamente esta innovación la responsable de una de las epopeyas más importantes de las últimas décadas.

Patitos de hule surcando la inmensidad del océano

Todo ocurrió a comienzos de 1992 cuando se desencadenó una fuerte tormenta en las islas Aleutianas, un archipiélago volcánico compuesto por más de 300 pequeñas islas en el océano Pacífico. El temporal, con olas de hasta once metros de altura y vientos huracanados de más de 150 Km/h, sorprendió cerca de la línea internacional del cambio de fecha a un carguero chino que realizaba la travesía Hong Kong-Washington. Doce de los contenedores que transportaba se soltaron de sus anclajes y se precipitaron por la borda. Uno de ellos terminó por abrirse y liberar a sus peculiares inquilinos en medio de una mar embravecida. De esta forma 29.000 juguetes de baño de vivos colores, fabricados por la compañía china «First Year Inc», quedaron a la deriva. La mayoría eran patitos amarillos –como el de Peter Ganine-, pero también había ranas verdes, tortugas azules y castores rojos. Fue el inicio de un enorme éxodo, los indefensos juguetes de baño quedaron a merced de las corrientes marinas.

La armada de plástico se dividió en dos grandes grupos, por una parte un escuadrón puso proa hacia las costas de Australia, Indonesia y Chile, mientras que otro atravesó el estrecho de Bering –entre Siberia y Alaska- helándose en el Ártico.

De catástrofe natural a oportunidad

Tras las primeras voces de alarma por la catástrofe natural un grupo de científicos comprendió que estábamos ante una oportunidad única para estudiar con detalle las corrientes marinas circulares , conocidas como giros oceánicos y se dedicaron a seguir a los patitos amarillos. En noviembre de 1992 –once meses después de que el contenedor se abriese- se avistaron los primeros seis patitos en Alaska, a 3.200 kilómetros. En el año 2001 algunos atravesaron la zona en donde se hundió el Titanic y dos años después llegaron a las islas Hébridas (Noroeste de Escocia). En el año 2007 se avistaron algunos cerca de la Costa da Morte.

A través de sofisticados programas informáticos los oceanógrafos han podido estudiar y reconstruir el trayecto de los patitos hasta que han tocado tierra firme, pudiendo saber que u n objeto tarda tres años en completar un giro oceánico . Además, los científicos han ampliado sus conocimientos sobre los efectos del calentamiento de la Tierra, han mejorado la conservación de las reservas de pescado e incluso han colaborado en la investigación de algún asesinato en alta mar.

Después de más de dos décadas todavía los patitos amarillos siguen haciendo su aparición en playas de todo el mundo, entre conchas, basura y animales muertos. Esta historia nos debe hacer reflexionar sobre la enorme cantidad de basura que arrojamos diariamente en el mar y que, como sucedió con los patitos amarillos, pasa años flotando a la deriva, con el daño ecológico que ocasiona.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación

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