El ejemplar comportamiento de las hormigas para evitar una epidemia

Un experimento prueba que los especímenes enfermos se alejan del resto por el bien de todos

Los científicos etiquetaron miles de hormigas en total para cuantificar todas las interacciones entre individuos Timothée Brütsch

ABC Ciencia

La complejidad de las colonias de hormigas siempre ha maravillado a la ciencia : poblaciones de miles de insectos se guían por unas rutinas sociales que marcan todas las situaciones cotidianas. Desde la reproducción del grupo para perpetuar su supervivencia , hasta la muerte individual de cada individuo, cada hormiga tiene delimitada su función desde el nacimiento (incluso antes, en su etapa de larva ). Ahora, un nuevo estudio explica cómo también tienen un « plan de cuarentena » para contener el daño de la propagación de una enfermedad y evitar así una epidemia.

La investigación realizada entre el Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria (IST Austria) y la Universidad de Lausana (Suiza) ha sido publicada este jueves en la revista «Science» . Los resultados señalan que las hormigas, tanto infectadas como sanas, cambian su comportamiento para evitar la propagación del contagio. Pero, además, utilizan la situación de peligro y la reconvierten a su favor, reforzando el sistema inmunológico grupal , a modo de «vacuna».

Grupos que limitan el contacto

Las hormigas no interactúan de forma aleatoria con otros miembros de la colonia, sino que se organizan en subgrupos según su edad y las tareas que realizan. Mientras que las hormigas obreras jóvenes , las llamadas « enfermeras », cuidan de las valiosas crías, las trabajadoras mayores recolectan comida fuera del nido. Cuando la enfermedad aparece, estos dos subgrupos limitan su contacto al mínimo posible: las trabajadoras, que tienen más probabilidad de traer infecciones por su contacto con el exterior, pasan más tiempo fuera; y las «enfermeras», que poseen una esperanza de vida mayor, permanecen en el interior.

«Las camarillas entre las hormigas se vuelven aún más fuertes y el contacto entre pandillas se reduce . Las recolectoras interactúan más con las recolectoras y las enfermeras más con las enfermeras. Esta es una respuesta por toda la colonia, no solo los especímenes infectados», afirma Laurent Keller , líder del grupo de la Universidad de Lausana.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores colocaron marcadores digitales en 2.266 hormigas de jardín , para seguir la trayectoria de los insectos a través de cámaras de infrarrojos. Después, se expuso al 10% de las hormigas recolectoras a las esporas de hongos que se propagan muy fácilmente por el contacto. Las colonias identificaron el peligro rápidamente y cambiaron sus rutinas, desarrollando un plan de contingencia de la enfermedad.

Un sistema de «vacunación»

Además, los investigadores utilizaron un sistema de etiquetado que podía cuantificar exactamente cuántas esporas llevaba cada hormiga, para controlar la infección. Así fue como observaron que solo unos pocos individuos recibieron una dosis alta de patógenos, pero que especímenes clave, incluida la reina, recibieron dosis bajas que no reproducen la enfermedad, pero que sí entrenan al sistema inmunológico ante futuras infecciones parecidas. «El patógeno se distribuye en muchos hombros y así el sistema inmunológico de las hormigas puede lidiar muy bien con él, lo que proporciona una forma de memoria inmunológica», explica Sylvia Cremer , responsable del grupo de la IST Austria.

Así se propaga la infección por la colmena Nathalie Stroeymeyt

Así, las enfermeras, con un porcentaje mayor de supervivencia y más jóvenes y fuertes, y la reina, la única que se reproduce, recibieron las dosis bajas, en forma de «vacuna». «En una colonia, no todos los animales tienen que ser protegidos, pero los individuos más valiosos deben sobrevivir », afirma Keller.

Quiénes murieron, quiénes sobrevivieron

Los investigadores también llevaron a cabo un experimento para ver la supervivencia 24 horas después de la infección. Los resultados fueron los esperados: «La mortalidad fue mayor entre las recolectoras que entre las enfermeras. Y todas las reinas seguían vivas al final del experimento», concluye Nathalie Stroeymeyt , primera autora y postdoctorada en el grupo de Laurent Keller.

«Las interacciones sociales son las rutas por las que viajan las enfermedades y definen cómo se propagan las epidemias. Esta investigación sobre hormigas puede, sin embargo, ayudarnos a comprender mejor los procesos epidemiológicos también de otros grupos sociales», afirma Cremer.

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