Dibujos de dodos, hechos en el diario de viaje del barco «Gelderland» de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (1601–1603).
Dibujos de dodos, hechos en el diario de viaje del barco «Gelderland» de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (1601–1603). - WIKIPEDIA

El dodo no era un pájaro bobo

El ave, que vivió en Isla Mauricio y se extinguió por la caza humana, tenía el cerebro de una paloma

MADRID Actualizado: Guardar
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El dodo es un ave no voladora ya extinguida que tenía el tamaño de un pavo, cabeza grande, pico ganchudo y patas robustas y que habitaba en Isla Mauricio (océano Índico) Su nombre, del portugués doudo, la etiquetó como pájaro bobo, pero resulta que tenía el cerebro de un ave razonablemente inteligente como una paloma.

Los científicos analizaron el cráneo de un dodo conservado en el Museo de Historia Natural de Londres y descubrieron que el tamaño de su cerebro no era inusualmente pequeño, sino que correspondía a su tamaño corporal. Incluso creen que pudo haber tenido un sentido del olfato superior al de la mayoría de las aves, con el que probablemente olfateaba la fruta madura para comer.

Dibujo de un dodo de 1626, por Roelant Savery.
Dibujo de un dodo de 1626, por Roelant Savery. - WIKIPEDIA

Según explica Gold, los dodos no mostraron ningún temor a los humanos cuando éstos llegaron a esta isla del Océano Índico en el año 1500. «¿Por qué iban a temer algo que nunca habían visto? No tenían depredadores naturales en las islas antes de que llegaran los hombres. Por eso, los marineros pudieron llevarlas a sus barcos para proveerse de carne fresca en sus viajes. Su docilidad para ser capturados fue, creo, lo que llevó a la gente a pensar que eran tontos, es bastante injusto», afirma.

El paleontólogo Mark Norell, del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York explica cómo el dodo se ganó su reputación: «Tenía un nombre pegadizo, una apariencia ridícula, no era volador, y debido a su falta de miedo hacia los humanos, probablemente debido a su hábitat aislado, fue presa fácil: los rasgos que fácilmente podrían haber sido atribuidos a la estupidez».

Sin embargo, «la inteligencia es muy difícil de medir», añadió Norell.

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