El antiguo misterio de los icebergs verdes de la Antártida, a punto de resolverse

Los científicos proponen que estas insólitas masas de hielo son mucho más que una rareza y que podrían tener un importante papel para la vida marina

Imagen tomada por los investigadores sobre un gran iceberg verde en octubre de 1996 Collin Roesler

P. Biosca

Desde principios del siglo XX, exploradores y navegantes alertaban de un curioso fenómeno en alta mar: entre los icebergs de la Antártida, que normalmente son transparentes o azules , existían algunos, pocos y extraños, de un intenso verde esmeralda . Los científicos empezaron a preguntarse el porqué del fenómeno, que lleva sin explicación durante décadas a pesar de las pruebas realizadas en los últimos años -y que les llevaban hacia callejones sin salida -. Ahora, un nuevo estudio llega para ofrecer una posible solución a este antiguo misterio, que significaría mucho más que una rareza de la naturaleza. ¿Qué son en realidad los icebergs verdes ?

Para el equipo de Stephen Warren , glaciólogo del Universidad de Washington (EE. UU.) y autor principal del estudio publicado en la revista « Journal of Geophysical Research: Oceans » la solución sería el hierro: los óxidos de hierro del polvo de roca que arrastran estos colosos helados sería la clave del color esmeralda. Pero este hecho no sería meramente decorativo : su función sería el traspaso de este precioso mineral al lecho marino como una suerte de «fertilizante» para el plancton , base de la vida en el océano.

«Actúa algo así como una "oficina de correos" de hierro. El iceberg puede enviar este material al océano, y luego fundirlo y entregarlo al fitoplancton , que lo puede usar como nutriente», explica Warren. «Siempre pensamos que los icebergs verdes eran solo una curiosidad exótica, pero ahora pensamos que pueden ser realmente muy importantes ».

Diferencia entre hielo marino y hielo de iceberg

Warren comenzó a estudiar el fenómeno en una expedición en 1988. En ella, tomó una muestra del centro de un iceberg verde cerca de la llamada barrera de hielo Amery , en la costa de la Antártida. Sobre el terreno ya pudo comprobar que esa mole de hielo presentaba un tono esmeralda más oscuro que el resto de icebergs, pero también presentaba una claridad en su composición mucho más acentuada. «Cuando nos subimos a ese iceberg, lo más sorprendente en realidad no era el color, sino la claridad. Este hielo no tenía burbujas. Era obvio que no se trataba de hielo glaciar ordinario », afirma el investigador en un comunicado .

Normalmente, los icebergs se desprenden de los glaciares y las plataformas de hielo que sobresalen del mar . El hielo típico del glaciar se forma cuando las capas de nieve se acumulan y, con el tiempo, se solidifican, por lo que naturalmente se forman bolsas de aire que reflejan la luz. Sin embargo, en la Antártida algunos icebergs tienen una capa inferior del llamado «hielo marino» : agua de mar congelada en la parte inferior de una plataforma de hielo que sobresale. El hielo marino tiene una tonalidad más oscura, pero su apariencia es más cristalina porque carece de bolsas de aire que reflejen la luz.

El agua de mar a veces se congela en la parte inferior de las plataformas de hielo, creando una capa de lo que se llama hielo marino que viaja en la parte inferior de algunos icebergs. Los icebergs verdes podrían estar compuestos enteramente de hielo marino AGU

Restos de seres vivos muertos

Vieron que estos glaciares verdes estaban hechos de hielo marino, por lo que algo del fondo del mar estaba cambiando el aspecto de estas moles. Al principio pensaron que se trataba de carbono orgánico disuelto procedente de plantas y animales marinos muertos que se quedaba atrapado en el agua. Este material es amarillo , por lo que podría reflejar ese tono verdoso del hielo después.

Pero cuando analizaron muestras de los icebergs esmeralda comparados con los normales, vieron que ese hielo tenía la misma cantidad de material orgánico. Esa no era la respuesta del misterio .

Un iceberg verde avistado en el mar de Weddell, en la Antártida, el 16 de febrero de 1985 AGU / Journal of Geophysical Research: Oceans / Kipfstuhl

La clave está en el hierro

El problema siguió desconcertando a Warren durante décadas. Tuvo que esperar hasta 2016, cuando una nueva expedición de la Universidad de Tasmania (Australia) se centró en el hierro de la plataforma de Amery. Encontraron que el hielo marino de ese lugar contenía casi 500 veces más hierro que el hielo formado por la nieve del glaciar en la parte superior. Así que Warren empezó a sospechar que podía ser la solución al enigma.

Los óxidos de hierro que se encuentran en el suelo y las rocas tienden a tener tonos cálidos y terrosos: amarillos, naranjas, rojos y marrones. Así que Warren comenzó a sospechar que los óxidos de hierro en el hielo marino podían volverse verde hielo azul. ¿Pero de dónde venía el hierro?

A medida que los glaciares fluyen sobre el lecho rocoso, muelen las rocas hasta obtener un polvo fino conocido como harina de roca . Cuando el hielo se encuentra con el mar, esta harina de roca fluye hacia el océano. Si queda atrapado debajo de una plataforma de hielo, las partículas podrían incorporarse en el hielo marino a medida que se forma, lo que daría el color característico a los misteriosos icebergs esmeralda.

Fertilizante para el lecho marino

Y no solo eso: el hierro es un nutriente clave para el fitoplancton, las plantas microscópicas que forman la base de la red alimentaria marina. Pero el hierro escasea en muchas zonas del océano . Por ello, si los experimentos demuestran que la nueva teoría es correcta, esto significaría que los icebergs verdes estarían transportando hierro precioso desde el continente antártico hasta mar abierto cuando se rompen, proporcionando este nutriente clave a los organismos que sustentan a casi toda la vida marina.

Warren y los investigadores australianos proponen muestrear icebergs de diferentes colores para comprobar su contenido en hierro y la refracción a la luz. Si al final se demuestra que la teoría es correcta, estos gigantes esmeralda podrían ser mucho más importantes de lo que nunca imaginó la comunidad científica.

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