¿Hemos logrado ser más felices que nuestros bisabuelos?

Científicos han reconstruido los niveles de felicidad de cuatro países desde 1820 a 2009 analizando millones de libros

Un aumento de un año en la longevidad incrementa la felicidad tanto como una subida del 4,3 % en el PIB
Gonzalo López Sánchez

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¿Qué es la felicidad? La respuesta puede estar en la tópica tríada de salud, dinero y amor. También puede ser una suma de pequeños placeres cotidianos, como decía Benjamin Franklin , o querer lo que uno hace, según la visión de Jean Paul Sartre . Sea como sea, lo que parece claro es que, especialmente en campaña electoral, los políticos están muy interesados en que los ciudadanos se perciban como más felices durante su mandato. O que crean que lo van a ser.

Medir la felicidad de un país entero y evaluar el efecto de ciertas políticas es precisamente una de las aplicaciones que tiene una investigación que se ha publicado esta semana en la revista Nature: Human Behaviour . Investigadores británicos han medido la felicidad de los ciudadanos de cuatro países, Reino Unido, Italia, Estados Unidos y Alemania, desde hace 200 años. Lo más novedoso es el método que han empleado: han recurrido al «Big data» para analizar cientos de palabras distintas aparecidas en millones de libros y periódicos publicados en la red. Después, han relacionado estas palabras con el estado anímico y así han reconstruido los niveles felicidad en esos países en los últimos dos siglos .

«Esta investigación ha puesto en marcha un método para comprender nuestro pasado psicológico», ha explicado a este periódico Thomas Hills, coautor del estudio e investigador de la Universidad de Warwick (Reino Unido), quien lo ha escrito junto a investigadores de la Universidad de Glasglow y del Instituto Alan Turing de Londres. «Todavía hay mucho que hacer para refinarlo, pero ya es posible hacer predicciones cuantitativas sobre nuestro futuro bienestar. Esto puede ayudar a los políticos a centrarse menos en lo que nos divide y más en lo que comúnmente apreciamos como una buena vida».

España, en el puesto 30 de 156

Desde el año 2011, y en algunos casos desde 1970, existen sondeos de «felicidad nacional» (los datos del último « World Hapiness Report » sitúan a España en el puesto 30 de 156 países analizados, y también existen sondeos de la OCDE). En estos informes, se evalúa la influencia de la esperanza de vida, el producto interior bruto (PIB) , la corrupción o la libertad para tomar decisiones sobre la percepción de felicidad. Sin embargo, los datos son muy recientes y dificultan saber cuáles son las tendencias a largo plazo. Por tanto, impiden evaluar cómo serán en el futuro.

En esta ocasión, los investigadores trabajaron con otra aproximación. ¿Y si los libros escritos hace siglos pudieran indicar cuán felices eran los ciudadanos? A fin de cuentas, pensaron, los editores de los libros tienden a publicar lo que encaja con las preferencias de los lectores.

Un estudio de más de ocho millones de libros

Para ello, han desarrollado un método para analizar textos provenientes de millones de libros y periódicos publicados en los últimos 200 años y hoy disponibles en internet. Entre todos estos, la principal fuente es el corpus de Gooble Books , una vasta colección de datos con la frecuencia de palabras presentes en ocho millones de libros , que representan más del seis por ciento de todos los que se han publicado. Los datos disponibles solo permitieron estudiar cuatro lenguas (inglés americano, inglés británico, italiano y alemán).

Los investigadores analizaron la frecuencia de palabras relacionadas con la felicidad y el bienestar en más de ocho millones de libros y periódicos

Dicho método asigna una «valencia psicológica» a cada palabra con un valor numérico que relaciona cada término con un grado de felicidad o autopercepción de satisfacción, en base a lo contestado por decenas de voluntarios. Así, por ejemplo, en inglés la palabra positiva « abracadabra » tiene un valor de 5,11 (en una escala de 1 a 9) mientras que la más negativa « abandonment » tiene una puntuación de 2,63. En italiano, la palabra « adorabile » tiene 7,3 puntos, mientras que « abuso » tiene 1,74. En alemán se incluyeron palabras como « abendessen » (cena) o « abtreibung » (aborto).

En concreto, los investigadores tuvieron en cuenta la frecuencia con la que aparecieron alrededor de un millar de palabras para cada una de cuatro lenguas (italiano, alemán, inglés británico e inglés americano), y la puntuación de valencia psicológica asignada para cada una. También consideraron los cambios de uso del lenguaje (por ejemplo, la palabra «gay» ha adquirido nuevas connotaciones con el tiempo), pero no pudieron eliminar la influencia de la censura de los estados sobre libros y periódicos. Por eso mismo, por ejemplo, el estudio concluye que los ciudadanos de la Alemania de los años 40, dirigida por el III Reich , se ven muy felices.

Todos estos complejos cálculos les llevaron a obtener valores nacionales de felicidad o satisfacción autopercibidas a lo largo del tiempo, desde 1820 a 2009, para las cuatro naciones cuyas obras se analizaron. Para comprobar la validez de sus resultados, compararon sus predicciones de felicidad con los estudios hechos los últimos años que la miden por medios más convencionales.

Índices de felicidad o satisfacción autopercibidos en cuatro países, a lo largo del tiempo, en base a las palabras aparecidas en libros y periódicos. Las líneas naranjas representan importantes acontecimientos históricos. En algunos casos, como puede ser Alemania en los años cuarenta, la censura puede engordar los valores de felicidad

Esta evolución de la felicidad por países les llevó a dibujar tendencias generales y a vincularlas con hechos históricos, incluyendo guerras, e importantes factores socioeconómicos, como el producto interior bruto, la longevidad, la conflictividad y los niveles de «democratización» de cada país.

La huella de Saigón y la Gran Depresión

Curiosamente, la felicidad tiene poca memoria : sus subidas y bajadas suelen tener corta duración: «Nuestra felicidad nacional es como una llave inglesa que podemos abrir o cerrar para calibrar nuestra experiencias en comparación con el pasado más reciente, con unos recuerdos poco duraderos para los triunfos y fracasos de nuestra época», ha dicho Thomas Hills.

Las guerras disminuyen la felicidad, pero la paz la devuelve a sus niveles normales: «En nuestros datos, podemos ver la Guerra Civil Americana, las revoluciones del 48 en Europa, el estruendo de los años 20 y la Gran Depresión. Pero la gente enseguida volvió a sus niveles anteriores de bienestar subjetivo después de que esos eventos acabasen».

Vivir más es más importante que el PIB

Además de la guerra, la felicidad también ha de depender de la economía. Sin embargo, aunque en las últimas décadas todos los países estudiados han experimentado una tendencia general de crecimiento del PIB, no se ha experimentado un aumento importante de los niveles de felicidad. Según han concluido los autores del estudio, solo una mejora espectacular de la renta nacional tiene efecto sobre el bienestar autopercibido.

Un aumento de un año en la longevidad tiene un efecto sobre la felicidad comparable al de un incremento de 4,3 puntos en el PIB

Por otro lado, los investigadores averiguaron que un incremento de un año de la longevidad tiene un efecto sobre la felicidad comparable al de una mejora del producto interior bruto del 4,3 por ciento. Sin embargo, el efecto más drástico está relacionado con la guerra : los datos dicen que un año menos de guerra equivale a un incremento del 30 % en el PIB.

Aparte de esto, los autores averiguaron que las cuatro naciones estudiadas experimentaron una evolución diferente. Por ejemplo, l a percepción de bienestar aumentó en Italia y Alemania desde comienzos del siglo XX, mientras que en Estados Unidos y Reino Unido estaba cayendo. Sin embargo, desde 1970, todos, con la excepción de Alemania, experimentaron una mejora sostenida de la felicidad percibida.

El Reino Unido de posguerra sufrió su peor momento en torno al «Invierno del descontento» (entre 1978 y 1979) y Estados Unidos se desplomó con la caída de Saigón, que supuso el fin de la desastrosa guerra de Vietnam en 1975.

Comprender las emociones colectivas

Los autores han asegurado que su metodología es interesante para varias aplicaciones, como «predecir tendencias económicas, políticas y culturales», incluyendo patrones de opinión sobre candidatos, valores de mercado , las variaciones diarias de estado anímico, la dispersión de emociones colectivas , prediciendo la depresión y comprendiendo el impacto de importantes eventos, como la muerte de personajes famosos, los terremotos o los rescates financieros.

Todo esto es, según Hills, importante para «ayudar a los políticos a comprender el impacto de sus decisiones en términos de bienestar nacional», incluso de una forma cuantitativa. Por ello, seguirán trabajando en este campo, tratando de recoger más datos de otras audiencias y naciones.

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