¿Por qué en algunos campanarios del Reino Unido hay relojes con dos minuteros?

La «dictadura del reloj» a la que nos vemos sometidos en la actualidad fue una imposición de la aparición de los primeros ferrocarriles

Reloj en Bristol con dos minuteros Wikipedia

Pedro Gargantilla

A mediados del siglo XIX el hombre venció de forma irreverencial y definitiva a la naturaleza, a partir de ese momento el sol –el astro rey- “dejó de mandar” en nuestras vidas, desaparecería en el horizonte a la hora que le marcaban los magnates del ferrocarril. Ni antes ni después.

La vida de las ciudades decimonónicas se regía por el reloj de la torre del campanario o del ayuntamiento , y sus horas coincidían, más o menos, con las de las ciudades que se encontraban en la misma línea norte-sur. Sin embargo, las ciudades ubicadas al este o al oeste manejaban otras horas, y esto, en el fondo, no carecía de lógica. ¿Es razonable, al menos desde el punto de vista teórico, que Vigo, Madrid e Ibiza tengan la misma hora? El sentido común nos dice que no.

Hace doscientos años no existían los relojes de pulsera, y los relojes de bolsillo eran verdaderos artículos de lujo. El principal problema al que se enfrentaban los dueños de aquellos adminículos cuando viajaban, y solían hacerlo a lomos de cuadrúpedos o de incómodos carruajes, era modificar la hora de sus relojes cuando llegaban a una ciudad.

Todo cambió con la llegada del “caballo de vapor” y, con él, la necesidad de ajustar horas de salida y de llegada. No sólo era importante cumplir con los horarios, sino también evitar accidentes ferroviarios. Por otra parte, los trayectos se realizaban en unos tiempos mucho más cortos que cuando se empleaba la tracción animal. Por este motivo, los empresarios del ferrocarril se vieron obligados a poner orden en aquel endemoniado caos horario, donde cada ciudad hacia de su reloj un sayo.

Los británicos, pioneros del maquinismo, también fueron los primeros en encontrar una solución: sincronizar los relojes de las estaciones ferroviarias de una línea, a pesar de que sus relojes no coincidieran exactamente con la hora que marcaban los relojes locales.

La primera compañía en asumir este reto fue la Great Western Railway, en noviembre de 1840. Decidió adoptar todos sus relojes a la hora que marcaba el Real Observatorio de Greenwich (Londres). Bastaron tan sólo siete años para que todas las estaciones de ferrocarril británicas adoptaran el mismo sistema, el llamado “railway time”.

Los británicos «globalizaron» el tiempo

Como es fácil suponer los ayuntamientos se resistieron al cambio de hábitos y a ajustar sus relojes por un asunto puramente empresarial. El problema parecía estar resuelto con la incorporación de un segundo minutero que marcaba la hora londinense en los relojes de los ayuntamientos o de las iglesias locales.

En 1880 el Gobierno británico ordenó que se unificara definitivamente la hora de todas las ciudades anglosajonas. De esta forma, se acababa de inventar oficialmente la “globalización” del tiempo. El resto de las naciones siguieron su ejemplo. En 1891 lo hizo Francia, con un desajuste inicial de 9 minutos y 21 segundos con el horario británico. Nuestro país esperó hasta 1900, momento en el que se adoptó la hora de Greenwich, cuyo meridiano atraviesa Aragón y la Comunidad Valencia.

Para los amantes de las curiosidades, el meridiano de Greenwich pasa por tres países europeos (Reino Unido, Francia y España) y cinco africanos (Argelia, Mali, Burkina Faso, Togo y Ghana).

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