tribuna abierta

La revolución pendiente, la hora europea

Los estudios demuestran obstinadamente la necesidad de la adopción de este horario y ya se van acumulando encima de la mesa del Gobierno

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La integración europea supuso el esfuerzo de España en el cumplimiento de numerosos requisitos de convergencia. Gracias a ella participamos de una moneda y mercado común, en definitiva, del funcionamiento bajo unos parámetros comunes que permiten sinergias entre los distintos Estado de la Unión.

En un ámbito donde España sigue funcionando como una isla en medio del océano es el de los horarios y las jornadas laborales, donde nuestro país no comparte con los demás países europeos una racionalización de horarios que permitan su gestión en interés de la eficiencia económica y de la conciliación familiar, no sólo a favor de los niños sino también de los mayores.

Se han dado pasos que, hasta la fecha, han quedado en meros brindis al sol, como fue la creación de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles y su Normalización con los demás países de la Unión Europea y la aprobación en octubre pasado de una resolución en el Congreso de los Diputados por la que recomendaba al Gobierno la implantación del horario del horario británico en España.

También en el Parlament de Cataluña se ha creado una comisión parecida; haciendo buena la frase atribuida a Napoleón que si quieres que el problema perdure, nombra una comisión.

Los estudios demuestran obstinadamente la necesidad de la adopción de este horario y ya se van acumulando encima de la mesa del Gobierno. Todos coinciden en la conveniencia de adelantar el huso horario español en una hora, siguiendo el horario de Greenwhich, acompañado de la adopción de la jornada continua, dejando sólo una media hora para comer, que redundaría en beneficio de la vida laboral y su productividad, y la vida familiar y personal de los trabajadores.

Las empresas españolas, que las hay, que han probado la jornada británica coinciden en las ventajas en la productividad, en la reducción de accidentes y la reducción de costes de producción.

España debe dejar de ser un país latifundista del tiempo para convertirse en un país donde se valore el tiempo como el mayor bien escaso y dejar la cultura del presencialismo en el trabajo para pasar a la cultura de la productividad.

Ya no sirve la excusa del carácter turístico de España, ni su condición de país mediterráneo. Ni puede ser un cambio adoptado individualmente por los empresarios, uno a uno. Ya es hora que, de una vez por todas, el Gobierno de España obligue por Ley a realizar esos cambios o, al menos, se incentive a las empresas con ventajas sociales y fiscales para que su adopción se realice de una forma rápida y uniforme en toda España.

Esta es la gran revolución social pendiente en España, la de la hora europea y una jornada laboral racional. Eso también es una medida de convergencia europea que no podemos dejar para más adelante.

RAMON DE VECIANA es candidato de UPyD a la presidencia de la Generalitat

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