Elche - Cádiz

(Previa) Pasito atrás para no retroceder

El Cádiz de Cervera se juega parte de la temporada en Elche con las mismas cartas que le llevaron al éxito

Dónde y cómo ver el partido

el cádiz juega hoy en elche. a. v

Un pasito atrás para coger impulso. Una vuelta de tuerca al pasado para no retroceder. Estas parecen ideas contrapuestas, pero así están las cosas en la cabeza de Álvaro Cervera, que para eso es el que manda. Y tiene mando en plaza porque para algo él es el único responsable de que el Cádiz se encuentre en estos momentos en la Primera División por segundo año consecutivo y después de haber pasado más penurias que un condenado al destierro.

Dos derrotas. Dos goleadas. Ocho goles encajados. Estos son los motivos principales que le han hecho a Cervera recuperar su libro, ese que marca el camino de un Cádiz que no quiere perder su sello, su estampa. Lo dijo claramente el pasado miércoles el entrenador que ha hecho al Cádiz situarlo otra vez en el panorama del fútbol nacional. Y aunque lo que diga y predique se antoje soso y aburridos, no queda otra que ir a misa con él. Y ojo, esta vez el señor de las gafas lo ha intentado, pero se ha dado cuenta que no, que no compensa. Que son ocho goles encajados en dos partidos , hombre.

Por todo ello no queda otra que echarse atrás, retroceder para avanzar. Y hoy, en Elche, ante un rival directísimo que acaba de cambiar de entrenador, no toca otra que pertrecharse en la trinchera y salir a la contra. Eso, en el caso de que los de Francisco se equivoquen. Porque si no se equivocan no habrá contra que valga. Se vuelve a lo de antes. Se vuelve al suplicio de fútbol para un aficionado neutro. Se vuelve a las viejas costumbres de siempre que tanto le han dado a un equipo que se ha hecho grande desde la defensa, la incomodidad y la ferocidad bien entendida dentro del campo.

Cervera lo tiene claro. Bueno, no lo tenía tanto hace un mes, cuando osó levantar la mirada y vislumbrar que podía hacer algo más que defender. Fue con ocasión del encuentro en casa ante el Alavés y después de tirar 45 minutos, los primeros de ese partido, a la basura. Se dio cuenta que este año su equipo necesita mucho más que resistir para vivir. Viró de dibujo y puso a construir en el centro del campo a Álex , al que una semana después le acompañó Jonsson para rozar la campanada en La Cerámica ante el Villarreal. Y una más tarde ante el Mallorca en otra segunda mitad para enmarcar dentro de un museo cerveriano muy poco amigo de exquisiteces. Se coronaron en La Catedral y el personal tiró los sombreros al aire al grito de ‘esta es’. Pero no fue.

Tanto que no fue. Llegó el parón por las selecciones que tanto le cuesta al equipo de Cervera. Llegó el descalabro de Getafe rematado una semana después por la goleada de un Atlético en ruinas que con nada venció a un equipo gaditano al que le tosen y ya baja los brazos. Más allá de esas dos dolorosas derrotas queda la sensación de indolencia cuando el marcador se pone adverso. Y eso, con lucha o sin lucha, es intolerable.

Y como no se puede tolerar Cervera ha puesto pie en pared. Ha tocado su bocina y ha puesto al personal a currar con él el primero. Porque, sin duda, esta vez el entrenador no puede achacarle todo a sus jugadores. Vale que están muy limitados y todo eso, pero que todo un Cádiz no sea capaz de remontar un partido desde antes de la pandemia es para que se lo vea su entrenador.

A falta de plan B, que no lo hay ni parece haberlo, el Cádiz debe sujetarse a lo que le ha hecho grande. Y eso no es otra cosa que la defensa, el fortín, el cerrojo, la nula capacidad de creación y la magnífica tolerancia a la destrucción. La frase de Cervera lo dice todo. «Tenemos que intentar que los equipos que son superiores sean peores ante nosotros». ¿Y cómo se consigue eso? Pues muy fácil. O no tanto.

El objetivo de este Cádiz no es ni siquiera ganar hoy. Sobra decir que si se suma los tres puntos, pues de categoría. Pero el fin de Cervera en el Martínez Valero es retroceder en el camino hasta encontrar otra vez la línea de salida de la que se alejó un Cádiz que quiso ir de intrépido sin las herramientas necesarias para serlo. Y para eso, al margen de las piezas que saque en el tablero, ha intentado inyectar en la conciencia de sus muchachos la aburrida teoría de la destrucción. Y esta no es otra que empozoñar los partidos, aburrir al rival, liar todas las fases del encuentro, agazaparse en campo propio hasta anestesiar al contrario. Y ahí, cuando el enemigo esté pescando, cazarlo a ser posible.

Esta vez se llega a esta conclusión tras intentarlo de mil maneras posibles de salir de la madriguera, pero no se ha podido. Ocho goles en dos partidos son muchos como para Cervera se ponga a jugar a ser un lillo de la vida sin serlo y, lo que es peor, sin querer serlo.

Por tanto, el equipo no variará demasiado del que salió ante el Atlético de Madrid aunque puede que del once se retire Perea y entre Fali, sobre todo para meter madera en la sala de máquinas y dar un relevo que necesita el jugador manchego. Con Fali es posible que salgan Ledesma, Iza, Cala, Haroyan, Espino, Jonsson, Salvi, Sobrino y el Choco Lozano. Once hombres bajo una idea, la de destruir para respirar.

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