CÁDIZ CF

La metamorfosis del simpático

El efecto que tiene la ley resultadista de Cervera comienza a cambiar la amable imagen del Cádiz CF de los milagros

No les disparen que es peor (0-2)

Jens Jonsson es el paradigma del juego del Cádiz CF: orden, sacrificio y contención. L. V.

Alfonso Carbonell

«Tenemos paciencia, somos pesados en el esfuerzo y buscamos alguna rendija para ponernos por delante. Y poniéndonos por delante somos un equipo bastante incómodo» . Nadie dentro del cadismo puede dudar sobre quien es el propietario de estas palabras. En efecto, su dueño porta gafas, se ha dejado barba de vikingo y responde al nombre de Álvaro Cervera, el responsable de cambiar la imagen amable y simpática del Cádiz CF de los milagros por una aburrida, feota, incómoda de ver pero letal y gloriosa para los que pagan, que no son otros que los abonados a un club cargado de historietas graciosas pero de muy pocos triunfos.

Cervera paga la cuenta. Será a él, como a Bordalás en el Getafe con su juego de mazo, al que señalen los aficionados imparciales, las aficiones contrarias, los entrenadores rivales, la prensa nacional y en general la crítica. Su juego «es sencillo», como señaló Mendilibar, monótono y aburrido para muchos, «no juega a nada pero gana», como dijeron durante la retransmisión en Movistar, donde Santiago Segurola alababa el orden táctico de los cadistas pero recelaba de «un fútbol práctico que da resultados». Las cosas han cambiado, amigos. Y sí, este Cádiz CF de Cervera no viene a echarse a dormir hasta enero como los de Irigoyen para luego despertar en la recta final de Liga para conseguir una salvación milagrosa para regocijo de todo el país e infartos para los de la Tacita. Tampoco viene para pasearse un añito como el de Espárrago en su última etapa en Primera, donde faltó equipo y algo de solidez defensiva.

Toca descubrirse y no hay debate. Hasta los propios cadistas que criticaban la manera de jugar del Cádiz CF de Cervera han dado un paso atrás en la barra de los bares o en las tertulias de rigor para admitir lo que la historia dice. Este impresionante arranque liguero es inmejorable y como si al once amarillo le da por salir al campo vestidos de mineros.

Las miradas foráneas recelan de este Cádiz CF, el mejor visitante con cuatro victorias de cuatro, ningún gol encajado y seis a favor. Números inmaculados y bendecidos por una religión que comienza a tener muchos detractores fuera de la provincia. Es lo que tiene ir convirtiéndose en un equipo al que si no se le comienza a temer, sí que se ha ganado por derecho propio un respeto que antes no tenía en su siginificado más completo.

El Cádiz CF ya no es ese equipo simpático. Sin ser ni la mitad de agresivo que el Getafe, los hombres de Cervera juegan a la una, en bloque, con una solidaridad manifiesta en defensa y con una velocidad al ataque que ya lo quisiera el Séptimo de Caballería para perseguir a los indios apache.

Cada frase de Cervera viene a decir lo que es una realidad, tan lejana del «jugar para divertirse» de los Valdano, Guardiola y compañía. «Estoy seguro que mis jugadores no disfrutan, porque en el fútbol se disfruta con la pelota. No estamos para disfrutar , estamos para ganar y en el fútbol hay otra manera de ganar los . Nosotros nos vamos a divertir después del partido, pero en el campo no hay que salir a disfrutar, sino a pelear y ganar el partido». Sobran los argumentos para

El hecho de tener en el banquillo de Carranza a un pragmático como Cervera hace que esa metamorfosis del Cádiz CF simpático al malencarado se haya ido cocinando muy poquito a poco. «Nosotros no somos virtuosos con la pelota y cuanto antes lo sepamos todos será muchísimo mejor» repite constantemente un entrenador centrado en buscar los puntos débiles de sus rivales y en que los suyos no pierdan un ápice de concentración.

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