Antropía

Cuando el refugio es la Educación

Las universidades españolas desplegaron en 2015 programas de ayuda a personas refugiadas tras la crisis humanitaria en Siria

Joven en campo de refugiados. jaime garcía

José A. González

Más del 1% de la población mundial vive forzosamente lejos de su hogar, un exilio obligado de casi 81 millones de personas por guerras o por violaciones de derechos fundamentales. Una de las cifras más altas registradas por ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, en los últimos años.

Desde 2016, España ha recibido cerca de 350.000 peticiones de asilo. «Primero fueron sirios, luego venezolanos y últimamente ha sido desde Afganistán», señala María Zabala, responsable de Acogida, Integración y Soluciones Duraderas de ACNUR España. «Son un colectivo muy diverso, muy cambiante en el tiempo y con necesidades muy dispares», añade.

Al llegar a España, las personas refugiadas cuentan con el apoyo del Sistema de Acogida e Integración (SAI) que les ofrece protección personal y material a través de ayudas económicas y acogida en pisos o centros. Un apoyo que se extiende entre los 18 y 24 meses y después desaparece. «Estas personas llegan sin nada», apostilla la portavoz de ACNUR. Más allá del riesgo de pobreza o exclusión social y laboral, la brecha educativa cada vez más se acrecienta.

Según los datos recopilados por Naciones Unidas en cerca de 40 países, la tasa de matriculación en el curso 2019-2020 entre estudiantes refugiados de secundaria era del 34%. «Los recientes avances en la matriculación escolar de niños y jóvenes refugiados están ahora amenazados. Enfrentarse a este desafío requiere un esfuerzo masivo y coordinado, y es una tarea que no podemos permitirnos eludir», subraya el director de la organización dependiente de Naciones Unidas, Filippo Grandi, en el estudio ‘Manteniendo el rumbo: los desafíos que enfrenta la educación de los refugiados’.

Una voz de alerta para garantizar que estos jóvenes puedan acceder no solo a la educación secundaria, sino también a la universitaria, pues los niveles de matriculación «siguen siendo críticamente bajos», detallan en el informe.

No obstante, «la inclusión en niveles inferiores es rápida», explica Zabala. «Aprenden muy rápido y ayudan incluso a los adultos en esa adaptación al idioma y a la sociedad», apostilla la responsable de Acogida, Integración y Soluciones Duraderas de ACNUR España.

Refugiados en España

El pasado 2020, España recibió 88.762 solicitudes de asilo. El perfil medio por sexo y edad era un varón con edad comprendida entre los 18 y 34 años, según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). No obstante, solo el 5% fueron favorables.

Exiliados de sus países de origen en pleno desarrollo educativo o de acceso a su primer puesto de trabajo, las universidades españolas tuvieron conciencia de este problema en 2015. «Nos dimos un baño de realidad», comenta María Zabala.

España recibió 88.762 solicitudes de asilo en 2020, solo el 5% de estas tuvieron un veredicto favorable

A finales de 2015, la Guerra Civil en Siria provocó que más de un millón de sirios tuvieran que abandonar su país de origen. «Un equipo de nuestros estudiantes de educación social nos animó a ayudar a estas personas con sus estudios», relata Pastora Martínez-Samper, vicerrectora de Globalización y Cooperación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «Fuimos a 3 campos en Grecia para ver qué necesitaban y qué podíamos aportar», añade.

Ahí nace el Programa de acogida para personas refugiadas y solicitantes de asilo de la UOC. En esas mismas fechas, la Universidad Complutense de Madrid (UCM) lanza su Programa de Acogida Universitaria para Personas Refugiadas. «Había que dar respuesta a esa crisis y estamos seguros de que la educación es una forma de rehacer la vida», señala Mercedes García-García, delegada del Rector para Diversidad e Inclusión de la Universidad Complutense madrileña.

Sin embargo, de aquella crisis, sólo llegaron a España poco menos de 700 sirios. «Hubo mucha respuesta de la comunidad educativa, pero no tanta demanda por las dificultades del idioma y que España no era su país de referencia», recuerda García.

La barrera lingüística «es uno de los grandes retos que hay por delante», señala la responsable de Acogida, Integración y Soluciones Duraderas de ACNUR España. La otra es la burocracia. «Para iniciar cualquier formación universitaria se necesita acreditar unos estudios previos», comenta Martínez Samper.

La falta de documentación e información es uno de los principales escollos que encuentran las universidades españolas para dar el visto bueno a la formación académica de las personas refugiadas. «Gracias a la tecnología podemos acceder a esa información, pero sin la administración es complicado», señala García.

No obstante, desde 2015, la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) flexibilizó la entrada a estas personas y «con acreditar 30 créditos de alguna formación se les permite acceder o continuar sus estudios superiores», detalla García.

Una medida escasa para los responsables de ACNUR, «queda mucho trabajo por hacer», alerta María Zabala. «Tenemos que desarrollar fórmulas alternativas a los procesos de convalidación y homologación existentes», añade.

La falta de documentación es uno de los principales escollos que encuentran las universidades españolas para convalidar la formación de los refugiados

«Me hubiera gustado que la beca sea de grado o máster, aunque sea pagando una parte o haciendo una prueba de acceso, ya que no son tan específicos y pueden abrirnos más puertas», señala un joven sirio especialización en Documentalista audiovisual y 'film researcher' en la UOC.

Acompañamiento total

El objetivo principal de este tipo de programas, ya casi presente en la amplia mayoría de las universidades españolas, es contribuir a garantizar el derecho a la educación superior de las personas refugiadas para el desarrollo y construcción social. Además, los servicios que prestan en este tipo de programas están relacionados con la atención directa, el acompañamiento socioeducativo y el apoyo en los procesos de inclusión en la vida universitaria.

«Les orientamos de todo y les aconsejamos que al principio se matriculen en 30 créditos en el primer curso y, sobre todo, materias sencillas para tener una experiencia positiva», narra la delegada del Rector para Diversidad e Inclusión de la UCM. «Es muy importante el entorno psicosocial», apostilla Martínez Samper desde la UOC.

Ambos programas, más allá de los estudios, «muchos eligen filologías», revela García, los programas de las universidades españolas ofrecen ayudas económicas y becas para poder retomar o comenzar los estudios, pero «hay mucho recorrido por hacer», sentencia María Zabala, responsable de Acogida, Integración y Soluciones Duraderas de ACNUR España.

Esta información se enmarca en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 4 .

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