La Naturaleza entra en las oficinas postpandemia para 'cuidar' al empleado

El diseño biofílico de interiores está en auge; con él se incrementa el bienestar y la productividad gracias al contacto con colores, formas y elementos propios de los espacios verdes

Escaleras en espiral que recuerda a las caracolas de mar en las oficinas de Actiu, en Castalla (Alicante). Virginia carrasco

Rocío Mendoza

Si lee este artículo en su lugar de trabajo pare y levante la vista un momento para buscar cuántos elementos hay que le recuerden a un agradable paseo por el campo. (Si no está en él, haga un esfuerzo de memoria) ¿Ha repasado ya la oficina, las salas de reuniones e, incluso, la cafetería? ¿Cuál es el resultado? No sería raro que ni siquiera se haya encontrado una simple maceta… de sensaciones vinculadas al bosque mejor ni hablamos. Los neutros de las paredes, los grises de las moquetas, el acero… La luz artificial, el sonido repetitivo de alguna máquina. Estas sí son las características habituales de la gran mayoría de las oficinas de nuestro país. Pero, afortunadamente, no todas. Existe una alternativa en el planteamiento de los entornos laborales que irrumpe con fuerza en el escenario postpandemia: el diseño biofílico.

Este podría definirse como aquel que intenta integrar los elementos propios de la Naturaleza en el diseño de interiores. Biofilia significa literalmente 'amor a la vida' y e término fue acuñado por el biólogo especializado Edward O. Wilson en los años 80. Esta corriente sostenía que el contacto con lo natural es vital para las personas.

Esto que puede sonar algo difícil de cuantificar, ha sido constatado por la Ciencia a través de numerosos estudios, que han vinculado el contacto directo con lo natural y la salud física y mental de los individuos. Solo 10 minutos de paseo por el parque cada día bajan la presión arterial, la sensación de estrés y hasta regula las funciones metabólicas.

¿Qué pasaría si estos beneficios fuesen llevados al mundo laboral, dejando que la Naturaleza entre en ellos? Esto es lo que plantean los diseñadores de interiores especializados como Anna Ferrer, del estudio CU4, cuyo objetivo es crear interiores que 'cuiden' a quienes los habitan. Lograr el bienestar de las personas que «pasan mucho tiempo en un espacio, ya sea la oficina, la escuela, las residencias…» a través del planteamiento biofílico. «Este tiene en cuenta esta necesidad humana del contacto con la Naturaleza y lo facilita para mejorar su estado físico, mental y emocional», define Ferrer.

La forma de hacerlo pasa primero por lo más obvio: incluir elementos vegetales vivos en las oficinas. Desde plantas, a tapices ajardinados, pasando por árboles que puedan poblar los patios exteriores y dejarse ver por las ventanas. Las plantas no solo decoran, purifican el aire y renaturalizan de forma muy sencilla cualquier entorno.

'La venta', uno de los espacios de la empresa Actiu virginia Carrasco

«Pero, aunque se pueda pensar que se trata de poner plantas, va más allá. También estamos hablando de la importantísima presencia de la luz natural, la posibilidad de ver u oír el agua, los animales...», añade Ferrer al hablar de los elementos que facilitan esta relación directa. Pero también es posible incorporar la Naturaleza de forma indirecta porque no todos los lugares permiten una transformación radical.

Así, esta conexión se puede lograr mediante imágenes, sonidos, las formas del mobiliario (las patas de una mesa que imiten a las ramas…), los tejidos naturales como la lana, los colores del bosque. «Se trata de diseñar no solo para la vista, sino también para el resto de sentidos y para provocar sensaciones. Estas últimas pueden ser despertadas por las formas del espacio y sus elementos, para transmitir calma, sensación de refugio, orden, riesgo... «, concluye la arquitecta especializada en esta materia.

«No es una moda para distinguirse; es la respuesta a una necesidad detectada. Invertir en bienestar tiene que ver con los resultados»

Toda esta teoría toma cuerpo en la empresa alicantina Actiu, la primera de España, y la quinta en todo el mundo, en lograr el certificado Well v2 Platino, que acredita su sede como espacio construido para garantizar la salud y el bienestar de sus ocupantes. La sostenibilidad entendida desde muchos ángulos, el respeto por el entorno y la presencia real de la naturaleza a cada paso son los pilares sobre los que estos empresarios han construido unas oficinas que, como gusta destacar a su consejera y directora de reputación de marca, Soledat Berbegal, están pensadas para «cuidar a los empleados».

Soledat Berbegal, en la terraza exterior de la sede donde se pueden ver las placas solares y los recolectores de agua de lluvia. virginia Carrasco

En el parque empresarial de Actiu las cosas son, a simple vista, diferentes. Cierto es que el entorno ayuda: la visión omnipresente de la montaña alicantina y el cielo abierto ya inspiran otra forma de construir un proyecto. En el exterior, todas las cubiertas tienen paneles solares con los que el complejo se autoabastece de energía. Generan tanta que les sobraría para hacer lo propio con el pueblo en el que está la sede, Castalla.

En esas mismas, a los paneles solares les acompañan un sistema de recolección del agua de lluvia que es también almacenada y reutilizada. Las grandes cristaleras dejan pasar abundante luz natural, presente a lo largo de la jornada laboral, con lo que el gasto en luz artificial se reduce.

Al entrar... ni frío ni calor. Y no porque la sensación que produce el diseño de interior deje indiferente; en realidad es muy al contrario. Sino porque sorprende que el confort térmico (gran caballo de batalla de muchas oficinas) sea una realidad.

En Actiu, la vegetación natural no falta. En patios interiores y exteriores que conectan las tres plantas del edificio dándole otra dimensión. Los jardines pueden verse desde muchos puntos de vista: desde un rincón de reuniones hasta una taller de I+D.

Llevan esta pasión por tener a mano todo lo que les da la tierra que en la cafetería puedes sentarte junto a un naranjo a tomar un café en tu tiempo de descanso. «Las naranjas son de verdad, ¿quieres probarlas?», bromea Soledad Berbegal, consciente de que tanta perfección hace sospechar de su artificialidad.

Árboles frutales bajo la luz natural en la zona de encuentro y la cafetería. Virginia Carrasco

Desde la última planta casi se puede tocar un imponente ciprés que reina en un recodo exterior del edificio pensado «para que cualquier pueda llamar por teléfono, pensar, pasear y darle vueltas a una idea al aire libre, pero recogido a la vez», describe la consejera de esta empresa familiar fundada por su padre en 1968, verdadero inspirador (por intuición y pasión innata) de esta filosofía sostenible de producir y tratar al entorno y a los empleados. Casi toda su cadena de producción es de proximidad. «Cuando muchos se fueron a China, mi padre apostó por el pueblo. Eso de lo que tanto se habla ahora, nosotros lo hemos practicado desde siempre», recuerdan las hijas del fundador, Vicente Berbegal.

El bienestar del empleado y el respeto del entorno como filosofía

¿Y los ascensores? Curiosamente, hay uno, «pero casi nadie lo usa». Unas bonitas escaleras que recuerdan a las caracolas de mar invitan a subir y bajar a pie para mantenerse sano y así lo hace la mayoría. Mientras lo hacemos, en un día ventoso de grandes nubes pasajeras, los estores automatizados suben y bajan para regular el punto de luz perfecto que debe llegar a todos los empleados. Aquí, más del 70% de los puestos de trabajo situados a menos de 7,5 metros de una ventana.

«El objetivo final es promover esa calma emocional que todos necesitamos para trabajar», resume Berbegal. Tras la irrupción del Covid, el regreso a las oficinas también ha hecho que muchos quieran replantearlas en espacios más saludables que, a la vez, atraigan a la gente, «que no estés deseando irte sino llegar» y retengan el talento. «La demanda ha crecido muchísimo tras la pandemia», aseguran desde Actiu.

«Monitoreamos los resultados de la empresa y la productividad de los empleados en espacios pensados con esta cultura y los que no y la diferencia es un 11% más de productividad individual y un 15% en equipos»

Ante tanto mimo puesto es imposible preguntarse por el coste de este tipo de apuestas. Actiu puede ser el extremo, en el que confluyen muchos elementos biofílicos, de 'wellness', de sostenibilidad y reutilización de los recursos. Pero la filosofía se puede adaptar a proyectos de mayor o menor envergadura. «No es una aspiración de grandes empresas. Hay miniproyectos donde se ha cuidado algunos aspectos como la acústica y los colores y también han sido exitosos -prosigue Berbegal- y tampoco requiere de grandísimas inversiones; estamos hablando de replantear los espacios».

El objetivo final de este bienestar físico y mental no es otro que los resultados. En suma, el gasto es una inversión. Porque está estudiado que estos espacios renaturalizados elevan la creatividad, la concentración y la productividad. «No se trata de una tendencia, no es una moda para distinguirse. Es la respuesta a una necesidad detectada y es cuestión de resultados. Las grandes compañías lo ven así», apostilla la arquitecta Anna Ferrer. En Actiu lo cuantificaron cuando pasaron el examen para obtener la citada certificación Well. «Nuestra gente era un 11% más productiva a nivel individual y 15% más efectivo en equipos en los espacios rediseñados bajo esta nueva cultura», concluye Soledat Berbegal.

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