¿Qué frena la expansión de los bioplásticos no contaminantes?

La mayor parte de los plásticos fabricados actualmente acaban en los océanos; solo un 9% se recicla

Botellas de plástico. Archivo

A. Herranz

Hay muchos tipos de plásticos en el mundo. Es un material tan presente en nuestras vidas que parece muy difícil de erradicar. De hecho, los diferentes tipos de plástico han demostrado ser muy útiles y muy versátiles para muchos propósitos: para poder envolver comida, para servir de aislantes, para fabricar todo tipo de electrodomésticos o simplemente dar forma a los mangos de los cepillos de dientes.

Se calcula que, en 2010, se fabricaron 270 millones de toneladas de plástico, de los que 8 millones acabaron en los océanos. Es uno de los grandes problemas asociados a este material. Otros comienzan, directamente, con su fabricación.

¿Cómo se hace el plástico?

La producción de plásticos comienza con la destilación del crudo en una refinería de petróleo. Esto separa el crudo pesado en grupos de componentes más livianos, llamados fracciones. Cada una de ellas es una mezcla de cadenas hidrocarbonadas (compuestos químicos formados por carbono e hidrógeno), que difieren en cuanto al tamaño y estructura de sus moléculas. Una de estas fracciones, la nafta, es el compuesto crucial para la producción de plásticos.

Pero, el proceso de transformación de etileno y propileno en polímeros libera emisiones tóxicas al aire. Los gases resultantes incluyen compuestos químicos peligrosos como benceno, óxido de etileno, etilbenceno y níquel, que pueden crear nubes de gas tóxico tanto dentro como alrededor de las fábricas de plástico. En cuanto a los desechos sólidos creados por el proceso, normalmente se incineran, pero eso solo de nuevo hace que se emitan gases a la atmósfera.

Además, el reciclaje de los plásticos no siempre es una tarea fácil. De hecho, no todos los tipos de plásticos se pueden recuperar.

¿Qué son los bioplásticos?

La alternativa viene de la mano de los bioplásticos. Como su propio nombre deja entrever, son plásticos cuya procedencia no es el petróleo, sino de materiales biodegradables que procede de fuentes renovables y que, por tanto, pueden ser una alternativa a los problemas medioambientales que este material genera.

De hecho, los principales beneficios de esta alternativa son la reducción de la huella de carbono, proporcionan ahorros de energía en la producción y no implican el consumo de materias primas no renovables.

Además, su producción reduce los residuos no biodegradables que contaminan el medioambiente, no contienen aditivos nocivos para la salud, como ftalatos o bisfenol A y, por último, no modifican el sabor ni el aroma de los alimentos contenidos.

Cabe señalar que por bioplásticos se hace referencia a diferentes tipos de materiales en función de su procedencia y también de su fin de vida. A grandes rasgos, podemos distinguir los que se fabrican a partir del azúcar que se obtiene de plantas como el maíz y la caña (azúcar que se convierte en ácidos polilácticos, PLA), o a partir de polihidroxialcanoatos (PHA), procedentes de microorganismos.

El plástico PLA se usa comúnmente para empaquetar alimentos, mientras que el PHA se usa más en objetivos sanitarios como suturas y parches cardiovasculares. El primero es el más extendido porque es el más barato de producir, ya que se puede aprovechar el etanol que producen muchas grandes fábricas.

Sin embargo, la investigación y la tecnología están ampliando las posibilidades de este sector. «Estamos trabajando en procesos de síntesis de materiales plásticos en los que se sustituyen las fuentes fósiles por otras renovables como la biomasa, residuos urbanos o agroalimentarios y de residuos de la industria “que vuelven al círculo productivo al convertirse en envase del producto del que proceden un claro ejemplo de economía circular», señalan fuentes de Aimplas, una empresa valenciana que aplica la biotecnología para generar este tipo de bioplásticos. Además, «se investiga el uso del CO2 para su aprovechamiento como materia prima», añaden.

Despacio, pero seguro

Uno de los grandes retos a los que se ha enfrentado la industria a la hora de hacer estos bioplásticos es utilizar recursos naturales sin que se generaran nuevos problemas. En las primeras versiones, al igual que ocurría con los biocombustibles, se utilizaban alimentos (como mazorcas de maíz) para fabricar estos plásticos, lo que suponía un mayor estrés para la cadena alimentaria.

«El I+D+i ha permitido que después se emplearan los tallos y las hojas de la mazorca para fabricar los bioplásticos», explica Iñigo Pérez Baroja, vicedecano del Colegio de Químicos de Madrid. En su opinión, «no existen malos materiales, sino malas prácticas con estos elementos». «Si nos sale más barato tirar el plástico al cubo de la basura que va a acabar en el vertedero, lo vamos a seguir haciendo», reflexiona. «Tenemos que conseguir valorizar y reciclar todo ese plástico».

Este químico asegura que los bioplásticos han llegado para quedarse, aunque su evolución pueda ser ahora mismo lenta. «El progreso, los avances, siempre acaban ganando. Igual que lo hizo el coche de combustión sobre el de caballos y lo harán los eléctricos o hidrógenos», pone como ejemplo. Eso sí, considera indispensable lograr que el reciclaje de los plásticos sea rentable, tanto para ciudadanos como para empresas.

Además, está convencido de que en el futuro habrá un mix entre bioplásticos y plásticos reciclables, que siguen siendo más baratos de producir en estos momentos que otras alternativas.

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