Antropía

El biocombustible, en el punto de mira del activismo climático

Los cultivos de soja, entre otros, usados para la generación de biodiésel han acelerado la deforestación en el cono sur de América

Deforestación de la Amazonia. Archivo

José A. González

«¡Qué diferente sería hoy el mundo si las tierras más valiosas de los últimos cien años no fueran las que contienen petróleo, sino donde se pueda cultivar cacahuetes!». Esta frase tiene más de cien años y fue pronunciada por el creador del motor diésel: Rudolf Christian Karl Diesel. Lo hizo en la Feria Mundial de París con el siglo XX recién estrenado.

Este ingeniero francés presentó en 1900 un propulsor que funcionaba con aceite de cacahuete, «estos combustibles pueden llegar a ser con el paso del tiempo tan importantes como el petróleo o el alquitrán de hulla lo son en el momento actual». Un siglo después, su idea está lejos de hacerse realidad, aunque intentos no han faltado.

La descarbonización de la movilidad y las alternativas sostenibles a los combustibles tradicionales son dos pilares fundamentales de las políticas medioambientales de los países desarrollados. En 2009, la Unión Europea se puso como objetivo alcanzar el 10% de energía renovable en el transporte de los Estados miembros para 2020 en la Directiva de Energías Renovables (DER).

Una política ambiciosa que desató una fiebre por los biocarburantes, locura que ha arrasado con millones de hectáreas de bosques, según los ecologistas. En concreto, la Federación Europea de Transporte y MedioAmbiente (T&E por sus siglas en inglés) la cifra: 8,4 millones de hectáreas de tierra arrasados por los biocombustibles basados en cultivos para la última década (2010-2020).

«Estas tierras tienen también otros usos», rebate Manuel Bustos, director de la sección biocarburantes de APPA Renovables. «Ha ido propagándose la idea de que deforestamos y es absolutamente falso», añade. «Usamos una ínfima parte de esas materias primas».

Los ambiciosos objetivos marcados por Bruselas impulsaron el uso y producción de biocombustibles en el bloque comunitario. El consumo en la Unión se multiplicó por diez entre 2003 y 2012. «La movilización social, las denuncias de las comunidades afectadas y los estudios científicos obligaron a Bruselas a rectificar parcialmente», recuerda Ecologistas en Acción.

¿Es bio?

En un contexto de continuas medidas para reducir las emisiones de efecto invernadero, especialmente, CO2, los biocombustibles no han parado de crecer y tampoco evolucionar. Primera generación (procedentes de cultivos agrícolas), segunda generación (fundamentalmente orgánicos) y tercera generación (carbohidratos de algas) son la muestra del furor por estas fuentes de energía alternativa al tradicional petróleo.

Hasta el año 2020 se observa un aumento constante en el consumo global de aceites vegetales para la producción de biodiésel, según datos de OilWorld 2021, a pesar de la reducción de la movilidad provocada por la aparición del SARS-CoV-2. En España, el biodiésel más usado seguido del hidrobiodiésel. «Para hacer estos dos combustibles se usan materias primas procedentes de cultivos (aceite de soja, de palma y de colza), explica Bustos.

Las importaciones de aceite de palma para producir biodiésel alcanzaron un máximo histórico en 2020

Solo en el pasado ejercicio, las importaciones de aceite de palma utilizado para la producción de este combustible alternativo alcanzaron un nuevo hito al llegar al 58% sobre el total. Un máximo histórico en el que España fue el mayor productor utilizando 1,7 millones de toneladas, seguida de cerca por los Países Bajos (1,5 Mt) e Italia (1,4 Mt).

«La sed de biodiésel de Europa para alimentar sus automóviles y camiones probablemente ha arrasado con bosques del tamaño de los Países Bajos desde la introducción de la ley de combustibles ecológicos de la UE en 2010», denuncia el estudio ‘Una década de políticas de combustibles de la UE: aumentando la dependencia de biocombustibles insostenibles’ de la Federación Europea de Transporte y MedioAmbiente.

«Hemos visto un gran cambio desde el aceite de palma en los supermercados. Hoy en día, los consumidores pueden elegir si quieren comprar productos contaminados con aceite de palma. Este no es el caso del transporte», denuncia en ese texto Laura Buffet, directora de Energía de T&E. «Necesitamos eliminar gradualmente los biocombustibles de aceite de palma de inmediato», añade.

Un guante que recogió Bruselas y que plasmó en la actualización de la DER en 2018. «Esta directiva establece, por ejemplo, limitaciones para el uso de los biocarburantes de primera generación», detalla el director de la sección biocarburantes de APPA Renovables.

«Hoy podemos afirmar que el plan de la UE de promover el uso de combustibles a partir de biomasa como una de las medidas estrella para frenar el calentamiento global no solo fue un gran fracaso, sino que agravó la crisis ambiental global», destaca Tom Kucharz, miembro de Ecologistas en Acción.

El plan de la Unión Europea para promover el uso de biocombustibles no solo fue un gran fracaso, sino que agravó la crisis ambiental global

La revisión, bautizada como DER II, fija una hoja de ruta para eliminar los biocombustibles basados en cultivos alimentarios y, además, considera «insostenible el biodiésel de aceite de palma, o de alto riesgo debido a la deforestación que lleva asociado su cultivo». Un camino que finaliza en 2030 con la desaparición del aceite de palma en estos carburantes.

Sin embargo, el viaje está siendo lento. Según datos de la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC), el aceite de palma está aún presente en el 88% del hidrobiodiésel de España que se elabora a partir del aceite de palma extraído de sus racimos. Un cambio de rumbo que no contenta a todos, «la actual política de biocombustibles de la UE está impulsando la demanda de soja».

Una alerta que ya empieza a tener su reflejo en los números de España, donde el aceite de cocina usado (36%) y el aceite de soja (27%) ganaron terreno, convirtiéndose en las principales materias primas para la producción de biodiésel, en el pasado ejercicio.

Según las estimaciones más recientes, el biodiésel de soja es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero (GEI), después del biodiésel de aceite de palma. Una tendencia «preocupante» para los ecologistas, ya que en solo cuatro años (2015-2019) el porcentaje producido en el Viejo Continente se ha duplicado hasta alcanzar el 6% del total. «Debemos impedir por todos los medios que la soja se convierta en la nueva palma de los biocombustibles por sus graves impactos socioambientales», apunta Kucharz. «La Asociación de Empresas de Energías Renovables que debe instar a su sector a no usar aceite de palma ni de soja para fabricar carburantes porque están asociados a la deforestación y la vulneración de derechos», apostilla.

Deforestación en América

La nueva regulación europea ha disparado la demanda de biodiésel barato a base de cultivos de soja, que se obtiene principalmente de Asia y América del Sur. «En Brasil, la expansión masiva de los monocultivos de la soja está llevando la deforestación y los incendios forestales a nuevas cotas», denuncia Ecologistas en Acción.

«En Brasil, la expansión masiva de los monocultivos de la soja está llevando la deforestación y los incendios forestales a nuevas cotas»

La soja es un cultivo anual y, prácticamente, no responde a los fertilizantes. Se calcula que, por cada hectárea de cultivo de soja, se pierden entre 16 y 30 toneladas de suelo, esto conlleva que para aumentar el rendimiento y satisfacer la demanda actual de este producto, hay que plantar más soja, lo que requiere más tierra. «Esta destrucción desenfrenada genera enormes emisiones de carbono al tiempo que causa un daño irreparable a la biodiversidad del planeta», denuncian los responsables de Ecologistas en Acción. «Esta materia tiene también otros usos», se defiende Manuel Bustos de APPA Renovables.

La rápida expansión de este tipo de cultivos por el sur de América ha provocado un «aumento de las inundaciones, las sequías y los incendios son una clara señal de advertencia de que la Amazonia está muy cerca de este punto de no retorno o incluso justo en él», alertan los ecologistas. Además, muchas economías campesinas e indígenas se ven obligadas a buscar otras tierras para cultivar alimentos. «Si este círculo vicioso continúa, una gran parte de la Amazonia se convertirá en sabana. La sabana tropical que ahora se encuentra al sur del Amazonas, el Cerrado, se convertirá en desierto», sentencian.

Esta información se enmarca en los ODS número 7 y 15 .

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