poster Vídeo
Mira en el vídeo una secuencia del juego - J.M.S.
ANÁLISIS

«The Division»: una pandemia que mezcla muchas cosas

El videojuego de rol y acción en tercera persona une espacio multijugador, coberturas inmensas y una gran adicción

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Una pandemia asola Nueva York. Es la excusa para desempolvar una división de soldados totalmente preparados para completar las misiones más arriesgadas que se pongan por delante. El argumento pues, algo manido es cierto, es el trasfondo desde donde parte la lluvia de balas. «The Division» es, por méritos propios, uno de los lanzamientos más ambiciosos del año. Convertido en el título que más copias ha vendido de la trayectoria de Ubisoft, no hay que olvidar ciertos momentos agridulces.

Para colmo, de aquel videojuego de rol y acción que asombró a propios y ajenos en su presentación hace un par de años queda algo menos. Ha tenido un remozado cambio estético que puede disgustar a los más puñeteros.

La exigencia era (y es) máxima en este sentido y, aunque en líneas generales el resultado sabe a gloria, hay pequeños detalles técnicos que le hacen a uno pensar que la calidad gráfica es ligeramente inferior a la esperada. Pasear por las calles neoyorkinas, eso sí, bien vale un aplauso. Aparecen monumentos icónicos de la ciudad como Time Square. Transitamos por un ambiente espectacular. El trabajo de documentación y recreación de los edificios es asombroso. Detalles como los efectos de la iluminación, la climatología dinámica, el mobiliario interactivo son aspectos muy cuidados que

El jugador se pone en la piel de un agente secreto del Gobierno norteamericano (en tercera persona) cuando las cosas se tuercen. Aunque existe un progreso lineal, se enmascara bajo un paraguas de una cierta libertad. Ficticia, es así, puesto que no se trata de un mundo totalmente abierto en donde los jugadores puedan moverse como Pedro por su casa. En consecuencia, se recurre al patrón clásico de aceptar misiones principales y secundarias que le mandan desde un punto A hasta un punto B. Como resplandeciente baza decir que hay una gran abundancia de contenido y que las misiones secundarias, por ejemplo, no resultan excesivamente cargantes a la hora de decidir completarlas. Ayudarán, además, para mejorar el progreso.

Con una jugabilidad tremendamente adictiva, las misiones, no obstante, ofrecen se dibujan desde una paleta cromática lo suficientemente amplia como para sentir que uno controla la estrategia a seguir. Ayuda el potente y bien cuidado sistema de coberturas y la puesta en escena de las mismas, con las que el jugador puede avanzar sigilosamente en la búsqueda de un mejor espacio visual en aras de acertar con el tiro de gracia. Se puede jugar con el entorno como las farolas o los bidones de gasolina para perpetrar el caos. Esta tarea no siempre se puede lograr, puesto que pese a usar el escáner de detección de enemigos en muchas ocasiones se corre el riesgo (un aspecto que se aprecia conforme avanzamos) que los tipos y clases de rivales son diferentes. Desde el mercenario armado con un bate de béisbol a un avezado francotirador, pasando por «limpiadores» con lanzallamas o soldados con escudos.

Importante es subir de nivel lo antes posible. Nueva York se divide por zonas, cada una catalogadas en función de un nivel mínimo. El personaje, cuya personalización es muy simple y modesta, acumula puntos de experiencia, recoge objetos, fabrica armamento, modifica las armas, pero los elementos propios de los juegos de rol son más bien escasos y casi testimoniales. Y a esto nos referimos a la capacidad de influenciar e interactuar con los demás personajes. Razón de ser para intentar cosechar mejores logros. La acción, eso sí, es un refulgir de emociones y de tensión permanente. Aunque los enemigos responden a patrones similares, el juego imprime un combate intenso en donde la elección del armamento y el buen aprovechamiento de las coberturas hace, como en sagas como «Gears of War», que sea indispensable marcar una cierta estrategia previa porque no salir airoso en la batalla no es tan simple como aparenta. Eso sí, cuando nos enfrentamos a oleadas de enemigos la cosa se complica. Y mucho.

La diversión en «The Division» está garantizada. Máxime cuando la carga de simulación es menor que la de otros aventuras de la marca Tom Clancy (Digamos « Rainbow Six»). Ahí se aprecia el trabajo para acercar el trabajo de una tropa especial a todos los públicos en detrimento de las mecánicas más naturales y realistas. Uno de los grandes atractivos es su apartado multijugador. Pero no se trata de un juego MMO -Multijugador Masivo Online- como tal. Sí es cierto que en el cuartel uno se encuentra con otros jugadores conectados; sí es cierto que hay misiones multijugador. Pero el comportamiento es más propio de un juego para disfrutar en solitario, por lo que el acercamiento a por ejemplo « Destiny» es más próximo de lo que nos pensamos.

Y es ahí en donde entra en juego la que se considera la zona peligrosa de la ciudad. Ubicado en el centro del mapa, es la Dark Zone -zona oscura-, que viene a comportarse como un distrito abandonado, cercado a consecuencia de su estado de emergencia y en donde se está en permanente cuarentena. Es el espacio -cargado de una tensión. dedicado al multijugador al completo y, sin duda, la gran baza del juego. Uno puede relacionarse con otros jugadores, incluso dispararles en lugar de tenderles la mano a la cooperación. Y, todo, absolutamente todo, bajo una atmósfera de impredecible crueldad. ¿Amigo o enemigo?

Ver los comentarios