Casillas se va al Oporto
Casillas se va al Oporto - EFE
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Casillas deja el club de su vida

Veinticinco años después, Íker abandona la casa blanca; en las próximas horas estará con Lopetegui en la concentración del Oporto

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Es una pena. Las exigencias económicas han lastrado la relación de Casillas y el Real Madrid hasta el último segundo. Íker pidió el jueves cobrar la totalidad de su contrato restante con el club blanco, 13 millones netos, más los cinco que le concedía el Oporto. Los clubes se negaron. Por fin aceptó la normalidad: percibirá los trece millones netos, ocho los paga la entidad madridisa y cino la portuguesa.

Se marcha al Oporto, que puede disputar el 11 o el 12 de agosto el trofeo Bernabéu, con otra disensión, esta vez pecuniaria, que ha dejado un mal sabor de boca, desacorde con la trayectoria de un mito que llegó al club hace veinticinco años y que se convirtió en el mejor guardameta de la historia blanca, de la selección española y del mundo.

No es la despedida que merece un icono. Atrás queda su esperanzador debut en San Mamés el 12 de septiembre de 1999, sus inolvidables paradas ante el Bayer Leverkusen en la final de la Champions 2002, en Glasgow. Aquellas lágrimas de éxito escribieron el comienzo de una era que hoy se acaba.

No es la forma ideal de dejar el club de su vida. La rotura de las negociaciones el jueves y el enfado de las dos entidades no eran la mejor carta de presentación para anunciar ayer con emoción su adiós a la casa blanca, después de aceptar por fin la propuesta de los dos equipos. El jueves pidió al Real Madrid percibir los trece millones netos que debía cobrar en los dos años que le quedaban, como si fuera un despido improcedente, y recibir también los cinco millones de ficha que el Oporto ofrecía. La diferencia fiscal entre España y Portugal, del 52 al 20 por ciento, que reduce los costes de la operación, le hizo apostar por un farol. Los clubes se enfadaron. Se levantaron de la mesa. Ayer aceptó las condiciones de ambos: ocho millones netos los aporta el Real Madrid y cinco los abona el club luso, hasta cubrir los trece millones netos que debía percibir. Tras el convenio, Casillas se dispuso a volar a Oporto para incorporarse a la concentración del equipo de Lopetegui, que viaja inmediatamente a Holanda.

El capitán acudió ayer por la mañana a Valdebebas para realizar una prueba de esfuerzo y pasar el control médico. Todavía era futbolista del Real Madrid y la situación generada la noche anterior dictaminaba que se quedaba. Todo cambió en dos horas. Sus apoderados retiraron su propuesta de órdago y volvieron a las condiciones normales. Cuando salió de la Ciudad Deportiva, Íker ya sabía que ficharía por el Oporto. A las doce horas y trece minutos del mediodía había acuerdo para su fichaje por el club luso. Tras el rechazo vivido en la noche del jueves, los representantes de Íker volvieron ayer al diálogo dispuestos a alcanzar el pacto. Se consiguió fácilmente: el Real Madrid abona ocho millones netos de su ficha (casi once brutos) y el Oporto paga otros cinco millones netos (seis brutos).

No se hará una gran despedida ante los seguidores blancos en el Bernabéu, ni está prevista una rueda de prensa. Tampoco quería actos el futbolista. Los excesos en las negociaciones han sembrado nuevos desacuerdos y no se vive un ambiente de homenajes. En el club se recibían ayer mensajes de «pesetero» contra el guardameta, por solicitar ahora más dinero. Y podría haber silbidos. Una realidad que contrastaba con cincuenta aficionados que se acercaron al Bernabéu por si había despedida al ídolo de una era. Esa división de opiniones, de «pesetero» a «maltratado», es la que ha definido su vida deportiva en sus tres últimas campañas.

La guerra interminable. Todo lo que rodea a Casillas es extraño desde que Mourinho le puso la cruz el 23 de diciembre de 2012, cuando decidió que fuera suplente en La Rosaleda. Adán era elegido como titular. Las acusaciones de «chivato», realizadas por el entrenador portugués, abrieron una guerra que nunca acabó, como si fuera la de los treinta años.

Ese ambiente desagradable ha perdurado hasta hoy, con un estadio dividido, como afirman los exjugadores madridistas Amancio, Santamaría y San José. «Marcharse es lo mejor para él», subraya Amancio. «Decidir que debes irte es muy difícil», señalan Pirri y Miera. «Nunca sabes cuándo es tu momento, pero la renovación llega siempre y esa situación la hemos vivido todos». Buyo elogia la categoría del portero y no mira para atrás ni juzga su rendimiento actual: «Ha sido uno de los grandes jugadores del Real Madrid, conquistando muchos títulos».

El jugador firma con el Oporto por dos años, más uno opcional. Será muy difícil para el cancerbero, como lo es para todos los exfutbolistas del Real Madrid, acostumbrarse a este cambio. Deja atrás veinticinco años en las mejores instalaciones para triunfar. Veinticinco años en el club más famoso del mundo, el más laureado, el más mediático, donde cualquier gesto es portada en todos los periódicos. Esa trascendencia se disfruta cuando es positiva, y se sufre cuando es negativa, como ha sucedido en las polémicas del último trienio.

Los pitos le hicieron explotar en su penúltimo partido en el Bernabéu. La situación era insostenible y ha decidido que lo mejor es dejar la casa.

Su balance es sensacional: dieciséis temporadas en el primer equipo, 733 partidos, tres Champions, cinco Ligas, dos Copas, una Copa Intercontinental, un Mundial de Clubes, dos Supercopas de Europa y cuatro de España.

Polémica hasta el finiquito. Icono de toda España por sus triunfos con la selección (un Mundial y dos Eurocopas, protagonista de una edad de oro irrepetible), fuera del Real Madrid nunca se ha entendido esta división que el capitán suscita. Las acusaciones de «topo» le hicieron mucho daño. Se le señaló como defensor egoísta de su propio futuro, sin pensar en el perjuicio que generaba en el club. Ahí comenzó esta disensión, con o sin razón. Se creó un ambiente dañino. Se marcha un icono sin la aureola de serlo. Es una pena. La polémica le ha rodeado hasta en el finiquito.

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