El secretario británico de Asuntos Exteriores, Boris Johnson en una conferencia de prensa de la ONU el pasado 22 de julio en Nueva York
El secretario británico de Asuntos Exteriores, Boris Johnson en una conferencia de prensa de la ONU el pasado 22 de julio en Nueva York - AFP

Tres tenores para un Brexit

May reparte las relaciones internacionales entre Boris Johnson, David Davis y Liam Fox, eurófobos a los que obliga a compartir un palacio

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Boris Johnson, de 52 años, cultivado ex alumno de Eton y Oxford, comparte apodo con Madonna: «La ambición rubia». Bajo su equívoca apariencia de iconoclasta jovial, siempre ambicionó lo más alto. Nunca soportó que Cameron, más joven que él y al que tenía por mediocre, hubiese llegado a líder tory. Boris se subió al carro del Brexit buscando el Número 10, animado por el sinuoso Michael Gove, que luego lo traicionó en uno de los facazos más sonados en las maquiavélicas ciénagas de Westminster. Pero Theresa May ha hecho justicia poética y ha otorgado a Boris la vistosa cartera de Exteriores, el Foreign Office.

Nada más conocerse el nombramiento, un manifestante europeísta se plantó ante la casa de Boris en el Norte de Londres con una pancarta de una sola frase: «Sorry world».

Sus pares de París y Berlín acogieron la designación con enojo indisimulado. Todavía escocían sus frases comparando a la UE con Napoleón y Hitler. Su biografía bocazas no constituía el aval propio de un diplomático. En su día llamó a Hilary Clinton «enfermera histérica en un psiquiátrico» y en la campaña del referéndum afeó a Obama sus ancestros africanos, lo que le valió ser tachado de racista.

Theresa May, que se está revelando larga y astuta, se ha asegurado de tener atado al florido Boris. Aprovecha su innegable tirón popular, pero lo ha neutralizado dividiendo la cartera de Exteriores en tres, con dos nuevos ministerios: Comercio Exterior, a cargo del derechista escocés Liam Fox, de 54 años; y Salida de la UE, donde ha situado al liberal David Davis, un peculiar libertario de 67 años.

Aparentemente, May, una euroescéptica que apoyó la permanencia en la UE sin mojarse, deja así las relaciones internacionales en manos de tres eurófobos («tres pirados del Brexit», en expresión de la prensa londinense más ácida). Pero en el siempre irónico mundo inglés nada es lo que parece. Puede que los tres tenores del Brexit, que se detestan educadamente, acaben pintando poco. May, obsesa del control, llevará de su mano la negociación con Europa. Ya lo ha dejado ver con sus visitas de esta semana a Merkel y Hollande.

Los sacrificios de Johnson

El premio del ministerio masajea el ego de Boris, pero castiga su bolsillo. Es cierto que como diputado raso ganaba 90.000 euros al cambio y como ministro pasará a 167.000. Pero el cargo lo ha obligado a suspender su colaboración de dos décadas con el «Daily Telegraph», donde recibía 328.000 euros al año por una columna semanal. Periodista de profesión, llegó al «Telegraph» tras ser despedido por su rival, «The Times», por inventarse citas. En los últimos cuatro años, ha cobrado 560.000 euros por royalties de sus libros, como su –floja- biografía de Churchill. La editorial Hodder & Stoughton le había adelantado 108.000 euros por su nueva obra, «Shakespeare, el enigma del genio», que debería salir en otoño y ahora se aplaza.

Perdido el dinero, quedaba el prestigio del cargo. Y su pompa. Pero May, que hila fino, también ahí le ha recortado las alas. Tradicionalmente, el ministro de Exteriores venía disfrutando del palacio campestre de Chevening, maravilloso edificio neoclásico de 1620, con 1.400 hectáreas de jardines y bosques, situado en Kent, al Sureste del Gran Londres. Un lugar idílico, que el Príncipe Carlos sopesó convertir en su residencia en los años setenta. May ha obligado a Boris a compartir Chevening con los otros dos tenores del Brexit, Fox y Davis. Cierto que en sus 115 habitaciones bien caben. Pero supone la metáfora de que el chisposo Boris será un ministro de Exteriores light.

Chevening se utiliza para recibir a mandatarios extranjeros, amén de para el descanso. En el Número 10 explican que el ministro de Comercio Internacional y el de Salida de la UE también necesitan la propiedad. No es la primera vez que el premier obliga a compartirla. Cameron permitió que su vicepresidente en la coalición con los liberales, Clegg la utilizase a la par que el ministro de Exteriores.

Los Tres Brexiters comparten punto extravagante e ideología liberal, pero son muy diferentes. Mientras Boris es de clase patricia, Fox se crió en una vivienda de protección pública, lo mismo que Davis, hijo de madre soltera. Además, Johnson es un brexiter más oportunista y menos obcecado. Tras el referéndum escribió un sonado artículo abogando por que sigan operativos el mercado único y la libre circulación. Fox y Davis son mucho más radicales.

May cardará la lana. Haciéndolos ministros se ha cuidado de lanzar un guiño a la mayoría social que votó por el Leave, enjugando así que ella estaba en el bando derrotado. Pero lo tendrá muy difícil. Su mantra de «Brexit es Brexit» empieza a sonar a eslogan vacuo. Todavía no sabe cómo salir del laberinto en que Cameron ha metido al país.

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