Decenas de miles de personas han desfilado este martes por el centro de Pyongyang
Decenas de miles de personas han desfilado este martes por el centro de Pyongyang - REUTERS
ÁBC en Corea del Norte

«¡Mansae! ¡Mansae!»: Desfilando con las masas de Kim Jong-un

Tras reafirmar su poder en el Congreso del Partido, el joven caudillo preside un multitudinario desfile civil en Pyongyang

ENVIADO ESPECIAL A PYONGYANG Actualizado: Guardar
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«¡ Kim Jong-un!» «¡Mansae!». Agitando pompones de flores y gritando enfervorecidos, decenas de miles de personas han desfilado este martes por el centro de Pyongyang para festejar la conclusión del histórico Congreso del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, que no se celebraba desde 1980. Tras reafirmar aún más su poder en dicho cónclave, que le ha nombrado presidente del Partido, el joven dictador Kim Jong-un se ha dado uno de esos espectaculares baños de masas que tanto se prodigan en los regímenes totalitarios.

Como si fuera un multitudinario auto de fe política, la procesión ha desfilado por la gigantesca plaza de Kim Il-sung ataviada con sus mejores galas: chaquetas con medallas para los hombres y el «hanbok» tradicional para las mujeres.

Enarbolando banderas rojas del Partido con la hoz campesina, el martillo proletario y el pincel de los intelectuales, entre ellos marchaban con paso militar estudiantes que lucían camisas blancas y obreros de la construcción de la Unión de la Juventud con uniformes caquis y gorras revolucionarias. «¡Por la defensa a ultranza de Kim Jong-un! ¡Mansae!», rugían alrededor de carrozas que portaban lemas propagandísticos. «La ideología Juche orienta la fuerza nuclear y la potencia militar», proclamaba una de ellas, coronada por réplicas de misiles. Otra, que mostraba un cohete, alababa «la velocidad de Corea, potencia espacial», mientras la banda militar enlazaba un himno con otro, desde «Gloria a nuestro partido» a «El líder amado por el pueblo». En el centro de la plaza, varios miles de personas dibujaban con sus pompones de colores caracteres con mensajes propagandísticos, que iban cambiando de forma perfectamente sincronizada.

Kim Jong-un, desde la tribuna del Gran Palacio de Estudio del Pueblo
Kim Jong-un, desde la tribuna del Gran Palacio de Estudio del Pueblo - REUTERS

Desde la tribuna del Gran Palacio de Estudio del Pueblo, presidida por dos enormes retratos de su abuelo, el «Presidente Eterno» Kim Il-sung, y su padre, el «Querido Líder» Kim Jong-il, el joven caudillo contemplaba el espectáculo junto a la cúpula de este régimen comunista, la última frontera que queda de la Guerra Fría.

Antes del desfile, el presidente del Parlamento, Kim Yong-nam, había recordado en una alocución al público el ensayo nuclear con una bomba de hidrógeno en enero y el lanzamiento en febrero de un misil de largo alcance, camuflado por la puesta en órbita de un satélite espacial. «Se ha demostrado al mundo entero que no se puede hacer nada en contra del pueblo coreano, unido monolíticamente en torno a Kim Jong-un», arengó el jefe nominal del Estado, quien se enorgulleció de «haber vencido en condiciones pésimas a las fuerzas imperialistas (en referencia a Estados Unidos) para alcanzar un paraíso socialista».

Para los seguidores de este régimen, que representa el máximo exponente del culto a la personalidad mediante el adoctrinamiento y la propaganda, se trataba de otra apoteósica demostración de lealtad a Kim Jong-un. Contemplado desde fuera, el desfile parecía un escalofriante delirio colectivo bajo el imponente marco de la plaza de Kim Il-sung, flanqueada por sobrios edificios ministeriales y la Torre Juche al fondo, al otro lado del río Taedong. Con su estética comunista algo «kitsch», era el mismo escenario y la misma escenografía que este corresponsal había visto en abril de 2007, cuando visitó Corea del Norte por primera vez y asistió a una parada militar por el 75 aniversario de la fundación del Ejército. Quizás magnificados por la distancia que ofrece el tiempo, los vítores al «Querido Líder» Kim Jong-il sonaban entonces más contundentes y las muestras de exaltación menos artificiales.

«Me siento orgullosa de la unidad monolítica bajo la autoridad del mariscal Kim Jong-un», dice repitiendo la propaganda oficial Pak Kyong-sil, una mujer que trabaja en una fábrica textil y participa por primera vez en este tipo de desfiles, al que asegura haberse ofrecido voluntaria. A pesar de llevar más de siete horas en la plaza, donde ha formado los mosaicos con flores, asegura que «no estoy cansada en absoluto, sino convencida de la victoria del socialismo». Palabra coreana. Palabra de Kim.

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