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EFE

El terrorista de Londres había vivido cuatro años en Arabia Saudí

Khalid Masood, nacido Adrian Elms, tenía un pasado violento con penas de cárcel. La Policía lleva a cabo otros dos arrestos «significativos» por el atentado

LONDRES Actualizado: Guardar
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El borroso perfil del salvaje asesino de Westminster comienza a ser cada vez más nítido. Khalid Masood, de 52 años, cuyo primer nombre fue Adrian Elms, fue un hombre de vida nómada por el Sur de Inglaterra, que empleaba diferentes alias y embellecía su currículo. De apariencia tranquila y tímida y un pronto muy violento, se convirtió al islam a edad tardía. Gastaba cuchillo fácil y varias riñas con apuñalamientos le costaron dos penas de cárcel, una de dos años en 2000 y otra de seis meses en 2003. Tras salir de prisión por última vez vivió cuatro años en Arabia Saudí, donde trabajó como profesor de inglés. Estaba casado con una musulmana inglesa que vestía al modo tradicional y tenían tres hijos.

Masood estuvo en su día bajo la mirada del MI5, que en una decisión que hoy se torna controvertida decidió no vigilarlo.

«Era un tío grande, que parecía un culturista, no te gustaría tener un problema con él. También era muy religioso». Así lo ha descrito un conocido anónimo en Sky News. Masood era un mulato fornido, aficionado al culturismo, hijo de blanca y negro, calvo, de ojos muy expresivos y barba larga al modo islámico. Vestía siempre de negro. Había nacido el día de Navidad de 1964 en la ciudad costera de Rye, en el Sureste de Inglaterra, hijo de una madre soltera de 17 años, Janet Elms. Su primer nombre fue Adrian Elms.

Dos años después, Janet se casó con Philip Ajao y se mudó a Crawley, a medio camino entre el Sur del Gran Londres y Brighton. El niño tomó el apellido de su padrastro y pasó a ser Adrian Russell Ajao. Tenía dos hermanastros, con los que ya no se trataba. Su madre y su marido viven hoy en el Gales rural, donde ella fabrica bolsos artesanos que vende por internet.

Khalid Masood, nacido Adrian Elms, en un álbum escolar cuando tenía 15 años
Khalid Masood, nacido Adrian Elms, en un álbum escolar cuando tenía 15 años - Huntleys Secondary School

Adrian recibió su primera condena con solo 19 años, en 1983, por daños contra la propiedad. Su juventud fue siempre conflictiva y también su llegada a la madurez. En el primer año del este siglo vivía en la pequeña villa rural de Northiam, en el Sureste de Inglaterra, donde solo dos de sus 2.000 vecinos eran negros. Tras tomarse cuatro pintas en el pub local, se enzarzó en una bronca con su dueño, Piers Mott, por motivos raciales. Fuera de sí, salió del local, se metió en el coche de Mott y rajó los asientos con un cuchillo que portaba, que había empleado antes en arreglos el dormitorio de su hija. El hostelero irrumpió y le cortó la nariz, una herida que requirió veinte puntos. Fue condenado a un año de cárcel. En esos años trabajaba en oficios diversos de bajo nivel, como instalador de antenas parabólicas.

En 2003 volvió a prisión por seis meses, después de acuchillar en una pelea delante de un albergue social a un hombre 22 años. Cumplió sus penas en prisiones de baja seguridad en East Sussex, Norfolk y West Sussex y se sospecha que pudo caer bajo el influjo del salafismo en la cárcel.

Tras salir del presidio decide probar una nueva vida. En 2004 se casó en Kent con una mujer musulmana local, Farzana Malik. Según un currículo vital que Masood publicó hace solo unas semanas, en 2005 comenzó a trabajar en Yanbu, Arabia Saudí, como profesor de inglés para empleados de la Aviación Civil. Estuvo allí casi cuatro años y retornó a Inglaterra en 2009. Nada más llegar se empleó como profesor de inglés en el colegio TEFL de Luton. En 2012 incluso fundo en Birmingham su propia empresa, una academia de inglés para extranjeros llamada IQRA.

A Masood, que también se hacía llamar a veces Khalid Choudry, le gustaba embellecer su biografía. En su último currículo decía ser graduado en Economía y se presentaba como un hombre “amistoso y abierto” y “un gran oyente”.

El MI5, según reveló la propia Theresa May, lo interrogó hace unos años, como personaje secundario en círculos islamistas radicales, pero se desentendió de él. De vida itinerante, a comienzos del año pasado vivió en el Este de Londres, zona de gran implantación musulmana y con serios problemas de extremismo en el pasado. De allí pasó al área de Birmingham, 203 kilómetros al Noroeste de Londres, con 2,4 millones de habitantes, la segunda ciudad del país, donde el 26,6% de la población es asiática (la mayoría paquistaníes) y un 1% árabe. Primero vivió con su familia en un adosado del barrio de Winson Green, donde lo recuerdan como un hombre introvertido y correcto, “educado y tímido”, que cuidaba su jardín y jugaba con sus hijos al fútbol. Después se mudó al piso de Hagley Road, calle donde en la propia noche del atentado se produjo una redada y se detuvo a tres hombres.

Khalid Masood (o Adrian Elms) alquiló personalmente el coche con el que mató a tres personas e hirió a cuarenta en el puente de Westminster, a las 2.40 horas del pasado miércoles. Fue a un concesionario de la firma Enterprise, facilitó como dirección la de un piso de alquiler cercano, y se llevó un Hyundai SUV.

El viernes de la semana pasada se alojó en el Preston Park Hotel, un establecimiento modesto de Brighton, la famosa ciudad turística costera del Sur de Inglaterra, y pidió la habitación más barata, de 59 libras (68,5 euros). Como profesión declaró que era “profesor”, y comentó al recepcionista que había venido a descansar un poco de Londres, “una ciudad que ya no es lo que era”.

En la noche del martes volvió al Preston Park. El miércoles, su última comida fue un kebab. Luego comentó al personal del hotel que se iba a Londres. Había comenzado la cuenta atrás de un día de violencia ciega y mucho dolor en Londres.

Masood fue abatido con cuatro tiros por el escolta de un ministro tras asesinar a cuchilladas al policía Keith Palmer, de 48 años. Los servicios sanitarios trataron de reanimarlo sin éxito. La policía cree que actuó solo, pero las redadas de su círculo de conocidos radicales son constantes y este viernes se han producido dos detenciones que Scotland Yard califica de “significativas”. No recibió apoyo directo del Daesh y se cree que se exaltó con material de intenet. La historia del terrorista de Westminster trae ecos de otra Inglaterra, un mundo gris sin demasiada esperanza y con barrios que son guetos musulmanes, donde prende bien el proselitismo islámico radical.

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