May convocó elecciones para aumentar su mayoría en el Parlamento, pero los laboristas crece en apoyo
May convocó elecciones para aumentar su mayoría en el Parlamento, pero los laboristas crece en apoyo - AFP

May y Corbyn sobreviven a una cruda entrevista en televisión

«En Bruselas la van a tomar por una fanfarrona que colapsa al primer cañonazo», reprocharon a la premier

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Theresa May, en la convicción de que tenía las elecciones ganadas de antemano ante la debilidad de Corbyn, se ha negado a ofrecer debates en esta campaña. En la noche de este lunes se vio lo más parecido a ellos que van a poder ver los británicos, con un duro programa de entrevistas en la cadena Sky, donde primero Corbyn y luego May se enfrentaron a preguntas del público y a las de un perro de presa del periodismo interrogativo inglés, el veterano Jeremy Paxon.

El programa era muy importante, porque May ha visto como su ventaja, de 20 puntos en el inicio de la campaña, ha caído a seis. Retrocedió tras anunciar en su programa electoral medidas para hacer pagar a los pensionistas por los cuidados asistenciales a domicilio, obligándolos incluso a hacer frente a la factura a su muerte con sus viviendas.

La medida es ya conocida universalmente como «el impuesto sobre la demencia», expresión que hasta su prensa afín utiliza.

Los dos candidatos sufrieron, pero vadearon la galerna. Corbyn sorprendió por su tono relajado y May aguantó con empaque algún comentario muy duro del entrevistador: «Primera ministra, usted ha dado marcha atrás en la asistencia social y en la subida de las cotizaciones de los autónomos. Los negociadores de Bruselas pensarán que es usted una fanfarrona que colapsa al primer cañonazo».

May replicó que hará valer en esas negociaciones su fama de «maldita mujer difícil», como la llamó en su día uno de sus compañero de filas, el veterano y libérrimo ex ministro Ken Clarke, europeísta.

Una mujer del público le peguntó a la candidata tory sobre la falta de fondos en la sanidad. May recurrió a la respuesta de manual, argumentando que «una economía sólida es la mejor garantía para el sostenimiento sanitario». En ese momento se oyó a un hombre del público exclamando: «That’s bollocks» (algo así como eso son gilipolleces).

Una joven se quejó a la primera ministra de que votó Leave porque se creyó la promesa de Boris Johnson de que al salir de la UE el Reino Unido dispondría de 350 millones de libras semanales más para su sanidad, «pero voté por una mentira». May respondió diciendo que aquella campaña «fue muy acalorada y se dijeron muchas cosas», pero que lo importante ahora es buscar el mejor acuerdo con la UE, algo que definió como crucial para el buen futuro del país.

May volvió a repetir algunos de sus mantra clásicos, como que en la negociación con la UE «es mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo» y que ella ofrece «un brazo fuerte y un liderazgo sólido y estable», su lema de campaña. Pero el implacable Paxon le enumeró sus reiterados cambios de opinión, que dañan esa imagen de supuesta líder sólida: pidió la permanencia en la UE en el referéndum y ahora es una entusiasta del Brexit, aseguró que no adelantaría las elecciones y lo ha hecho, y rectificó la subida de las cotizaciones en sus últimos presupuestos y ha retocado en solo tres días el pasaje de su programa electoral con el que irritó a los pensionistas.

May replicó que adelantó los comicios «porque algunos partidos querían vulnerar lo decidido por el pueblo británico», frase que le valió sus mayores aplausos de la noche por parte del público, algo más de un centenar de personas, la mitad simpatizantes tories y la otra mitad laboristas.

Se percibió que tal y como le recomienda su gurú electoral australiano, el inteligente Lyton Crosby, al que Cameron hizo «sir» en agradecimiento por su victoria de 2014, May funciona mejor como candidata cuando se centra en el Brexit y sufre en los temas domésticos, al haber decidido asumir la verdad de la situación contable, con algunas medidas impopulares.

Nada más arrancar, la primera pregunta del público fue de un policía que le preguntó por los recortes de plantilla. El segundo, un pensionista, que se quejó amargamente de que con el «impuesto sobre la demencia», término que ha cuajado, «no podré pasar mi vivienda a mis hijos en herencia». May explicó que el envejecimiento obliga a tomar medidas ahora, aunque sean impopulares, si no se quiere que en unos años quiebre el sistema. También ofreció el magro consuelo de que la vivienda no se entregará hasta después de muerto, si es menester para pagar la deuda asistencial.

Corbyn lo tiene más fácil que May, porque nunca ha gobernado nada –lo más que ha sido fuera del Parlamento es concejal-, carece de un pasado de mando y promete todo tipo de mejoras sociales sin mirar demasiado los números. Aun así, también recibió un par de preguntas impactantes. Un miembro del público le reprochó que «me gusta el programa laborista, pero no te veo como el hombre para el puesto». Otro, que se presentó como un pequeño empresario de Mánchester, votante laborista de siempre, le espetó que no les votará esta vez, por subir los impuestos y el salario mínimo.

Corbyn tuvo su peor momento en el potro de tortura del entrevistador Paxon, cuando le preguntó si en caso de ser primer ministro autorizaría a matar en Siria con un dron a un terrorista que prepara un atentado masivo en Gran Bretaña. No dijo ni sí ni no, solo que necesitaría «conocer toda la información».

Miembros del público le afearon además su asistencia en su día a homenajes y reuniones con activistas del IRA y Hamas. Se defendió diciendo que el siempre busca la paz y poniendo en valor el acuerdo de Irlanda del Norte.

En el Brexit, Corbyn, de corazón euroescéptico, recalcó que «tenemos que aceptar la realidad del resultado del referéndum, el de mayor participación de nuestra historia». Recordó que tras la salida de la UE, «se acabará la libre circulación» de comunitarios. Al igual que May, aseguró que buscará el mejor acuerdo con la UE, pero a diferencia de ella dijo que no se levantará de la mesa sin alcanzar uno.

En resumen, los dos candidatos salen vivos del debate. Corbyn no sufrió el temido descalabro que anticipaba la exposición de sus ideas radicales y salvó los muebles. Incluso explicó que acabar con la monarquía ya no está en su programa y que tiene «charlas agradables con ella», es decir, con Isabel II. May evitó males mayores en su inesperado talón de Aquiles, sus reformas sociales, pero no logró descollar como se esperaba respecto a su rival.

La sensación es que los tories ganarán bien las elecciones, pero no con la espectacular ventaja que se anticipaba cuando arrancó la campaña, porque Corbyn está resistiendo mejor de lo pronosticado. Hasta hace gala de un inesperado sentido del humor.

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