Hollande no se presentará a la reelección para evitar más divisiones en la izquierda

La renuncia del presidente francés despeja el camino para que Valls aspire al Elíseo. El líder socialista asume «toda la responsabilidad» por los errores cometidos en los últimos cinco años

Corresponsal en París Actualizado: Guardar
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Con su popularidad por los suelos, con un penoso balance presidencial y con las diversas familias de la izquierda divididas y enfrentadas, el presidente de Francia, François Hollande, anunció ayer que no aspirará a la reelección como candidato del Partido Socialista en los comicios que se celebrarán el 23 de abril y el 7 de mayo de 2017. «Soy consciente de los riesgos que conllevaría mi candidatura, que no reúne todos los consensos. He decidido no ser candidato a la elección presidencial, he decidido no renovar mi mandato», afirmó el jefe de Estado en una breve comparecencia ante los medios de comunicación en el Palacio del Elíseo.

En el anuncio, Hollande reconoció su fracaso político al señalar que asume «toda la responsabilidad» por los errores cometidos en estos más de cuatro años, que han hecho que su popularidad se haya hundido hasta mínimos del 5 por ciento, los más bajos que jamás ha tenido un jefe de Estado en Francia.

Esta es la primera vez en décadas que un presidente francés no se presenta a la reelección. Pero Hollande se ha visto obligado a tomar esta decisión ante el panorama de ruinas que presenta la izquierda gala y las crecientes divisiones en el Partido Socialista francés.

La retirada de Hollande, de hecho, despeja el camino para que el primer ministro, Manuel Valls, presente formalmente su candidatura a la presidencia. En los últimos días Valls y Hollande han protagonizado un sordo enfrentamiento del que se habían hecho eco los medios franceses, que subrayaban las crecientes tensiones entre ambos por el liderazgo de un partido literalmente masacrado. Según estos medios, Valls llegó incluso a plantearse la posibilidad de competir frente a Hollande en las primarias del Partido Socialista.

Sin posibilidades

Hasta ahora todas las encuestas descartan que el Partido Socialista francés pueda llegar a la segunda vuelta, que disputarían el candidato del centro-derecha, François Fillon, y la líder del Frente Nacional (extrema derecha), Marine Le Pen, a quien varios sondeos dan como ganadora de la primera vuelta. Tendrían que unirse los votantes de la izquierda y del centro-derecha para derrotar a Le Pen.

Durante su intervención, Hollande destacó que los dos principales retos a los que se enfrenta Francia son el populismo de ultraderecha y el terrorismo yihadista. «Os lo digo francamente. El peligro mayor es el proteccionismo, es el cerrarse en sí mismo. Ese será el mayor desastre para los franceses», señaló. Al tiempo que aprovechó para defender su gestión en aspectos como el combate contra el desempleo, el medioambiente o la defensa de las libertades.

Ayer mismo, el exministro de Economía francés Arnaud Montebourg formalizó su candidatura a las primarias de la izquierda francesa, a las que también se espera que se presente Valls ahora que tiene el camino despejado. Por otra parte, el también exministro de Economía Emmanuel Macron y el izquierdista Jean-Luc Melenchon han anunciado su intención de presentarse a la elección, pero al margen del Partido Socialista. Macron ha creado su propio partido y Melenchon confía en aglutinar en torno a su figura a los sectores más radicales de la izquierda.

Familia mal avenida

La retirada de Hollande evita un enfrentamiento cainita con su primer ministro, Manuel Valls, que habría hecho trizas al Partido Socialista. Pero la izquierda sigue dividida en varias familias mal avenidas. El sector más moderado de la izquierda ni siquiera es capaz de presentar a un candidato único, ya que aspiran a representarlo tanto Valls como Macron. Y en las filas más radicales compiten el izquierdista Melenchon, que se dice portavoz de «los indignados», con Arnaud Montebourg, proteccionista de izquierdistas y enemigo del librecambio y de la globalización.

La popularidad de Hollande comenzó a declinar cuando la opinión pública comenzó a percibir sus zigzagueos y retrocesos en asuntos clave como las reforma fiscal y laboral, a las que se enfrentaron importantes sectores de la izquierda. Incapaz de imponer una línea clara en su estrategia, Hollande se ha limitado en los últimos meses a contemplar con resignación cómo la economía es incapaz de salir de su estanciamiento, de recuperar el empleo y ganar competitividad. En tanto se aclara el panorama de la izquierda, el candidato mejor situado para frenar el populismo ultra de Marine Le Pen es Fillon, quien ayer señaló que la renuncia de Hollande es el reconocimiento de su fracaso y de la decadencia del gobierno. «El presidente admite, con lucidez, que su fracaso patente le impide ir más lejos», aseguró Fillon en Twitter. Posteriormente, emitió un comunicado en el que aseguró que la despedida de Hollande anuncia el fin de «la revuelta política y la decadencia del poder».

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